Con Fernando Collor de Mello, Brasil ya vivió un proceso de destitución

En 1992, al cabo de un proceso por graves hechos de corrupción, el entonces presidente tuvo que dejar el poder

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elsalvador.com

Por Agencias Internacionales

2016-05-11 9:51:00

BRASILIA. Hay un precedente en la historia de Brasil al procedimiento de destitución en curso contra la mandataria de izquierda Dilma Rousseff: el de Fernando Collor de Mello (1990-92), el primer presidente elegido por sufragio universal después de la dictadura (1965-84).

Acusado de corrupción pasiva -se embolsó 6.5 millones de dólares en 33 meses de mandato, según una estimación de la época, Collor renunció justo antes de ser condenado por el Senado, el 30 de diciembre de 1992. La sentencia resultó en su inhabilitación política durante ocho años, aunque en 1994 su proceso por corrupción fue “archivado” por el Supremo Tribunal Federal (STF).

Cumplido su alejamiento de Brasilia, el expresidente fue elegido senador por el estado de Alagoas (noreste) en 2006 y reelecto en 2014. Hoy, con 66 años, su nombre aparece en la lista de implicados en el escándalo de corrupción en Petrobras.

Revelan corupción

El escándalo estalló contra Collor de Mello en mayo de 1992, con las explosivas revelaciones del hermano del propio Collor, Pedro, quien en una entrevista con la influyente revista Veja denunció un esquema de lavado de dinero y tráfico de influencias encabezado por el tesorero de la campaña del presidente.

Para ese entonces, el joven mandatario ya había visto desplomarse su popularidad por causa de las medidas con las que infructuosamente había intentado combatir la hiperinflación que afectaba a la economía brasileña.

Y, en ese contexto, las cosas empezaron a complicársele muy rápidamente.

Protestas populares

La creación de una Comisión Parlamentaria de Investigación generó una avalancha de denuncias contra Collor, quien fue acusado de haber financiado ilegalmente su campaña y de pagar los gastos de su residencia con el dinero de las empresas fachada de Paulo César Farias, su polémico extesorero.

Y sus desmentidos fueron mortalmente torpedeados cuando se comprobó que un modesto auto Fiat Elba de su uso había sido pagado con dinero de las cuentas de Farias, así como por una explosiva entrevista con su chófer, Eriberto França.

Collor decidió entonces recurrir a la gente, la misma que tres años antes, con más de 35 millones de votos, lo había convertido a los 40 años en el presidente más joven de la historia brasileña. Y el 16 de agosto centenares de miles salieron a las calles.

Caras pintadas, un  movimiento estudiantil de Brasil, cuyo objetivo principal fue la destitución del presidente Fernando Collor de Melo y su salida del poder.

No lo hicieron, sin embargo, vestidos con los colores de la bandera de Brasil en muestra de apoyo, como había pedido el mandatario.

Por el contrario: marcharon de negro para demandar su salida del gobierno, encabezados por numerosos estudiantes bautizados por la prensa como los “cara-pintadas”.

Y durante las semanas siguientes, los brasileños descontentos siguieron manifestándose.

Una marcha del 19 de septiembre de 1992, por ejemplo, fue descrita por The New York Times como “la más grande en la historia de Brasil”: 750.000 personas que desafiaron la lluvia al grito de “¡Impeachment ya!”.

Y en su cobertura de la movilización, el periódico estadounidense citó al entonces líder opositor Luiz Inácio Lula da Silva, a quien Collor había derrotado por un estrecho margen en los comicios presidenciales.

Lula decía: “No se puede negociar con un hombre que ha robado millones”.

Para ese entonces, la Comisión Parlamentaria ya había concluido que más de $6.5 millones habían sido transferidos irregularmente para financiar los gastos privados del mandatario.

Y diez días después, el 29 de septiembre de 1992, la apertura de un juicio político en contra del presidente de Brasil fue aprobado por la Cámara de Diputados.

Renuncia

Conforme a la ley, la cámara baja del parlamento brasileño procedió entonces a trasladar la acusación al Senado, que no encontró motivos para desestimarla.

Y cuando el Senado le notificó la decisión a Collor, el 2 de octubre, este quedó automáticamente suspendido del cargo de presidente de la República por 180 días.

Su puesto fue asumido temporalmente por el vicepresidente, Itamar Franco. Y Collor de Mello ya nunca regresaría al Palacio de Planalto.

En su intento por detener el juicio político, el mandatario presentó su renuncia el 29 de diciembre de 1992.

Pero eso no evitó que el Senado siguiera adelante con el proceso de impeachment, encontrándolo culpable.

Y, como resultado, el exmandatario perdió todos sus derechos políticos por ocho años.

El regreso

Humillado, Collor se marchó al exilio a Miami. Pero el camino hacia su rehabilitación empezó en 1994, cuando la justicia ordinaria lo absolvió de los cargos de corrupción pasiva en su contra.

En esa oportunidad, el Supremo Tribunal Federal determinó que la fiscalía no había podido probar las acusaciones.

Y el punto final a los procesos jurídicos vinculados con ese escándalo lo puso el mismo STF en abril de 2014, al absolverlo también de las acusaciones de peculado.

Para entonces, sin embargo, el expresidente ya había regresado a la vida política, consiguiendo ser electo senador por Alagoas –un pequeño estado en el este de Brasil– en 2006 y 2014.

Y en su página web, el tumultuoso período de su impeachment no merece más que un breve párrafo.

“Su estilo duro y arrojado y las medidas que adoptó no les gustaron a todos. Aislado por la clase política y sin apoyo del Congreso Nacional fue víctima de un juicio político, culminando con un impeachment, dos años después. Más tarde sería declarado inocente en un proceso conducido por el STF”, se lee ahí.

Lo que no significa que Collor se ha mantenido alejado de los escándalos, pues es uno de los implicados en el escándalo “Lava Jato”, que también involucra a Lula da Silva, su viejo rival.