¿Deberían las susceptibilidades religiosas ser límite a la libertad de expresión?

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San Salvador, Martes 17 de mayo de 2016. / Foto Por Leonardo Gonz·lez

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2016-05-17 10:00:00

 deberían

Jaime García Oriani 

La libertad de expresión y de religión son dos derechos fundamentales contenidos en los artículos 18 y 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por su rol, el Estado no puede ser indiferente ante eventuales conflictos entre ambos.

En una situación en la que chocan dos derechos fundamentales -excepto cuando se trata de proteger el derecho a la vida- no existen fórmulas con respuestas categóricas, sino criterios orientativos.

Los derechos humanos subsisten en la condición de ser persona y sin ellos no podría realizarse plenamente. Por eso debe existir una armonía entre los distintos derechos, lo que inevitablemente les pone límites y requiere un ejercicio responsable de los mismos.

Al haber conflicto entre dos derechos fundamentales, es imperativo examinar en el caso concreto cuál lesiona a la persona. En esta ocasión, partimos del hecho hipotético que una manifestación de la libertad de expresión agrede a la libertad de religión.

La expresión humana se caracteriza por el uso del lenguaje –que por su naturaleza no puede ser neutral y siempre tiene una intencionalidad- dentro de un contexto comunicativo, en el cual hay un pacto implícito entre el emisor y receptor. Veamos el caso del periodismo: las audiencias esperan conocer la verdad. Un reportaje puede estar muy bien escrito y ser entretenido, pero si es falso, el lector se sentiría traicionado y dejaría de ser periodismo; en todo caso podría considerarse una excelente obra literaria. Además, en cada contexto el lenguaje tiene diferente alcance: no es lo mismo decir imbécil a un amigo que nos golpea que a un policía que nos multa… y las consecuencias serían muy distintas.

Las cosas se complican cuando una manifestación artística ofende las creencias religiosas. Quizá el artista no tenga la intención de ofender, pero el uso de determinadas palabras, expresiones o lenguaje, traiciona el contexto comunicativo del arte y la convierte en un arma que hiere el ámbito religioso, que toca lo más íntimo de cada persona.

El caso de Charlie Hebdo es ilustrativo. Bajo el escudo del arte, se llega al insulto y a la ridiculización de otras culturas. Paradójicamente, con el mal uso de la libertad de expresión se fomenta el odio y la intolerancia, cuando en realidad debería ser promotora del diálogo y de la pluralidad.

Libertad de expresión y libertad religiosa pueden convivir perfectamente, como, por ejemplo, cuando se da en un contexto en el que se busca debatir sobre el rol de la religión en la vida pública. Ese sano diálogo permite a la fe y a la razón depurarse mutuamente. Sin la razón, la fe cae en fanatismos, mientras que sin la ayuda correctora de la religión, la razón puede ser presa de distorsiones, como cuando es manipulada por las ideologías o se aplica de forma parcial en detrimento de la consideración plena de la dignidad del humano.

Un Estado puede poner límites a la libertad de expresión cuando se abusa de ésta y se atenta contra la libertad de religión, así como se limita por el respeto a la intimidad, al honor y a la protección de los datos sensibles, o por cuestiones relacionadas con la seguridad o defensa nacional. Lo importante es que haya un claro marco jurídico, que no dé lugar al capricho de los gobernantes de turno.

Ni la libertad de expresión, ni el derecho a la libertad religiosa son absolutos. Al absolutizarlos se les desvirtúa. No es correcto atacar la religión, difamar o calumniar a las personas en aras de la libertad de expresión, así como tampoco se puede asesinar en nombre de Dios.  

* Periodista e investigador de temas religiosos
 

No deberían

Ranalthe Herbert Zometa

Al hablar de susceptibilidades es inevitable pensar en inmadurez emocional, las diferentes prácticas espirituales profesan precisamente cómo llegar a la ecuanimidad a través de un proceso de alquimia espiritual: se reconocen todos nuestros errores, nuestra oscuridad, para transmutarla y convertirla en algo más, la energía no se pierde nunca, solo se transforma. Las diferentes culturas espirituales nos enseñan cómo mantener limpio el envase, el templo, es decir, el cuerpo. Auto-observándonos, auto-corrigiéndonos y auto-controlándonos. Las religiones deberían significar “asistencia para evolucionar”. La idea es dejar de buscar culpables externos y corregir en nosotros, todo aquello que nos perturba del otro, el mundo exterior es reflejo del mundo interior. Todo el conjunto de enseñanzas, se llaman legado, y Legado lo han dejado las grandes almas que han caminado sobre esta tierra, el Señor Krishna, el Señor Buda, el Divino Jesús y muchos más… todos teniendo la misma misión, todos siendo Maestros del Amor.

 Lo que pasó es que alguien tomó esos legados y los convirtió en dogmas absurdos que al pensar en “Susceptibilidad religiosa” ya no podemos asumir que se trate de inmadurez emocional, pero de un plan en ejecución constante, con un objetivo claro: Separarnos. Divide y conquistarás. Estamos separados por creencias: ¿quién nos conquista?

 Primero nos sacaron lo trascendental y sagrado de adentro y lo pusieron allá afuera, inalcanzable. Después pusieron en todos los libros sagrados una cláusula maligna: “este Dios es el correcto y el de los demás no”, o “falsos profetas” en sus propias palabras, logrando que culturas de diferentes tiempos y contextos entraran en riña, y como se trata de creencias, se convierte en un arma de control y separación bastante eficaz, ya que se apropian de cerebro, corazón y mente.

 Somos Humanos, y deberíamos fomentar entre nosotros el respeto humano. Valores Humanos y no creencias separatistas. El aborto no debería ser un problema, debería ser una opción. La homosexualidad no debería ser un pecado, debería ser entendida como parte intrínseca de la Humanidad. Las drogas no deberían pertenecer al mercado negro, sino al Estado, regulándolas de una forma científica y salubre. Pero por no dañar las susceptibilidades de una Iglesia Católica se siguen justificando masacres, odio, guerras, crimen organizado, narcotráfico y el peor flagelo que sufre la Humanidad: SEPARACIÓN. Por no asumirnos como una sola fuerza somos controlados por todos aquellos Sistemas de creencias que a su manera nos dictan qué es bueno y qué es malo.

 Es interesante notar que respeto llama respeto, y desgraciadamente en la dupla Iglesia Católica-Estado ambos han sido cómplices y responsables de los momentos más oscuros de la Humanidad, no nos vayamos a la “Santa Inquisición”, solo abramos los ojos a todos los aspectos Humanos contemporáneos con los que antagoniza el Sistema de creencia católico. El malabarismo de posturas que tiene la Iglesia Católica es lo que no genera ningún respeto.

 Si cualquiera dijera, “tiene razón la iglesia católica, hay que respetar la Santa Cena”, tendría que mantener esa posición cuando la gente dice “Jesús estaba casado”, porque ya se sabe que Jesús encarnó como Humano y María Magdalena no era prostituta, sino su respetable pareja con la que tuvo hijos, Da Vinci lo plasmó en bendito cuadro.

 Mostrarse ofendido es chantaje emocional: no es mi plataforma religiosa la que se ofendió, sino mi susceptibilidad religiosa, algo tan individual como doméstico, no se habla de una comunión en las religiones, si todas hablan de amor Universal, porqué no apoyarse? Los Legados no se pueden dañar, solo tergiversar, y en este momento de la humanidad es cada vez más fácil detectar todas las tergiversaciones con las que nos han separado.

 Las susceptibilidades religiosas no deben ser protegidas por el Estado, el Estado debe resguardar nuestra Humanidad.

 Al que no sufre de susceptibilidad nadie va a agredirlo, hasta los niños saben que no dan ganas de molestar al que no se enoja.

* Alquimista y cineasta