Los respaldos electorales no son cheques en blanco

El poder en una democracia (no de lo que hablan aquí los rojos) es un privilegio que, como lo dijo Goethe sobre la libertad, se gana cada día. Se gana con sabiduría, con tolerancia, con sensatez, con honestidad. 

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Líderes de las principales pandillas de El Salvador, Mara Salvatrucha, Pandilla 18, la Mao Mao.

/ Foto Por Roberto Escobar

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2016-05-23 9:09:00

Dilma Rousseff, al igual que el Gobierno salvadoreño y sus homólogos en el Hemisferio, acusa a Brasil de “desconocer la voluntad soberana del pueblo brasileño”, como si al votar por alguien un país renunciara a sus leyes, a la honestidad, a sus libertades o a fiscalizar a sus gobernantes y especialmente a sus desgobernantes.

Cuando preguntaban a Fidel Castro por qué en Cuba no se celebraban elecciones, su respuesta fue que “el pueblo ya votó”, como ya votó por Ortega de Nicaragua o en Venezuela por Maduro, a quien el expresidente Mujica califica como más loco que una cabra. Y al votar por Chávez a los venezolanos se les encaramaron dos tiranos, como en la historia del Lazarillo de Tormes.

¿Por qué seguirse molestando con elecciones si “el pueblo ya votó”?

Admitimos. La masa brasileña votó engañada por ellos. Pero en ningún momento ese voto, ni en Brasil ni en ninguna democracia, es un cheque en blanco, una patente de corsario para que los electos hagan lo que les viene en gana, incluyendo proteger a corruptos o reelegirse y para ello cambiar la constitución de su país como Maduro y Correa.

Brasil es un país con toda clase de tradiciones, incluyendo sus carnavales y su samba. Pero una cosa es la samba y las microscópicas tangas de lindas mulatas en la playa de Copacabana, y otra, el orden constitucional. Y aunque Lula y la Rousseff manosearon ese orden y se rodearon de corruptos, lo que ahora se aplica es la ley, no la samba.

Los pasos para destituir a un desgobernante son precisos y protegiendo al cuestionado. Como en muchas democracias, los jefes de gobierno cuentan con grupos parlamentarios que los apoyan, hay mucho celo en que todo se ciña a lo debido, pero aún así los pataleos de Rousseff, que en un momento intentó blindar a Lula y en otro momento no evitó que se produjeran desórdenes violentos en varias ciudades de Brasil.
 

El país queda como un pedigüeño con garrote con derecho a amenazar  

El vocero del oficialismo criticó que el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil recordara los programas de cooperación con El Salvador como un vínculo que debería tomarse en cuenta antes de romper relaciones o criticar.

Pero mencionarlo, para ellos, es un chantaje; se concluye que la asistencia de Brasil hacia El Salvador, como digamos la de Estados Unidos o de Alemania, no implica cumplir con normas de urbanidad; esto hace ver a El Salvador como un pedigüeño con garrote, que no puede renunciar a su soberano derecho de amenazar o insultar a cooperantes.

 El poder en una democracia (no de lo que hablan aquí los rojos) es un privilegio que, como lo dijo Goethe sobre la libertad, se gana cada día. Se gana con sabiduría, con tolerancia, con sensatez, con honestidad.

Se gana respetando los pesos y contrapesos institucionales, se gana parlamentando y dialogando la problemática nacional, se gana administrando con eficiencia los escasos recursos de un pueblo que ha caído en crisis y cuyo gobierno va de pataleo en pataleo.

La desesperación de Rousseff y del Partido de los Trabajadores es más que comprensible; ambas presidencias se embadurnaron con dineros corruptos y eso puede llevarlos a la cárcel.