El milagro de la empanadita

Si la política de Macri se llega a parecer a la intención de este spot, ahí podrán empezar a construir una sociedad donde el intercambio no solo genere prosperidad sino un acercamiento social.

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Convenio fue firmado por el gerente del BCIE Raúl Castaneda y el ministro de Hacienda, Carlos Cáceres.

/ Foto Por René Estrada.

Por Ricardo Avelar*

2016-05-24 7:25:00

Hace unos días, la Presidencia de Argentina publicó un llamativo spot publicitario donde hablan del proceso para elaborar una empanada. El vídeo es una tropicalización del famoso ensayo “Yo, lápiz”, que Leonard Read escribió en la revista The Freeman en 1958. Aunque parece simple, el mensaje del vídeo es complejo: este bocadillo es un milagro. No de esos esotéricos, sino de la acción humana y del enorme potencial que las personas tenemos cuando decidimos cooperar.

El anuncio inicia con un cuestionamiento básico: ¿Qué se necesita para hacer una empanada? Y aunque la respuesta parece ser “un par de ingredientes y unos minutos de cocción”, en realidad este alimento involucra a decenas de personas y procesos que regularmente no se ven. 
En este caso, involucra a Edgardo, el dueño de las vacas, de su veterinario que las atiende y de quien transportará el queso que se extraiga. También a la persona que siembra el trigo y al que prepara la masa. Y así sucesivamente, hasta llegar a la abuela que se encarga de toda esta larga cadena de producción termina en una cena familiar.

Lo que el comercial nos cuenta no es solo una trama de decisiones económicas, sino lo que sucede en una sociedad donde reinan la buena fe y la cooperación. Estas permiten que aquello para lo que soy bueno vaya sumando valor cuando se une a aquello para lo que mi vecino es bueno. Este comercial es la esencia del libre mercado.

Me gusta pensar que quienes defendemos la libertad económica no lo hacemos para ponernos del lado del magnate que lleva décadas siendo un titán en su industria. A este, si ha hecho su riqueza de forma limpia y sin privilegios especiales, no hay que molestarle, hay que permitirle trabajar. 

Los que la defendemos lo hacemos porque creemos que el ingenio, las ideas y un poco de capital deberían transformarse en oportunidades y superación, no en sueños estrellados en el muro de la burocracia. También porque detestamos que entre gobernantes y “empresarios” abusivos se pacten trabas a los nuevos competidores. Y finalmente, por el “doble gracias” que sucede cuando los individuos intercambian. Porque todas las partes involucradas lo hacen para estar mejor.

Es desgarrador ver cómo en rincones donde el Estado se excedió en su intervención económica, no solo se generan inaceptables niveles de escasez y pobreza sino un rompimiento total de la base social. Las personas viven en recurrente desconfianza y no generan diálogos y relaciones constructivas. Por el contrario, se mantienen en constante confrontación e incluso traicionan a sus pares para ganar la simpatía, la indulgencia y alguno que otro favor del gobernante corrupto que maneja los bienes.

Es decepcionante ver a países otrora prósperos encontrarse ahogados en la desesperanza de no tener cómo sobrevivir y al mismo tiempo no poder encontrar en su ingenio y el de otros un camino para salir adelante.

El mérito de este spot no es solo su creatividad y quizá tampoco es la referencia a Leonard Read (aunque admito que el nerd en mí se emocionó muchísimo al verlo). El verdadero mérito está en empezar a comprometerse en construir los puentes de cooperación y hermandad que por años se han ahogado en una Argentina -o una región- rodeada de líderes corruptos de todas las procedencias ideológicas.

Si la política de Macri se llega a parecer a la intención de este spot, ahí podrán empezar a construir una sociedad donde el intercambio no solo genere prosperidad sino un acercamiento social. Donde la prosperidad dependa de una sana dinámica de satisfacer las necesidades de otros y no de ser servil y lambiscón del poder.

El primer milagro de la empanadita reside en que entendamos que aquellos que intercambian terminan viviendo en paz. El segundo milagro de la empanadita -y el más difícil- es que también lo comprendan nuestros gobernantes y cedan a su tentación de meterse en la economía. Es decir, que nos dejen volver a tejer los hilos de prosperidad y hermandad que hemos perdido en nuestra región.
 

*Columnista de El Diario de Hoy.