ANEP y miembros del gobierno iniciaron un diálogo para analizar la problemática nacional, tocando temas de urgencia como es el clima de confianza en el país, el combate a la delincuencia, un acuerdo fiscal sostenible, el impulso al sector agropecuario, la competitividad del país y la inversión pública.
No está definido, hasta donde sabemos, si las conclusiones son de cumplimiento obligatorio, si comprometen a las partes, o son lineamientos, deseos, para condicionar políticas futuras.
Tampoco está claro si las reuniones cuentan con el aval de las diversas facciones del comunismo, que siempre, como una estrategia, aparecen fragmentadas e inclusive hasta con posturas en apariencia contradictorias.
¿Reconocen los congregados el Orden de Derecho, la economía de mercado, la legitimidad de empresas y negocios que se levantan y operan cumpliendo con la ley y en competencia entre sí y con otras empresas y grupos regionales y mundiales?
¿Acatarán las resoluciones personajes como Medardo y su lucha contra la oligarquía neoliberal, “las señoras del Frente”, don Benito y sus arsenales de juguete y el tristemente célebre y ahora subterráneo “diputado patán”?
¿Cuál es el concepto de democracia que va a manejarse en las reuniones entre ambas partes? Hasta la fecha los comunistas hablan de democracia como un esquema elástico, que estiran, encogen, moldean, desconocen o entronizan de acuerdo con las circunstancias.
Hace muy poco, cuando el parlamento brasileño echó a Dilma Rousseff, el secretario de comunicaciones se dio golpes de pecho reiterando su fe democrática con una vehemencia que ni David Cameron, el premier británico, lo habría hecho mejor.
De lo que se trata ahora, empero, es de evitar juegos semánticos para asentar conceptos como universalmente se entienden.
Las palabras relacionadas con instituciones políticas se definen en la legislación de países de larga tradición democrática (es una referencia Japón y Uruguay, no lo es Arabia Saudita), en los grandes diccionarios (Webster, el Brockhaus de Alemania, la Real Academia) en algunos tratados internacionales como la Carta de la Organización de Estados Americanos.
Los frutos de ese encuentro deben ir viéndose de inmediato
Y en esto pondremos todo el énfasis en un hecho: no existe democracia si no existe una sustancial medida de libertad de expresión.
No hay libertad de expresión si echando mano de subterfugios y falsedades se amenaza la existencia de medios de información independientes o la libertad y seguridad de quienes opinen, informen, opongan, critiquen o respalden.
Si esas garantías no se aceptaran por los que representan al oficialismo, ANEP no tiene por qué continuar un ejercicio que no llevará a nada.
Y un paso esencial es poner sobre la mesa el documento elaborado por los comunistas, en el que fijan objetivos totalmente antagónicos con una democracia, como el control de los medios de producción, la imposición de un partido único, del comunismo como doctrina oficial y la “democracia verticalista”.
Lo mismo se puede decir de datos e informaciones: lo que vale no es lo que alguien saca de la manga, sino, como ejemplo, datos divulgados por el Banco Mundial.
No se puede afirmar que el producto bruto del país es de tanto si las medidoras internacionales señalan otras cifras.
Y aquí tocamos un punto fundamental de reglas básicas de un diálogo constructivo: no mentir, no enfrascarse en discusiones estériles, no echar mano de tácticas como cansar a la contraparte.
ANEP está dispuesta a examinar los principales problemas que afronta el país, pero debe procederse implementando las conclusiones o recomendaciones que se hagan.
Los frutos de ese diálogo tienen que verse a medida que se definan acuerdos.