Los mismos

Los políticos que tienen éxito se rodean de gente capaz, honesta y trabajadora. Mientras que los ineficientes pretenden imponer desde arriba un modelo de “como deberían funcionar las cosas”.

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El director de Subes El Salvador explicó que esa empresa recibió un préstamo millonario de Petrocaribe a través de Subes Panamá, que se usó para el sistema de cobro electrónico del pasaje.

/ Foto Por elsalv

Por Carlos Mayora Re*

2016-05-27 8:58:00

Casi sin excepción, nuestros políticos salen con muy baja estima en la consideración de la gente en las encuestas de opinión. No es de extrañar, pues las cosas públicas no van como deberían, y de eso tienen responsabilidad tanto los que gobiernan como los que están en la oposición. De la marcha bamboleante y casi a la deriva del país, piensa la mayoría, tienen culpa los políticos.

Sin embargo, somos los ciudadanos quienes seguimos “pescando en pecera”, eligiendo una y otra vez las mismas personas, las mismas ideologías, las mismas propuestas… como si –por a saber qué misterioso procedimiento–, al votar por ellos, al apostar simplemente por izquierda o derecha, por colores y consignas, el país empezará a caminar automáticamente por el rumbo correcto. De hecho, los mismos políticos se nos presentan a los electores como “salvadores del mundo”, personas que si son elegidas van a arreglarlo todo.

Pero, lamentablemente, las cosas no son tan sencillas. Dejando de lado cuestiones éticas, y centrándonos en un pensamiento más bien pragmático, la experiencia muestra que la gran diferencia entre los buenos y los malos políticos, no está en lo que dicen, sino en lo que hacen. Más aún: en lo que motivan hacer, tanto a sus colaboradores, como a los ciudadanos.

 Los políticos que tienen éxito se rodean de gente capaz, honesta y trabajadora. Mientras que los ineficientes pretenden imponer desde arriba un modelo de “como deberían funcionar las cosas”. Sus subalternos no tienen capacidad de innovación, únicamente de ejecución, y están convencidos de que seguir planes y obedecer órdenes es su deber. Los jefes mandan y disponen, pero ni se arremangan, ni se ponen a trabajar al lado de sus colaboradores. 

Los políticos que triunfan lo hacen porque sus conciudadanos también son exitosos, y viceversa. De hecho, los países que más han progresado en temas sociales, y no sólo económicos, tienen gobernantes que hacen menos, mucho menos para “gobernar” que en los países atrasados.

Mejoras radicales como las de Irlanda, Finlandia y Chile –por poner algunos ejemplos–, se dieron porque los funcionarios se preocuparon y se ocuparon más de la capacitación y mejoramiento de los maestros que del aparato estatal educativo, más de la calidad de los médicos que del sistema de salud, más de abrir oportunidades que de subsidiar… De hecho, en esos países lo que ha triunfado, más que un modelo económico, ideológico o político, es una forma de actuar basada en principios que no solo defienden las libertades cívicas, sino que las promueven con todas sus consecuencias, teóricas y prácticas.

La mentalidad de “solución definitiva”, o el empeño por alinear a todos con una forma única de pensar, y por lo tanto una única manera de hacer, conduce al retraso provocado por frenos ideológicos y disputas de poder entre los políticos y funcionarios. Cuba, Venezuela, Corea del Norte… son ejemplos patéticos de lo que vengo diciendo.

Los políticos ineficientes creen en las estructuras, mientras que los que logran resultados creen en las personas. Por eso los primeros trabajan en la centralización del poder, y apuestan a los esquemas rígidos, se sienten cómodos en las ideologías. Mientras los segundos son más partidarios de la capacidad individual de sus conciudadanos, del uso que hagan de su libertad, que de armar tinglados y planes súper articulados.

Queda preguntarnos por quienes estamos dispuestos a apostar: ¿por los que hacen descansar su capacidad de transformación en el sistema, en las estructuras, en los cuadros; o por quienes –yendo ellos por delante–, sin ignorar la necesidad de trabajar en el mejoramiento de las condiciones estructurales y coyunturales, apuesten más por las personas que a los sistemas? ¿Líderes o capataces…? Esa es la cuestión.
 

* Columnista de El Diario de Hoy.
@carlosmayorare