Las Charadas de Leo

Leonardo Heredia se consagra como el maestro de cultura y lenguaje que mostró la televisión, elegantemente vestido con traje y corbata, con gruesos lentes de intelectual y porte inglés a lo Sir David Niven o Sir Alec Guinness.

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Foto Por EDH

Por Mario González*

2016-05-28 8:12:00

Siempre en mi memoria resuena la frase “¡Es que es lindo El Salvador!” en la voz de mi buen amigo, Leonardo Heredia, a quien la Providencia y mi otro compañero de oficio, Memito Cañadas, me dieron el privilegio de conocer y estimar.

Además de los sentimientos de amor y pertenencia salvadoreña, esas palabras encierran todo lo bello y hermoso que ha sido la vida de nuestras generaciones en este país: los que jugamos chibola, trompo o capirucho; los que nos quitábamos la sed con una buena horchata, ensalada o agua dulce; los de las madrugadas de serenata con guitarras, poesía o bohemia; los que tomábamos atol shuco con frijoles en los amaneceres; los de las pupusas y los tamales de los sábados en familia; los de las salidas de amigos a la Puerta del Diablo o a Los Chorros; los que cada día le damos gracias por la vida y por la familia al “Colocho”.

Estos son algunos sentimientos que movió en mí el nuevo libro de Leo, “Charadas”, una irreverente colección de hechos, tradiciones y reminiscencias de El Salvador que conocimos y que está luchando por no morir.

Pues sí. El texto me conjuga hechos tan tristes y cruentos, como la represión de la concentración del 28 de febrero de 1977 en la Plaza Libertad y los secuestros de la guerrilla en los 70, con decires tan vernáculos como “¡chinchilete! ¡Yo machete!”, “Golpeavisa, sacasangre y no hay justicia” o “y siacabuche cara’e chucho” hasta las más altisonantes, pero por eso no menos castizas, “malas palabras” que por respeto no me atrevo a repetir en esta columna.

De esa manera, Leo se consagra como el maestro de cultura y lenguaje que siempre mostró la televisión, elegantemente vestido con traje y corbata, con gruesos lentes de intelectual y porte inglés a lo Sir David Niven o Sir Alec Guinness, con esa voz gutural y dicción impecables en el mejor estilo del declamador mexicano Guillermo Portillo Acosta.

De rostro apacible pero serio, Leo nunca ha dudado en sonreír y sacar su ángel. Aunque no era propiamente su generación, su versatilidad fue pieza clave en el auge de la radiodifusión juvenil de la Nueva Ola en El Salvador a mediados de los 60 y llegó a fundar Radio Femenina, “la Voz de la Nueva Generación”, en consonancia con los DJ más populares de entonces como Tito Carías, Willie Maldonado, Rolando Orellana y otros.

Todos los hechos más notables de la radio y la televisión están guardados en su acervo, el cual no duda en compartir en una buena tertulia, que se convierte en una cátedra más.

Las Charadas son así un documental de historia contemporánea, anécdotas del pueblo, en el más puro castellano del vulgo y mucho amor por lo nuestro.

Las historias recuerdan la “decisión, definición y firmeza” del gobierno de Molina, los hechos que desencadenaron la guerra como la represión de la marcha de estudiantes del 30 de julio de 1975 y el asesinato del canciller Mauricio Borgonovo Pohl en mayo de 1977 hasta el asesinato de monseñor Romero tres años más tarde.

Hasta entonces fue el “País de la Sonrisa”, el de las ciudades y pueblos apacibles, el de las fiestas con cohetes de vara y los Viejos de Agosto, el Chichimeco y la Giganta de Jocoro, el de la fe viva en su Creador y el de la solidaridad inmediata y oportuna con sus hermanos golpeados por guerras, terremotos y huracanes.

La brutal guerra de los 80 marcó un quiebre cultural y social, que nuestra gente está tratando de superar y volver a las raíces.
Eso es este trabajo quijotesco de Leo, como el de tantos otros gambusinos anónimos de nuestra historia y tradiciones.

Don Leo, usted sigue siendo el maestro bien bañado y trajeado que nos enseñaba la Ruleta del Saber en la televisión, que nos invitaba a la buena lectura y la poesía, nuestro modelo para la declamación, el que nos inspiraba a personificar a la ecuanimidad misma y hasta contribuyó a afianzar nuestra vocación de comunicadores; con tanto en la matata de la vida y la experiencia, usted nos da siempre una lección de humildad proverbial y nos prodiga una amistad a raudales. Ojalá nos comparta más de su acervo y sus sueños a nosotros, los que fuimos sus alumnos al otro lado de la pantalla.

Y, como usted bien dice, por ahora… se acabuche pata’e cuche… calabaza, calabaza, cada quien para su casa, y me monto en un potro para algún día contarles otro…

*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.