La obra del maestro renacentista holandés, con sus escenas monstruosas y apocalípticas, retratan la lucha del hombre contra la tentación, pero también momentos idílicos en el paraíso. Ha fascinado por siglos a quienes la observan, pero pocas veces ha sido reunida en tan gran cantidad bajo un mismo techo. La exposición inaugurada el lunes por el rey Felipe VI de España fue calificada como única y muy probablemente irrepetible. Permanecerá abierta hasta el 11 de septiembre.
Las piezas principales son los trípticos de El Bosco, especialmente “El jardín de las delicias”, “El carro de heno”, ambos de la colección de El Prado, y “Las tentaciones de San Antonio”, del Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa. En total la muestra incluye unas 50 piezas, incluyendo 29 pinturas de El Bosco y dibujos, que según el Prado constituye el 75% del acervo que se ha conservado de su producción. Cerca de 20 museos en Europa y Estados Unidos contribuyeron a la muestra.
En la inauguración acompañó al rey Felipe la princesa Beatriz de Holanda, quien abdicó al trono en favor de su hijo Guillermo en 2013.
Los temas religiosos han dominado la obra de El Bosco, pero su fama se debe principalmente a los paisajes bizarros y escenas que pintó llenas de demonios voladores, figuras humanas con cabeza de pescado, cabezas caminantes y otros personajes raros haciendo actividades grotescas e indescifrables. Pocos quedan indiferentes ante sus detalles deslumbrantes y ligeramente perturbadores.
El director adjunto de conservación e investigación del Prado, Miguel Falomir, dijo que la evidencia de esto era que las salas dedicadas a El Bosco eran de las más visitadas en el museo y donde la gente se quedaba más tiempo.
Hieronymus van Aeken “El Bosco” nació cerca de 1450 en la ciudad de Bolduque, Holanda, cuyo nombre en holandés es S’Hertogenbosch, el pintor lo adoptó para su firma “Bosch”. Murió en esa misma localidad en 1516.
La exhibición en El Prado llega tras una similar montada en Bolduque, pero a la que le hacían falta varias piezas clave.
España, en especial El Prado, posee la mejor parte del acervo de El Bosco en gran medida gracias al rey Felipe II, quien fue un ávido coleccionista de arte y admirador de la obra del artista.