Hoy se celebra el Día Mundial del Libro. Con el afán de fomentar la lectura en nuestro país, se están realizando diferentes actividades que, ojalá, contribuyan verdaderamente a nuestra cultura y a mejorar nuestro lenguaje, tan empobrecido.
Recientemente escribió Tere de López sobre algunos pecados capitales en este sentido, que vale la pena reiterar.
Por ejemplo, hemos sustituido el verbo abrir por el inexistente “aperturar”. Esa barbaridad la repiten banqueros de todo nivel e, incluso, aparece en documentos oficiales de instituciones públicas y privadas. Veamos: si el antónimo de abrir es cerrar, el antónimo de “aperturar” sería “cerradurar”. ¿Usaría usted semejante expresión? Recordemos: abrir y cerrar son verbos; apertura y cerradura son sustantivos.
Tere mencionó también la palabra “descendencia” (hijos, nietos, bisnietos, etc.), usada incorrectamente cuando se refiere a la “ascendencia” (padres, abuelos, bisabuelos, etc.) de una persona. Y condenó la infinita repetición de “lo que es”. (Para ejemplo, veamos uno terriblemente ridículo: “voy a tomar lo que es agua”).
Ya no usamos “acceder”, como el idioma correctamente lo indica, sino “accesar”, posiblemente por una mala traducción del inglés. Otro verbo que mal empleamos es “cancelar”: si dijera “vengo a cancelar (en lugar de vengo a pagar) este pasaje”, la aerolínea lo anularía al entender que ya no viajaré. Tampoco usamos el futuro de los verbos: en lugar de “iré”, decimos “voy a ir”. Así como hace este gobierno, que siempre dice “vamos a hacer…” y no hacen nada bueno; pero el verbo “despilfarrar” lo conjugan en todos los tiempos.
Por eso es tan importante la lectura de buenos libros. Primero, porque es un verdadero placer. Además, porque viajamos a otras épocas y a otros lugares, vivimos las experiencias de diferentes vidas y circunstancias, adquirimos conocimientos y, principalmente, aprendemos a ponernos en los zapatos de los demás, mediante la práctica de colocarnos en la piel de cada personaje. La buena lectura no tiene desperdicio.
Siempre fui apasionada lectora; sin embargo, por muchísimos años dejé de leer por placer, ante la necesidad de informarme sobre los temas relativos a mi trabajo: economía, administración, leyes, etc. Todavía lo hago, y con mucho gusto, pero he retomado las novelas históricas, mis favoritas, conociendo a nuevos autores y releyendo a los de mi juventud.
Lo que más me ha impresionado es la riqueza del lenguaje de algunos escritores, españoles principalmente. Siempre encuentro palabras para mí desconocidas, aunque dentro del contexto se comprenda perfectamente su significado. Pero aún entonces, las anoto para buscarlas posteriormente en el diccionario (http://dle.rae.es/?w=diccionario). Hay autores, como Ricardo de la Cierva o Juan Manuel de Prada, que me han obligado a buscar el significado para decenas de palabras. Un reto, un juego simpático cuando la vida diaria nos obliga a enfrentar tantos problemas, tan graves y desagradables.
Todos deberíamos leer, como mínimo, un libro al mes. Principalmente, los comunicadores (aquí, un llamado de auxilio a las Universidades que ofrecen la Licenciatura en Comunicaciones). Fuera las muletillas como “lo que es”, o “a esta hora de la mañana”. O el profesional que a todo responde “perfecto” aunque su entrevistado haya informado que hubo 35 asesinatos en las últimas 24 horas. Los comunicadores, además de ganarse a la población por su credibilidad, pueden también ganarse nuestro agradecimiento por culturizarnos.
Ojalá que este Día del Libro lo aprovechemos bien, aficionándonos a la buena lectura.
*Columnista de El Diario de Hoy.