Algunos consideran que si las medidas recientemente implementadas para frenar la ola delincuencial no son integrales están condenadas de antemano a fracasar. Al respecto nadie ha dicho que las tales medidas van a solucionar el problema que por supuesto amerita de muchas acciones adicionales que vendrán en el futuro, pero ante la situación de emergencia en que se encuentra el país, es procedente llevar a la práctica medidas puntuales que al menos aflojen la soga que la población tiene al cuello. ¡Primero hay que salvar a la gente que se está ahogando, después se les pueden dar cursos de prevención, incluso enseñarles a nadar!
Una vez controlada la situación y sobre todo recuperado el territorio podría pensarse en otras acciones más integrales como readaptación al menos de los susceptibles de recuperar (No los incurables), prevención, etc. cuyos resultados como todos sabemos son de mediano y largo plazo.
Otros, por su parte, insisten con el diálogo como solución de fondo al problema de la inseguridad. En efecto, el diálogo es un recurso que funciona, pero entre personas normales que practican los valores y tienen capacidad para asumir compromisos, convenios, acuerdos y responsabilidades. ¿Será posible dialogar con psicópatas que no pueden distinguir el bien del mal, a quienes les da lo mismo decapitar un pollo que una persona, que jamás han cumplido un compromiso y que nunca han respetado al prójimo? ¿Se puede conversar con seriedad con un individuo con personalidad criminal que cada vez que sale libre de la cárcel reincide invariablemente dada su incurable perturbación emocional y mental?
No faltan los que proponen la prevención como piedra angular como si tratara de implementar normativas de tránsito. ¿Será que no tienen idea del significado de la prevención? En realidad, la prevención requiere de muchos recursos que el país no tiene y apunta hacia el desarrollo humano, hacia hogares completos donde los jóvenes perciben que pertenecen a una familia con acceso a la educación, salud, vivienda, trabajo, recreación y sobre todo oportunidades para capacitarse, trabajar, crecer y desarrollarse. En su verdadera connotación, como puede observarse, va mucho más allá de poner un agente de la PNC detrás de cada joven, instalar cámaras en todos los rincones y decomisar las armas de fuego.
Llama la atención la preocupación de varios jerarcas y pastores de iglesias que “temen que se abuse de la fuerza” aun cuando los pandilleros abusan sistemáticamente de sus víctimas. Piden que no se incurra en excesos aun cuando los antisociales no se tocan los hígados para decapitar, desmembrar, matar niños y mujeres embarazadas. Finalmente exigen “Que se trate a los convictos de conformidad con la ley” como si ellos respetan alguna ley.
En ocasión del traslado de 299 cabecillas al penal de Quezaltepeque, los diferentes medios de comunicación presentaron imágenes de pandilleros gordos, robustos, bien alimentados y cuidados. Choca que se utilicen los impuestos de los contribuyentes para engordar holgazanes. Deberían obligarlos a trabajar para que se ganen al menos el sustento de cada día, podrían por ejemplo asear los mercados municipales, contribuir con el bacheo de las calles, colaborar con la destrucción y eliminación de los criaderos de zancudos sobre todo en el área rural, reforestar los manglares y limpiar de basura las quebradas, ríos, lago, playas y esteros.
* Colaborador de El Diario de Hoy