En su fuero íntimo, el salvadoreño Andre Guttfreund sabía que tenía escasas posibilidades de ganar el Oscar. Corría el año 1977 y el cortometraje que él produjo, “In the Region of Ice”, competía -entre otros- con “Number One”, de Dyan Cannon, esposa del mítico Cary Grant, leyenda de Hollywood que había utilizado toda su influencia entre sus amigos de la Academia para que votaran por su mujer. A Andre no le importaba perder. Solo el hecho de estar nominado ya era una gran victoria, más teniendo en cuenta que era su ópera prima.
Guttfreund, nacido en El Salvador de padre alemán y madre rumana, se probaba frente al espejo el frac que había rentado para usar en la gala del Dorothy Chandler Pavilion cuando un pensamiento fugaz atravesó su mente. “¿Y si gano? ¿Qué voy a hacer si gano el Oscar?”, se dijo. Inmediatamente después tomó un lapicero, hurgó en su bolsillo hasta encontrar un papel y empezó a pergeñar el discurso que daría al mundo en el remotísimo caso de que tuviera que levantar la estatuilla. Tan seguro estaba de que no iba a usarlo que lo escribió en la parte de atrás de la factura del alquiler del frac.
Lo que sigue es más o menos conocido, aunque no todos saben que El Salvador es el único país de Centroamérica que tiene un ganador del Oscar. Aquel discurso que escribió en el recibo solo para aplacar la ansiedad hoy puede leerse, completo, en la página oficial de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. A casi 40 años de aquella noche, Guttfreund recuerda junto a El Diario de Hoy algunos momentos de su carrera.
Un vaso con agua, el paquete de cigarrillos indonesios Djarum Cherry Black a mano, el Oscar que brilla desde lejos, varias montañas de DVD que le envía la Academia para que vote son testigos de una plática que se extiende por horas…
EL DISCURSO
“Todo fue raro aquella noche. El conductor de la ceremonia era el inglés Marty Feldman, estaba nervioso, sentía la presión de estar en vivo ante tanta gente. Tanto que se olvidó de mencionar a los nominados. Abrió el sobre y dijo quién había ganado directamente. Fue un shock… Lo primero que pensé fue en Dyan Cannon, ella estaba segura de que iba a ganar y al final ni siquiera la nombraron. Así que por eso me tomé el trabajo de nombrar a todos los nominados antes de dar mis agradecimientos”.
LA BROMA
“En el momento de la entrega de mi Óscar, a Marty Feldman se le cae la estatuilla y estalla en mil pedazos en el escenario. Era parte de una broma que tenían preparada, pero no fue muy graciosa. A mí no me pareció divertida”.
LA FIESTA
“A la ceremonia solo fuimos con Peter Wermer, el director, y nuestras respectivas novias. El resto esperaba en mi casa de Los Ángeles. Nosotros íbamos a celebrar igual, aún sabiendo que no íbamos a ganar. Allí estaban mis padres, los actores, todos los que trabajaron. Estábamos preparados para festejar hasta las 5:00 de la mañana. Imagínate lo que pasó cuando ganamos el Óscar”.
EL PROCESO
“Todo fue un gran esfuerzo. La película era nuestra tesis de la maestría que estábamos haciendo en el American Film Institute. El rodaje duró dos semanas y media, pero fueron como siete meses de preproducción. La AFI nos dio 10,000 dólares, nosotros pusimos 6,000, Panavision nos prestó todo el equipo y los actores no cobraron”.
LA EXHIBICIÓN
“Para que una película compita por el Óscar, aunque sea un corto, tiene que haberse proyectado al menos dos semanas en un cine de Estados Unidos. Fuimos a los cines Laemmle, que por ese entonces pasaban películas de Fellini y Cassavetes y nos dieron la oportunidad. En la marquesina decía ‘mostrando películas que compiten para el Óscar’, y ahí estaba la nuestra.
LA MEMBRESÍA
“Aunque ganes un Óscar por un cortometraje, hasta que no hayas conseguido un trabajo como profesional no puedes pasar a formar parte de la Academia. Yo estaba trabajando como asistente del productor Tony Bill en ‘El Golpe’, con Paul Newman y Robert Redford, y él fue quien me presentó. Me aceptaron y soy miembro desde finales de 1977. Voto todos los años para elegir a los ganadores del Óscar”.
LA MADRINA
“Quedar entre los nominados fue una sorpresa. Pasaron el corto en la sala de la Academia, junto con los otros cuatro, para que la vieran los miembros. Ahí estaban Dyan Cannon y Cary Grant y ellos se llevaron los grandes aplausos. Al día siguiente me llamó la actriz Shelley Winters, a quien no conocía personalmente, para felicitarme por la película. Dijo que le había gustado mucho, que era mejor que la de Dyan y que iba a llamar a algunos para que voten por la mejor película y no por amiguísimo. Creo que eso nos ayudó a ganar”.
LA ESTATUILLA
“Durante tres años la tuve escondida en el closet. No quería que esa victoria se filtrara en mi actitud. Tenía que pensar en lo que venía y no celebrar lo que pasó. Ahora está aquí en mi casa de San Salvador, pero jamás la tuve en una vitrina iluminada. Es más, cuando vivía en Santa Mónica, por el efecto del mar, se me picó. Me lo rebañaron en oro en la Academia, supuestamente tienes que pagar 400 dólares por el proceso, pero al final no me cobraron”.
LA FAMILIA
“Me considero salvadoreño 100%. Nací aquí. Mi padre vino de Alemania a trabajar con un tío y se enamoró de El Salvador. Al principio su trabajo era llevar telas en mula. Mi abuelo, que como todo judío empezaba a tener problemas con Hitler, se fue a vivir a Brasil, que era uno de los pocos países que los recibía. En uno de los viajes de mi padre a Brasil es que conoció a mi madre, una actriz rumana, que también huía de los nazis”.
EL CIUDADANO
“Estuve viviendo como 30 años en EE. UU. y nunca apliqué para la ciudadanía. Yo soy de El Salvador, pero quizás pronto, por una cuestión práctica, acabe haciéndolo, ya que de lo contrario tengo que viajar demasiadas veces para mantener la residencia allá. Además, no quería aplicar bajo ciertos presidentes… Espero que ganen los más progresistas, porque si gana Donald Trump muchas ganas no voy a tener…”.
LA EDUCACIÓN
“Hice el prebachillerato en la Escuela Americana. A los 13 años me fui a estudiar a Arizona a una escuela en la que vivíamos en comunidad. Uno de mis mejores amigos en esa época era Freddy Cristiani. Él fue a una escuela militar en Nueva York y yo a una escuela hippie. Después me fui a Boston a estudiar ciencias políticas, aunque acabé haciendo teatro e incluso estuve un año en Londres tomando cursos y viviendo en un kibutz en Israel”.
LOS MAESTROS
“En Londres tuve nada menos que a Lawrence Olivier como profesor. Después conocí a Roberto Rossellini, y ya cuando fui a estudiar cine al AFI, en Beverly Hills, tuvimos la oportunidad de recibir consejos de los más grandes directores del momento: Billy Wilder, John Huston, Alfred Hitchcock, Orson Wells, Marlene Dietrich…”.
EL CAMBIO
“Yo era un hombre de teatro. Fue el italiano Roberto Rossellini, cuando vino a El Salvador, quien me convenció de que tenía que hacer cine. ‘Tu no te diste cuenta, pero eres cineasta. Dirigiste esa obra de teatro como si fuera cine. Tienes que dirigir cine’, me dijo. Junto con él estaba Tony Vallani, que era el secretario del conservatorio de la AFI, y me dieron una beca para estudiar allí, en Beverly Hills”.
EL FUTURO
“Desde 2011 que estoy trabajando con el cine salvadoreño y veo mucho futuro. Estamos muy bien con los documentales, son excelentes. Lo que faltan son historias de ficción, pero vamos mejorando. Ahora tenemos presupuesto, más de 1.5 millones gracias al Ministerio de Economía y otros aportes. En estos momentos hay cinco proyectos en posproducción y ocho en preproducción. El reto es que salgan bien”.
EL DESAFÍO
“La clave es el cine de ficción, porque eso hace movilizar a la industria. Tenemos que encontrar un gran cuento que se convierta en un gran guión. No hay nada que diga que no se puede hacer una gran película solo en una casa y un parque. No tiene que haber helicópteros y efectos especiales. El cine pobre, como lo llaman algunos, también da premios”.
EL MIEMBRO
“Por ser parte de la Academia, voto para los Óscars todos los años. Desde hace dos años se hace vía Internet. Los estudios me envían a mi casa todas las películas. Además, la Academia se encarga de mandarme los DVD con los cortos, documentales y filmes extranjeros. Entiendo que en el futuro van a enviar solo un link para que uno pueda verlas online, por streaming, pero aquí el Internet a veces se corta”.
EL FRAC
“El tuxedo del Óscar que había rentado lo compré. ¡Con ese gané el Óscar! Ahora estará en alguna caja, y probablemente en el bolsillo esté aquel papelito con el speech. Le perdí el rastro al frac, en ese momento tenía una cintura de 32 pulgadas, ahora de 36…”.