La semana pasada, me vi inmersa en una batalla perdida. Iba cabeza a cabeza con la persona más obstinada que conozco –mi hija de 3 años. Era la hora del día que espero con más ansiedad –la siesta.
Después de escuchar su rabieta con una larga lista de razones por las que no necesitaba dormir la siesta (en una voz chillona, frotándose los ojos, a punto de desplomarse totalmente), estaba dispuesta a tirar la toalla y darme por vencida.
Pero antes de tomar conciencia de lo que estaba diciendo, le dije que tenía una solución. “Perfecto. Mamá hará la siesta en tu lugar”, dije. Abrió grandes los ojos. Estoy convencida de que pensó que no me había oído bien. “Espera”, dijo, en un tono de incredulidad. “¿Vas a hacer la siesta por mí?”
De golpe, la siesta le pareció una buena idea para ella, principalmente porque se impuso la mentalidad “es mía y no de ella” (típica de los 3 años). Fue el máximo de la psicología inversa –un nivel de engaño de crianza que casi seguro no volverá a darme resultado en un futuro inmediato. Pero, oh, cómo desearía que hubiera aceptado esa oferta.
Ese intercambio de tiempo de siesta me llevó a pensar. De niños, la mayoría de nosotros no veíamos la hora de crecer –comer lo que queremos, hacer lo que queremos, no tener que obedecer ninguna de esas tontas reglas. Ahora, como madre, me veo deseando que esas tontas reglas se aplicaran todavía.
La expresión “gusta lo ajeno más por ajeno que por bueno” adquiere un significado totalmente nuevo desde la perspectiva de los padres ¿no es cierto? Sólo por diversión, analiza esta lista de reglas que con todo gusto y voluntariamente suscribiría si alguna vez tuviera la oportunidad:
– Empecemos por la más obvia ¿no? Las siestas diarias. No hace falta decir nada más.
– La asignación semanal por realizar tareas hogareñas. Una casa limpia ¿y con una remuneración? Sin discusiones.
– Descansos equivalentes a la edad. ¿Tomarse 30 minutos ‘para pensarlo’? Me anoto.
– Alguien que me baje ingesta de azúcar. Adiós, peso del embarazo.
– Rabieta significa irse a la cama temprano.
– ¿A quién trato de engañar? Irse a la cama temprano siempre.
– Golosinas por ir al baño. Para mí un Reese’s, por favor.
– Veinte minutos de lectura por día. A los libros en mi mesa de noche les haría muy bien que les quitaran el polvo. Shh, mamá está leyendo.
– No hables con extraños. De pronto, el almacén se volvió más atractivo.
– Tres bocados grandes de verdura antes de comer el postre. ¿Sólo tres, más el postre?
– Compras de ropa nueva para el comienzo de las clases.
– Alguien que elija tu ropa. Seguro que se llama “asistente personal de compras”. Discúlpenme, mientras actualizo el título en mi CV de mamá.
– No tienes permiso para prepararte la comida. ¡Qué lástima! Bueno, está bien, ya que insisten.
– Alguien te controla la tarea.
– Puedes excusarte de ir a la escuela con la debida notificación de tu casa. Aquí tiene, jefe.