Una pareja de esposos han convertido el momento más duro de sus vidas, el haber perdido a su hija, en la inspiración para poder aliviar las duras condiciones que deben enfrentar los padres de los niños ingresados en el Hospital Benjamín Bloom.
Hace dos años comenzaron a trabajar los fines de semana para poder llevar alimentos a los padres, que a veces no tienen para comprar su comida y han pasado semanas sin salir del hospital.
Pero volver al Bloom no estaba en los planes de Carmina Lorena Alegría después de la muerte de su hija en 2007.
Junto a su esposo, José Flores, habían pasado más de dos años en un ir y venir desde su casa al hospital, donde estaba ingresada Roxana, quien había sido diagnosticada con leucemia, a los 16 años.
La niñez de Roxana había estado marcada por visitas a médicos y largos períodos de estadía en el Bloom.
Antes de que le detectaran la leucemia, ella ya había sido tratada por un tumor en el estómago, cuando tenía 10 años.
Las gradas del Bloom se volvieron un lugar en el que los padres se reunían y se distraían del resto del hospital y del dolor de sus hijos, por el que no podían hacer más que estar a su lado y prometerles su cariño.
Carmina Alegría conoció a madres que pasaban meses sin poder regresar a sus casas y con condiciones económicas duras, por lo que a veces no comían.
Bañarse todos los días y lavar la ropa que andan es casi un lujo para los padres, ya que deben pagar en tiendas o en ‘car wash’ que están en los alrededores del hospital.
En los días en que estuvo ingresada su hija, los padres debían dormir en duras sillas de plástico o en cartones debajo de las camillas de los niños.
El dolor de su hija y del resto de niños que conoció empujó a Carmina Alegría a comenzar a ser donante de plaquetas y de sangre, era su forma de ayudar al tratamiento de los pequeños.
Pero en noviembre de 2007, el jefe de Oncología les informó que Roxana solo tenía una semana de vida. La niña murió a las 2:00 de la madrugada del 2 de diciembre de 2007.
Alegría necesitaba alejarse de ese dolor y para esa época ya casi llegaba a los nueve meses de embarazo de su hijo menor.
“Me retiré un poco por la muerte de mi hija y de los otros niños que estaban en el mismo sector”, contó.
Pero no podía dejar atrás el recuerdo de los padres que seguían en medio de la misma tragedia que ellos habían experimentado.
Cuando se daba cuenta de casos de pacientes que necesitaban ayuda para un tratamiento o insumos, ella comenzó a hacer presión a políticos y funcionarios a través de las redes sociales, así como a dar a conocer sobre las condiciones que pasan los padres de pacientes del Bloom.
Pero su llamado también llegó a personas altruistas que querían saber cómo ayudar y junto con su esposo decidieron atender una de las principales necesidades de los padres: la alimentación.
“Los niños sufren, los hace madurar muy rápido la enfermedad, sufren las necesidades de sus papás, me dicen fíjese que mi mamá no ha comida. Uno piensa que porque están enfermos no se dan cuenta de las realidades de sus papás, mentiras ellos se dan cuenta de todo”, expresó Alegría.
Desde entonces todos los fines de semana llevan comida al Bloom en familia. La hija de 16 años y el hijo menor, de ocho, también los acompañan con entusiasmo.
Dura estadía
Mirna Gutiérrez ha pasado más de un mes sin dejar el Bloom, comprometida a atender todo lo posible a su hija, de tres años, que ha sufrido una recaída por la leucemia.
La niña fue diagnosticada cuando tenía un año y desde entonces han pasado viajando para sus consultas de Nahuizalco, Sonsonate, al Bloom, pero tras la última recaída no han podido volver a casa.
La madre contó que para bañarse deben pagar $0.50 en las tiendas o ‘car wash’, que están alrededor del Bloom, para que les presten los baños.
“Nos bañamos un día sí, un día no, a veces a los dos o tres días”, para no gastar más de la cuenta.
Los cambios de ropa que llevaban antes de ingresar al hospital pronto se acaban.
En los negocios cercanos al Bloom también les prestan lavaderos para que laven y tiendan la ropa, pero les cobran $1 por dos piezas, a veces solo por una.
Son varios los papás que les han salido hongos al usar esos baños.
Alegría les ha conseguido cremas a varios. Ella también ha comenzado a recolectar suéteres y frazadas, porque el aire acondicionado en Oncología es muy fuerte y les cuesta dormir a los niños y a sus padres.
Cuando es necesario comparar un paquete de pañales o toallas húmedas para su hija, debe dejar de comer uno o dos tiempos.
“Es bien crítico porque tal vez uno viene preparado para tres o cuatro días, pero después uno se tiene que rebuscar para ver cómo hace, a veces ni puede salir a bañarse porque no tiene el dinero”, contó Yesica Ventura, quien ya lleva 15 días en el Bloom junto a su hija de cuatro años.
Ventura comentó que antes no le gustaba tener que bañarse en los negocios fuera del Bloom y que le ha tocado pasar con la misma ropa varios días porque no puede pagar para lavarla y a veces solo come una vez al día.
El resto de la familia también ha sufrido. Ventura tuvo que sacar a su hijo, de 11 años, de la escuela cuando la niña fue diagnosticada con leucemia. El niño debe acompañar todos los días al papá a su trabajo.
Mirna Gutiérrez no ha visto a sus otras dos hijas, de 13 y 10 años, en varias semanas y ha tenido que pedir a su suegro que las cuide mientras su esposo trabaja.
Ventura y Gutiérrez fueron parte del grupo de 50 madres que recibieron el sábado por la noche una cena navideña de parte de Alegría y su familia.
Bajaron apresuradas, para no dejar mucho tiempo solos a sus hijos, pero muy agradecidas.
“Ellos entienden el dolor que nosotros pasamos, aguantando hambre y frío. Saben las necesidades que uno pasa acá”, dijo Gutiérrez.
Solidaridad a los padres
Las personas que estén interesadas en apoyar a Carmina Alegría y a los padres de pacientes del Bloom pueden donar a la cuenta 03220043537 del Banco Agrícola, a nombre de José Flores. Además de llevar los alimentos, los esposos han comenzado a recolectar ropa, pañales y otros insumos que puedan necesitar los padres, así como sus hijos.