En momentos de estrés, ansiedad o frustración, posiblemente haya escuchado aquello de “relájese, respire profundo y mantenga la calma”. ¿Lo ha intentado alguna vez; realmente, lo ha intentado? Muchas prácticas de meditación utilizan técnicas respiratorias a fin de promover un estado de calma.
“No es necesario practicar la meditación durante años para beneficiarse de esta técnica, y los niños tampoco lo necesitan”, dice la doctora Peggy Decker, pediatra del Sistema de Salud de Mayo Clinic. “En realidad, los niños suelen sacar provecho a esta técnica simple de relajación”.
Técnica de respiración profunda
Según el Instituto Americano de Estrés, la respiración profunda aumenta la provisión de oxígeno al cerebro y estimula el sistema nervioso parasimpático, promoviendo un estado de calma. La respiración controlada, también conocida como respiración abdominal o diafragmática, se refiere a la inhalación lenta y profunda de aire que expande el diafragma y lleva el aire hasta el fondo de los pulmones, obligando al abdomen a levantarse a medida que los pulmones se llenan de aire.
Este tipo de técnica respiratoria puede llevar a una persona desde un estado mental alterado, en el que predomina el instinto de lucha o fuga y de alerta máxima, a un estado en el que la frecuencia cardíaca es más lenta, la presión arterial es menor y disminuye el dolor.
Para niños y adolescentes
Los niños pequeños y los adolescentes pueden aprender y practicar la respiración profunda para reforzar la conexión entre mente y cuerpo, además de controlar aquellas emociones que, a veces, parecen abrumadoras.
Los niños, en especial, pueden aplicar esta técnica cuando están preocupados, tristes o adoloridos. Añadir visualización dirigida o frases generalmente ayuda a que la respiración profunda sea más eficaz: “inhala todo lo bueno y exhala todo lo malo”, o “exhala el dolor”. Algunos niños posiblemente respondan mejor a la visualización dirigida que evoca escenas, olores y sonidos conocidos, o lugares favoritos, más que al movimiento.
“He usado estas burbujas y molinetes como distracción y medio de promover la respiración profunda cuando es necesario extraer sangre a mis pacientes pediátricos o ponerles una inyección”, explica la doctora Decker.
¿Cómo empezar?
Encuentre una posición cómoda; de ser posible, recostado sobre una superficie plana.
Coloque sobre el vientre una mano o un objeto, como un peluche o incluso un libro. La mano o el objeto deben subir a medida que usted inhala el aire y deben bajar mientras exhala el aire lentamente durante un período de varios segundos.
Inhale por la nariz y exhale por la boca. Deje que los hombros y el cuello se relajen con el movimiento del abdomen. Repítalo de 15 a 20 veces.
Considere añadir mentalmente una frase a la respiración: “Estoy”, mientras inhala; “relajado”, cuando exhala. Puede asimismo contar lentamente hasta cuatro en cada inhalación.