Quince de Septiembre: Dios, Unión y Libertad

La libertad rechaza los fanatismos y lo sectario. La libertad es incompatible con las dictaduras y con las doctrinas mesiánicas. La libertad es lo que nos facultó a abrirnos al mundo en igualdad

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El juez ambiental de San Salvador ordenó clausurar una conexión de aguas negras se sería conectada a un manantial en Atiquizaya.

/ Foto Por Miguel Villalta

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2015-09-14 9:28:00

El absolutismo y la opresión del reinado de Fernando VII, en España, fue el detonante final de las gestas libertarias en Iberoamérica, pueblos que desde la independencia de los Estados Unidos y la Declaración de los Derechos del Hombre, de la Revolución Francesa, anhelaban ser dueños de su destino.

Centro-América era terreno fértil para las ideas y las aspiraciones de la gran hermandad de espíritus libres que rechazaban los atropellos y las mordazas del poder sin freno. A riesgo de sus vidas, pese a la tolerancia de los colonizadores, que también fueron civilizadores al sembrar en estas tierras mucho del saber y las fulgurantes realizaciones y conquistas de Occidente, se declaró la independencia y se abolió la esclavitud, medio siglo antes de Lincoln. Nadie pretendió retroceder a la colorida, pasmosamente desarrollada pero asimismo bárbara, civilización indígena anterior a Colón, sino que se trazó un rumbo hacia delante y hacia arriba, cuya esencia se expresa en tres palabras: Dios, Unión y Libertad.

En nuestros mejores momentos, en la tristeza y las tribulaciones, cuando buscamos inspirarnos o queremos consuelo, debemos volver al ideario de nuestros próceres: Dios, Unión y Libertad.

Dios es reconocer la existencia de la libertad en su manifestación más excelsa, tomar conciencia de lo espiritual, del orden moral, del imperio de la razón, de la belleza y del amor. Es reconocer una realidad anterior y superior a lo humano, la suprema y eterna majestad que da sentido y armonía al universo.

Unión es lo que nos hermana con otros hombres, otras culturas, otras verdades. Unión es tolerancia, entendimiento, compasión y compañerismo, lo que nos libera del aislamiento y de la soberbia. Sólo entre hermanos se levantan sociedades libres y democráticas, justas y constructivas. Sólo entre hermanos es que se puede renunciar a la pretensión de ser los únicos poseedores de la verdad o estar justificados para esclavizar o exterminar a otros. No puede haber unión cuando se divide a los hombres entre nosotros y ellos, entre los que se creen escogidos y los que se condenan como siervos o infieles.
 

Sólo hay libertad bajo el Orden de Derecho 
 

La lucha por la libertad hizo posible el paso a la modernidad, al establecimiento de la democracia, a superar las divisiones de clases y los conflictos religiosos.

La separación de la iglesia del poder temporal fue uno de sus más importantes frutos.

El deseo de ser libres fue la fuerza que inspiró a un puñado de creadores de patrias, aquí y en Buenos Aires, aquí y en la Gran Colombia, aquí y en Boston, aquí y en París, a sacudir todas las formas de opresión política para decantarse por la igualdad, la fraternidad y la libertad.

Proteger la libertad, hacerla florecer, atesorarla como un derecho inalienable de todos los hombres, luchar por su preservación y engrandecimiento, es la tarea fundamental que nuestros próceres nos impusieron.

La libertad rechaza los fanatismos y lo sectario. La libertad es incompatible con las dictaduras y con las doctrinas mesiánicas. La libertad es lo que nos facultó a  abrirnos al mundo en igualdad, ser parte de la comunidad global, insertarnos en la civilización. La libertad política es sólo posible bajo un Orden de Derecho, sujeta a las grandes tradiciones jurídicas que son la gloria de la humanidad. Es el gran legado que recibimos de nuestros próceres.