El trabajo, solía decir nuestro Fundador, Napoleón Viera Altamirano, es la mejor terapia para los males que agobian a un cuerpo social, como también para mucho de lo que perjudica a las personas. Dichosos los que tienen un trabajo positivo, a lo que se puede agregar una máxima de Tolstoi: no se trata de trabajar en lo que a uno le gusta, sino de apreciar y cuidar el trabajo que se tiene.
La OIT, sorprendentemente, “ instó ayer en la reunión ordinaria del Consejo de Ministros de Trabajo de Centroamérica a impulsar políticas para promover el empleo joven y la diversificación productiva, como herramientas para lograr un mayor desarrollo y un mejor combate a la violencia”.
José Manuel Salazar, director regional, agregó que “los países de la región que están entre los más violentos en tasas de criminalidad… llaman a gritos a la necesidad de fortalecer políticas para incrementar el empleo juvenil, la inclusión productiva de los jóvenes, las oportunidades de educación y de formación profesional”.
Más de acuerdo no puede estar la gente sensata, que en el pasado ha rechazado la persecución de ese organismo, la OIT, al aprendizaje e inclusive al trabajo de adolescentes, como si para ellos fuera preferible que un muchacho se convierta en delincuente, a que trabajara de aprendiz o inclusive en labores agrícolas como la recolección de caña.
Y de nuevo: es mucho más peligroso y aniquilador “andar de marero” que cortar caña, laborar en un beneficio de café o estar de aprendiz en un taller.
Idealmente todos quisiéramos que los niños y jóvenes asistieran a escuelas hasta los dieciocho años, que practicaran deportes, que recibieran cuidados de salud, que sicólogos evaluaran sus conductas…
Pero una cosas son los buenos deseos y los ideales y otra la realidad, como se ilustra con el caso de la escuela prácticamente en ruinas que el MINED no repara y que motivó una marcha de protesta de docentes y alumnos.
Y para agregar insulto al agravio, la Asamblea se ha recetado tres millones adicionales de presupuesto para remuneraciones…
Sin políticas estatales sensatas no habrá abundante inversión
Cuando existe buena voluntad y se buscan respuestas prácticas a problemas es posible compaginar el trabajo juvenil y hasta infantil (el caso del niño que aprende el oficio del padre) con entrenamientos y enseñanzas prácticas. En más de un lugar se combinan prácticas deportivas en pequeñas canchas, con enseñanzas básicas, como se hace en algunas escuelas parroquiales.
Y aquí vamos a citar la experiencia alemana y de otros países europeos devastados por la Segunda Guerra Mundial, como hay zonas en El Salvador igualmente golpeadas por la delincuencia: los jovencitos comenzaban a trabajar desde los trece años, pero teniendo la obligación de asistir a cursos una vez por semana.
Era esencial sacarlos de la calle e integrarlos a un mundo donde los cuidaban y aprendían practicando, aunque la labor de entrada fuera ordenar y limpiar esos lugares.
Acongoja pensar en los niños de El Salvador, los que durante la agresión guerrillera eran reclutados por los sediciosos y enviados a la muerte, como ahora son la carne de cañón de las pandillas.
Para que haya empleo es necesario, esencial, que haya inversión, y para que haya inversión se requieren políticas estatales sabias.