5 maneras de detener las peleas entre hermanos

Estaba a punto de enloquecer si escuchaba otra pelea sin sentido entre mis hijas. Pero encontré una técnica que restauró la paz y mi salud mental

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elsalvador.com

Por Erin Stewart, Deseret News

2015-09-18 8:00:00

Erin Stewart, Deseret News

“¡Nadie tiene permitido usar la imaginación durante 20 minutos! Nada de unicornios, ni gatitos ni hadas. Nada.” Así culminó una pelea entre mis hijas, cuando con toda mi sabiduría maternal puse en penitencia a mis hijas por usar la imaginación. No fue mi mejor momento pero no tuve alternativas.

Si alguna vez estuviste en un auto con dos chicos que se peleaban, entonces sabrás que la paciencia de uno llega al límite y quieres que paren de discutir. En este preciso instante. Había alcanzado ese punto. Es que mis hijas habían estado discutiendo todo el día por cosas tan importantes como quien tomo primero el libro, de quien era el turno de hablar, quien estaba cantando más alto y quien le hizo una mueca a cual.

Luego, la discusión alcanzó niveles inusitados de ridiculez. Comenzaron a pelear por controlar la imaginación de la otra. Mi hija de 5 años quería jugar a que era una princesa unicornio. La de 8 le dijo que era un monstruo que devoraba princesas unicornio. En realidad, estaba peleando por criaturas imaginarias batiéndose en duelo en su mente. En su mente. Mientras las escuchaba gimotear y decir a los gritos quien podía hacer que cosa en su lucha imaginaria, dije basta.

Entonces les prohibí usar la imaginación durante 20 minutos porque, la verdad, ¿qué otra opción me quedaba? Este pequeño incidente hizo darme cuenta de que las peleas entre ellas me superaban. ¿Prohibir la imaginación? Necesitaba ayuda. Me dedique a desempolvar mis cualidades como mediadora leyendo algunos libros sobre rivalidad fraternal. Ahora me siento mejor preparada para sofocar peleas sin sofocar a mis hijas, su personalidad o su imaginación. Devoré un libro en particular llamado Hermanos, No Rivales.

Me identifiqué inmediatamente con el subtítulo: Como ayudar a sus hijos a convivir para que usted pueda tener una vida tranquila. Enseguida supe que este libro era para mí porque, después de un verano de peleas constantes entre mis hijas, quedé al borde de la locura. El libro contiene mucha información acertada sobre la rivalidad fraternal. Pero lo que más me ayudó fue seguir estos pasos para ayudar a los hijos a resolver sus disputas:

Reconozca el estado de ánimo de los niños diciendo algo si como “Se nota que están muy enojados”

Escuche a cada uno y ayúdelos a expresar lo que quieren lograr en esa situación. En mi caso, lo que funciona es que cada chico diga lo que quiere en una sola oración, por ejemplo “Anne se pone triste cuando el monstruo imaginario de Nicole se come a su unicornio imaginario. Y Nicole también quiere jugar a ese juego.”

Valorice los sentimientos de los niños, incluso si eso implica morderse la lengua y no comentar que estamos hablando acerca de unicornios y hábitos alimentarios de monstruos imaginarios. En vez de revolear los ojos y decir algo que no ayuda, como “Es una tontería pelearse por esto”, es mejor decir “Es un problema difícil de solucionar cuando las dos quieren imaginar algo diferente”.

Expresar confianza en la capacidad de mis hijas de encontrar una solución en la que cada una obtenga lo que quiera. Por lo general, les digo “Bueno, yo sé que se quieren mucho y creo que pueden solucionar esto de forma satisfactoria para las dos”.

Doy media vuelta y me voy

¿Darse media vuelta? ¡Exactamente! Es la mejor parte de este proceso. Mamá se va y deja que los hijos solucionen sus problemas. Al principio tenía mis dudas acerca de la efectividad de darme la vuelta e irme. Pero lo puse a prueba durante una batalla por ver quien mandaba en la ciudad que estaban construyendo con Legos.

Juntas enunciamos el problema, expresé mi conmiseración por el grave problema que tenían que resolver y las dejé solas. Escuché algunos gimoteos pero en cuestión de minutos vinieron a contarme orgullosamente que habían inventado un sistema de turnos. Incluso habían diseñado un diagrama para ayudarse. Estaban tan orgullosas de lo que habían logrado que jugaron sin problemas el resto de la tarde.

Quede sorprendida. Solía pensar que yo era la pieza fundamental que ayudaba a mis hijas a llevarse bien. En realidad, y sin darme cuenta, me interponía en su relación y les quitaba independencia al retarlas. Cada vez que me ponía del lado de una u otra o le daba la razón a una de ellas, lograba que la otra se enojara conmigo y con su hermana. Estaba fomentando una competencia por mi aprobación en vez de promover una relación sana entre hermanas.

Al dejarlas que solucionen sus propios problemas con una pequeña ayuda al principio, les permito que construyan su relación independientemente de mí y así aprenden a comprender los sentimientos de otros y a solucionar problemas. Por supuesto que el hecho de leer un solo libro sobre rivalidad fraternal no significa que no haya peleas. Hay momentos en que me dan ganas de gritar que paren de pelearse antes de que me vuelva loca o les quite le juguete o pare la actividad que provocó la pelea.

Pero gracias a mi nueva capacidad de mediar, siento que estoy en camino de preservar mi salud mental y de ayudar a mis hijas a cuidar su relación fraternal. Eso es lo más importante. Quiero que mis hijas sean amigas ahora y cuando crezcan y ya no vivamos todos bajo el mismo techo y nos peleemos por sentarse en el sillón o por el bol violeta. Esas discusiones pasan pero la relación permanece.

Las semillas de amor o resentimiento sembradas hoy determinarán cuan fuertes serán esos lazos el día de mañana.