“Inside Out” me hizo un llamado de atención como mamá

La nueva película de Disney-Pixar, "Inside Out", me ayudó a recordar por qué debo aceptar la tristeza y no eludirla.

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elsalvador.com

Por Erin Stewart, Deseret News

2015-07-17 11:00:00

Lloré descaradamente viendo “Inside Out”, de Disney-Pixar, esta semana. No pude evitarlo y, sé que no era la única madre que estaba allí deseando que sus hijos pudieran seguir siendo jóvenes, dulces y alegres para siempre. Pero esta película me conmovió particularmente esta semana ya que estamos mudándonos a una nueva casa en otro lugar del país.

En la película, una niña pequeña llamada Riley también está dejando atrás su vida para irse a otra ciudad y sus cinco emociones –alegría, tristeza, disgusto, ira y miedo- la ayudan a pilotear su experiencia. Hasta ese momento en su vida, Alegría ha sido la principal emoción de Riley, y Alegría trata de preservar su felicidad en la difícil transición de su mudanza.

En su mente, Alegría intenta aplastar a Tristeza, pero se da cuenta de que a la larga cada emoción tiene su función. Tristeza y Alegría deben coexistir para que la niña acepte lo que está ocurriendo en su vida. ¡Llamado de atención para mí! La tristeza es necesaria –quizá más importante que la alegría en algunos casos.

Me sorprendió, en cierta medida, darme cuenta de eso, ya que una de las filosofías de crianza en nuestra familia es que cada emoción es valiosa. Orientamos nuestra disciplina hacia las conductas, pero reiteramos una y otra vez que las emociones no son malas. Las emociones no son incorrectas. Tratamos de crear un hogar donde cada uno de nuestros hijos pueda experimentar y expresar sin miedo la emoción que él o ella sienta.

Mientras miraba la película, empero, supe que era culpable de tratar de eliminar la tristeza de la vida de mis hijos. Siempre que mis hijos expresan tristeza por abandonar a sus amigos, yo digo de inmediato “¡Pero piensa en todos los buenos amigos que todavía no has conocido!”. O cuando dicen que les preocupa el nuevo vecindario, los divierto diciéndoles que el nuevo lugar tiene una vereda y que nuestro vecino tiene un trampolín incorporado, como si los equipos del patio de juegos fueran una cura milagrosa para la pena. No estaba dando en el blanco.

Es bueno estar triste. Es saludable estar triste. También es tarea mía como madre hacer felices a mis hijos. Igual que la emoción Alegría en la película que se esfuerza por acallar a Tristeza, yo había asumido como mi responsabilidad mantener sonrisas en los rostros de mis hijos. Esa no es mi tarea.

La Alegría no puede imponerse, así como tampoco se puede ignorar la tristeza. Mi tarea es ayudarles a entender sus emociones, aceptarlas y luego aprender a vivir con los altibajos de la vida. No puedo hacer felices a mis hijos, y no me gustaría hacerlo. La mayoría de las veces, los puntos de inflexión en su vida se basarán en la tristeza o el miedo o el disgusto. Y qué personas serán dependerá de cómo reaccionan en esos momentos.

Su carácter se forjará enfrentando esas emociones difíciles, no evitándolas. Por lo tanto sí, lloré como un bebé en la película porque deseé poder aferrarme a mis bebés alegres para siempre. Pero también lloré por saber que no puedo. Como madre, mi tarea es dejarlos ir. Observar cómo se lastiman. Aceptarlos y decirles que a mí también me duele. Asegurarles que la tristeza está bien y que podemos superarla juntos.

Sé que será más difícil y que la tristeza crecerá mientras hago los ensayos. Pero estaré allí para acompañarlos en los momentos difíciles. Debemos pasarlos para llegar al otro lado, pero podemos atravesarlos de la mano. Y una vez que haya guiado a mis hijos en su juventud, estaré en el inicio de su camino aún más difícil: tener sus propios hijos.

Entonces, ellos aprenderán lo que yo sé, que su alegría y su tristeza empalidece en comparación con la de sus hijos. Mis hijas sabrán lo que significa la paternidad, y se unirán a las filas de madres y padres que tuvieron que morderse la lengua, evitar una solución emocional rápida y ver a sus hijos tristes, heridos y asustados. Miramos y rezamos y lloramos junto a ellos mientras crecen, en tanto ellos aprenden y se vuelven más fuertes por dentro y hacia afuera.