Desblindaron a blindados en Santa Tecla y Santa Ana

Bajo el actual régimen, donde todo se gasta en lo superfluo y en pagar sueldos a los arrimados, no queda dinero para que la lavadora de ropa siga lavando ropa y se repare o sustituya cuando se arruina

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San Salvador, martes 14 de de abril de 2015. / Foto Por Jorge Reyes

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2015-05-27 1:47:00

 comuna de Santa Tecla, como la de Santa Ana, “desblindaron” unos cargos en los que se pretendían perpetuar activistas, individuos que quedaban para estorbar y seguir medrando en esos empleos.

Y esto está sucediendo en todo el aparato estatal: cancelan nombramientos de funcionarios y personas “por no gozar de confianza” para nombrar en ellos desde nietas y amigotes, hasta la propia mujer del ministro.

El nepotismo, término que viene del medievo y que se deriva de la costumbre de papas y prelados de nombrar en puestos eclesiásticos a sus sobrinos, nepotes, ha llegado bajo el actual régimen a ser la práctica común, lo que explica entre otros hechos, el desastre en que han caído los servicios públicos.

¿Cómo explicar que en el hospital Rosales los ascensores no funcionen, los aires acondicionados estén arruinados en los quirófanos, que la ropa usada de los pacientes tenga que rodarse escaleras abajo con gran riesgo de contaminación, que no tengan medicinas…

La razón es muy simple: si se nombran incapaces a la cabeza del sistema, nadie puede esperar que haya eficiencia en los servicios, que los mantenimientos operen, que el gasto se vigile, que se invierta en mejoras, etcétera.

Tener noción de administrar, de usar recursos para que equipos, instalaciones, sistemas y organismos operen bien, es un saber elemental que cualquier persona encargada de un negocio o ente productivo aprende, primero como subalterno, luego como responsable. Y eso pasa por asignar presupuestos a esos menesteres y funciones.

Pero bajo el actual régimen, donde todo se gasta en lo superfluo y en pagar sueldos a los arrimados, no queda dinero para que la lavadora de ropa siga lavando ropa y se repare o sustituya cuando se arruina.

Los recursos son limitados y deben usarse con eficiencia

Al nepotismo se suma otro colosal abuso: incrementar en decenas de miles los empleos públicos, para repartir esos nuevos puestos entre correligionarios que por sí solos no logran mantenerse y no lo consiguen por no tener ni conocimientos ni experiencias ni habilidades ni cabeza para mayor cosa útil.

Son gente que durante décadas pasaron enmontados destruyendo y que ahora disponen de la República como si fuera su propiedad.

Las prioridades del régimen son reveladoras. En los quirófanos no funcionan los aires acondicionados, pero en muchas oficinas públicas se pueden ver cámaras en paredes y cielos que monitorean lo que el personal hace y habla, un permanente espionaje sobre la gente, tanto de los que laboran allí como a los que visitan esos sitios.

Las cámaras son lo que describe el inglés George Orwell en su novela, 1984, en que “big brother is watching you”, el gran hermano te vigila, como en Cuba los vecinos y los soplones se espían unos a otros, listos para delatarse.

Lo que está sucediendo en Venezuela, país que está al punto de llegar a su último pollo, su último rollo de papel higiénico y a su última batería de automóvil, evidencia un hecho: los recursos de una nación son escasos, limitados y, por lo mismo, se deben utilizar con sensatez y eficiencia.

Pero sensatez y eficiencia no habrá blindando a incapaces en puestos públicos, como pretendió la vieja comuna de Santa Ana o la de Nueva San Salvador. Los puestos se deben asignar a personas que demuestren capacidad y honestidad para desempeñarlos.