Canis caninam non manducare canis

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Santa Tecla se clasificó a la final tras vencer al Juventud Independiente en la serie de semifinales.

/ Foto Por Omar Carbonero

Por Por Cristina López G.*

2015-05-17 5:00:00

Tan rico es el estudio de las leyes y tanta es la ubicuidad del derecho que existe un adagio jurídico (usualmente en latín) que puede servir para interpretar o explicar la mayoría de situaciones humanas. Por ejemplo, se usa a contrario sensu, para indicar una interpretación en el sentido contrario, o pacta sunt servanda, para explicar la obligatoriedad que de los contratos se deriva para las partes, o uno de mis favoritos, prior in temporis, potior in iure — el equivalente jurídico y en latín a nuestro “chinchilete-yo-machete” — que refleja que el derecho privilegia a quien llega primero.

Sin embargo, tan inexplicables son las últimas acciones de la recién instalada Asamblea Legislativa, que centurias de adagios jurídicos acumulados se nos quedaron cortas. Por lo anterior es que se ha vuelto necesario, de urgencia, recurrir a la inventiva para incorporar a la academia jurídica un adagio en latín que permita describir el descalabro del que ha sido víctima la voluntad electoral salvadoreña con el reciente “protocolo de entendimiento” con el que se repartieron el poder nuestros diputados.

Los resultados del “protocolo de entendimiento” (que exclusivamente quienes lo pactaron pueden entender) sólo pueden explicarse con el adagio que con la inexacta ayuda del traductor de Google podríamos llamar canis caninam non manducare canis, o en salvadoreño, “chucho no come chucho”.

Cualquiera que viera la repartición de puestos en la junta directiva de la Asamblea pensaría que GANA es la segunda fuerza política o que Guillermo Gallegos goza de una popularidad comparable a la del Mágico González, cosas que sonarían viables en una pesadilla de opio, pero no en la realidad.

De nada sirve intentar aplicar aritmética electoral como para que la voluntad del pueblo contada en votos y dividida por circunscripciones electorales se refleje de la mejor manera posible en la manera de dividir puestos en la directiva de la Asamblea, porque no fue eso lo que guió las negociaciones de los diputados. Lo que imperó fue la aritmética del “gambusinísmo” y el “alagartamiento”.

Sólo “chucho no come chucho” explica la situación: ¿cómo más se entiende entonces que el FMLN haya descartado tener la presidencia todo el período legislativo para compartirla con un partido que lo único que ofrece son votos y no principios? ¿De qué les sirvió a los de ARENA pagar algunas curules con la mayor cantidad de votos en la República si se sentaron a observar los acontecimientos con la impotencia de quien ve pasar un tren?

¿De qué sirvió hablar de renovación si los nuevos hicieron lo mismo y el “político menos” fue un “político más”? Es cierto que una golondrina no hace verano: pero una golondrina que grita fuerte sería capaz de alertar a la ciudadanía para que a través de la protesta se exija, no necesariamente una nueva composición de fuerzas, pero una reforma del reglamento interno de la Asamblea para que la repartición del pastel refleje los votos y no la conveniencia partidista. Y los puestos de la directiva no son sólo ornamentales: realmente ejercen influencia sobre el debate legislativo y son remunerados de manera distinta al resto del pleno.

Como ni las negociaciones ni los resultados fueron ilegales, mientras no exijamos una reforma para reforzar la institucionalidad con reglas claras y justas, seguiremos teniendo el mismo canis caninam non manducare canis, que por años ha determinado que en la Asamblea los partidos se sirvan primero antes de servir a la ciudadanía.

*Lic. en Derecho de ESEN con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg