Unas 33 familias huyen de las pandillas por semana

ONG demandan del Gobierno mayor atención al fenómeno, porque los principal afectados son niños y adolescentes, pues interrumpen su desarrollo.

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La mayoría de las personas desplazadas por las maras tiene estudios de sexto a noveno grado. foto edh/archivo

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2015-05-28 8:00:00

Organismos no gubernamentales en El Salvador revelaron ayer que, cada semana, unas 33 familias se ven obligadas a escapar, de la noche a la mañana, por exigencias de las pandillas, el narcotráfico y el crimen organizado.

Como consecuencia, los mejores de estos grupos familiares dejan de estudiar, los adultos han dejado de trabajar, al igual, los dueños de alguna fuente de trabajo como talleres, panaderías o venta de tortillas han tenido que abandonarlas.

Tampoco pueden acudir a los servicios de salud en sus comunidades, de acuerdo con la denuncia de las ONG.

Estos casos se registran de zonas de alto dominio de pandillas como Soyapango, Apopa, Mejicanos.

Los principales afectados son los niños y adolescentes, para quienes la ley Lepina, exige al gobierno prestarle especial atención y no se está haciendo.

“Hacemos un llamado a las estructuras del Estado para que no solo identifiquen la problemática, si no tomen acciones integrales para resolverla”, detalló Celia Medrano de la Fundación Cristosal.

“Se debe dar ayuda urgente de protección y de emergencia en un primer nivel y en un segundo, reubicación y restitución de otros derechos afectados”, afirmó.

En tercera instancia, reducir las causas de violencia que hicieron emigrar a las familias de sus hogares y regresar.

Cruz Roja acompaña a este tipo de víctimas con asesoría legal, asistencia psicológica e intermediación laboral con fondos de la Unión Europea.

En dos años, la Cruz Roja ha atendido 277 casos, de los cuales 80 han sido por desplazamiento forzado. Les brindan capacitación laboral y gestión para encontrar empleo.

En muchos casos, su condición económica, los grupos familiares que se ven obligados a dejar los lugares donde viven, recurren a familiares y amistades. Y se ven obligados a pasar la noche en taxis o vehículos de otro familiar, de acuerdo con la denuncia de las organizaciones.