¡Quiero creer que este país imaginario de Nunca Jamás no es El Salvador! Un lugar habitado por los niños perdidos que solo quieren jugar y que, además, no crecen o se rehúsan a hacerlo.
¡Sí! Me refiero al trabajo de J.M. Barrie y sus protagonistas Peter Pan y el Capitán Garfio, una perfecta metáfora de la eterna infancia y de la huida de la dura realidad.
El escenario político de El Salvador me recuerda mucho a este país imaginario, en donde nos rehusamos a crecer y madurar. En donde todavía queremos jugar, hacer trampa y ganar a costa de todo. Un claro signo de inmadurez política que florece en un ambiente político vitriólico.
Reconozco que hemos avanzado en la consolidación de la democracia, resultado del esfuerzo de todos los sectores y de una ciudadanía, cada vez más fortalecida y conocedora de sus derechos y deberes. No obstante, este proceso fácilmente puede ser obstruido y debilitado, ya sea por los mismos actores políticos, la persistente situación de pobreza y exclusión social, la desigualdad de oportunidades y los altos niveles de violencia e inseguridad, por mencionar algunos.
Las últimas elecciones, pusieron a prueba la institucionalidad del Estado, con un presidente del TSE y “honorables” de la Asamblea Legislativa que, parecieran ser, se mofan y desestiman lo dictado por la Sala de lo Constitucional. Como ciudadana, este espectáculo me da “pena ajena”, como decimos en nuestro país, pero al final no es “ajena”, ya que podemos exigir y demandar una mayor madurez política.
Los serios problemas no se resuelven con un poco de “polvo mágico” o desde el “buenismo político”. Lo social no ha sido realmente prioritario, ni hoy, ni antes. Y cuando hablo de lo social me refiero a los derechos de las personas, plasmados en nuestra Constitución e instrumentos internacionales de los que somos parte. No hay por donde perderse. En nuestro país persisten familias que habitan desde siempre en infra viviendas, sin acceso a agua potable o saneamiento (sin excluir otros derechos: educación, salud, etc.).
¿Qué prioridades vemos? Ahorrar dinero en unas elecciones cuyo desarrollo ha sido decepcionante, y finalmente caras en recursos y confianza, constituyendo un paso atrás en nuestro record electoral. O el proyecto de construcción del bypass de San Miguel por 122.5 millones de dólares, cuando aún existen cerca de 1.5 millones de ciudadanos sin acceso a agua potable. Hay que establecer prioridades, y la prioridad y obligación inexcusable del Estado es garantizar los derechos fundamentales de los salvadoreños. ¡Sin exclusiones! Sin ese empeño y compromiso no hay política de igualdad de oportunidades, ni movilidad social, ni futuro. ¡Ojo! Esta reducción presupuestaria para los comicios de 2015 y el proyecto del bypass fueron aprobados en su inicio por los distintos partidos políticos, una clara señal de la falta de análisis de nuestra realidad, de acuerdos sociales mínimos y de una visión a largo plazo, en la que deberíamos aspirar al desarrollo humano sostenible.
Ya no quiero este país imaginario en donde los responsables de conducirlo aún siguen en la eterna “infancia”. Quiero un país en donde los principales actores políticos, sean responsables social y fiscalmente. Que aboguen por un Pacto de Estabilidad Fiscal, que asegure un uso eficiente y transparente de los recursos del Estado. Un país en donde todo aquel funcionario público que malgaste los recursos estatales, “ahueque”.
¿Qué se requiere? Un cambio en las visiones políticas, el cese del ventajismo y compadrazgo político, y dejar de ver a los ciudadanos como los niños perdidos de Peter Pan. Porque todo aquel ciudadano como yo, que quiere a El Salvador, anhela escapar de “El País de Nunca Jamás” hacia una sociedad madura, desarrollada y más justa.
No necesitamos más capitanes Garfio ni Peter Pans. ¡Queremos políticos con visión, eficaces, honestos y comprometidos con el bien común!
* Colaboradora de El Diario de Hoy.