Un potrero del cantón La Cruz, de San José Guayabal, Cuscatlán, sirvió para esconder 23 granadas que fueron utilizadas durante el conflicto armado —en la década de los 80— pero que habían pasado a manos de pandilleros.
Las autoridades fueron alertadas del hallazgo de dos artefactos el viernes pasado. Ayer que hicieron la inspección, en el caserío La Ermita, descubrieron que eran 23 en total.
Según el alcalde de la zona, Mauricio Arturo Vilanova, los especialistas determinaron que los explosivos tenían entre dos y tres meses de estar ocultos en en el terreno.
Aunque a las armas les falta la espoleta (el dispositivo que permite que la bomba estalle), se encuentran en buenas condiciones y pueden ser reutilizadas.
“Sabíamos que había habido movimiento de granadas y que había la posibilidad de que pandilleros atacaran con ellas a la gente (policías y soldados) que hacen los patrullajes para dar seguridad”, sostuvo Vilanova.
A pocos metros de donde fue descubierto el armamento habita un integrante de la pandilla 18, por lo que no se descarta que los artefactos estuvieran en manos de dicha agrupación delictiva.
Hasta las 6:00 de la tarde de ayer, las autoridades continuaban procesando la escena del hallazgo y no registraban detenciones.
En alerta por pandilleros en cerro de Guazapa
San José Guayabal se ha caracterizado por ser un municipio donde policías, soldados y la alcaldía tarjaban de la mano para combatir la delincuencia y eso les ha permitido reducir los hechos delictivos.
Sin embargo, el viernes, las autoridades y líderes comunales se reunieron y expusieron su temor porque en los últimos días se ha incrementado la presencia de pandilleros en el cerro de Guazapa.
“Se está dando el movimiento de 50 o más hombres con armas de grueso calibre que vienen al cerro y que llegan posiblemente a entrenar en los tatus”, expresó Vilanova. Según él, son delincuentes que llegan de Apopa y sus alrededores para reunirse con los que viven en la localidad.