Luego de haber sido erigido como beato, el obispo mártir, Oscar Arnulfo Romero, durante la homilía dicha por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la congregación para la causa de los santos, y enviado del papa Francisco, se destaco dos ideas que una y otra vez se ha dicho, se trata de un beato “nuestro”, de la iglesia, de los hombres y mujeres de buena voluntad; y dos, se trata de un creyente, de un pastor, ahora de un beato, signo de unidad no de división.
Este mensaje claro y contundente fue ampliamente desarrollado por el cardenal Amato, no solo durante la homilía sino también durante la postulación de Romero; y Amato lo sabe muy bien no porque haya vivido en nuestro El Salvador en los años dramáticos de los últimos 30 años del siglo pasado (cuando fue asesinado Romero) sino porque el llevó directamente la causa de la beatificación y por lo tanto le tocó conocer a fondo no solo el pensamiento sino la obra del ahora beato; conocer la situación del país y los distintas posiciones de los actores sociales y políticos enfrentados muchas veces por posiciones ideológicos y políticas.
Es más, tal como lo ha señalado los distintos sacerdotes que estuvieron pendiente de las gestiones de beatificación como lo son los monseñores Jesús Delgado y Rafael Urrutia, las posiciones políticas de algunos atrasaban el proceso de beatificación.
En este sentido cuando el cardenal Amato habla de un “beato nuestro” se refiere a un pastor que tiene como horizonte la iglesia y como misión “amar a los pobres” no por una decisión ideológica sino como una “exigencia evangélica”.
Más allá de las posiciones políticas o ideológicas que marcan la polarización en la sociedad salvadoreña, esta la fe y la práctica evangélica de un creyente como lo fue Romero; cuestión que se convierte en un modelo para la iglesia.
Es más, el cardenal Amato explicó con gran claridad y contundencia que el “martirio no fue improvisado y se fue preparando con el tiempo”, sí cuando el ahora beato se compromete con el evangelio, con la vida de la iglesia y desde esa perspectiva busca anunciar la Palabra de Dios, sin importar que esto molestara a uno u otros, incluso a los sectores cegados por el odio que le quitaron su vida.
Y sí se trata de un beato, un obispo mártir de la Iglesia, su mensaje, su modelo a seguir, es para buscar la unidad y no la discordia.
Incluso, durante las palabras del Papa Francisco, que dirigió una carta a la iglesia salvadoreña, leída al finalizar la eucaristía, señala de manera directa a “convertirse en levadura de reconciliación, al respeto a la vida y la concordia…. renunciar a la espada de la violencia….” como lo hizo Romero, en momentos difíciles y complicados como ocurrió en los años setenta y ochenta del siglo XX.
“Es momento de una reconciliación nacional” dice el mensaje del papa leído por el sacerdote Rafael Urrutia, mensaje que también explicó ampliamente el cardenal Amato durante su homilía.
Sentir con la iglesia…. sentir con Romero, fueron las últimas palabras que el cardenal Amato dijo al finalizar la eucaristía al insistir que el amor debe dejar de lado y atrás la violencia….