El desafío histórico de Almagro

descripción de la imagen
Foto Por edhdep

Por Por Carlos Sánchez Berzaín*

2015-04-09 5:00:00

La Organización de Estados Americanos (OEA), en su momento de mayor crisis, ha elegido como secretario general a Luis Leonardo Almagro Lemes, abogado, diplomático y político uruguayo, militante del partido Frente Amplio “con definición antioligárquica y antiimperialista”. El nuevo secretario general tiene el desafío histórico de recuperar la institucionalidad de la OEA cumpliendo sus principios y objetivos: “Un orden de paz y justicia con la democracia como condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región”.

“No me interesa ser el administrador de la crisis de la OEA, sino el facilitador de su renovación”, ha declarado Almagro. El marco institucional de la OEA está determinado por su carta constitutiva, la Carta de Bogotá de 1948, reformada por los protocolos de 1967, de 1985, de 1992 y de 1993. La OEA es un “organismo regional” dentro de las Naciones Unidas. La democracia representativa es fundamento, objetivo y pate de la naturaleza misma de la OEA. Luis Almagro es militante de un partido que ha llegado al poder luego de la recuperación de la democracia tras las dictaduras militares.

Almagro expresó que su gestión “dará prioridad a la seguridad ciudadana, la prevención de conflictos sociales, la prevención y gestión de desastres naturales en el Caribe y Centroamérica, la interconectividad en el Caribe y a la calidad de la educación”, y ratificó su intención de “lograr la reincorporación plena de Cuba” a la organización. Pero mientras era elegido, ciudadanos venezolanos se manifestaban pidiendo democracia y la liberación de los presos políticos en su país y sobre temas de democracia, sobre los que el nuevo funcionario no ha dicho nada aún.

La OEA está hoy polarizada. Aunque se describe la confrontación como ideológica a partir de las posiciones autoproclamadas de izquierda y antiimperialistas del grupo del Alba, o socialismo del Siglo XXI, la naturaleza real de la crisis en la OEA es de democracia. La OEA y el secretario Insulza han sido incapaces de aplicar los principios y disposiciones vigentes en el sistema interamericano y han amparado y respaldado procesos de ruptura de la democracia, auspiciando la instalación y sostenimiento de los gobiernos no democráticos impulsados por Castro y Chávez, en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

El eje de confrontación en las Américas y al interior de la OEA no es de izquierdas contra derechas, ni siquiera de progresistas contra conservadores; es de dictaduras versus democracia. La prueba son los gobiernos de izquierda que respetan la democracia y el Estado de Derecho, como Chile, Uruguay, Brasil…, a cuyos líderes no se les ha ocurrido suplantar sus constituciones políticas para permanecer indefinidamente en el poder, utilizar el poder judicial para perseguir y reprimir, terminar con la libertad de prensa y tener presos y exiliados políticos.

La crisis de la OEA nace por la falta de credibilidad, por incumplimiento de su propósito esencial de “promover y consolidar la democracia representativa” (Art. 2 inc b de su Carta). La crisis de la OEA es su desprestigio por no cumplir con el mandato de que “los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla” (Art. 1 de la Carta Democrática Interamericana CDI).

La penosa forma en que Insulza termina su gestión y la crisis a la que ha llevado a la OEA, se funda en la ignorancia de los elementos esenciales de la democracia: “El respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de Derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía popular; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos” (Art. 3 de la CDI).

Independientemente de su posición política y de quienes lo llevaron al cargo, Luis Almagro es considerado un político democrático. El éxito o fracaso de su gestión radica en si será capaz de reconocer que los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua han producido “alteraciones del orden constitucional”. Si contribuirá a que esos países recuperen la democracia. Si el “diálogo con Cuba” que se ha anunciado es para respetar los principios y llevar al pueblo cubano hacia la democracia o para consolidar el castrismo que hoy ejerce el liderazgo regional. El desafío es, si la OEA con Almagro defenderá y restituirá la democracia o triunfarán y aumentarán las dictaduras con el sofisma de “inventar nuevas formas de democracia”.

*Abogado y politólogo.