Hamlet, apasionado, saluda a El Salvador: ¡feliz cumpleaños, William Shakespeare!

descripción de la imagen
elsalvador.com

Por Katherine Miller Doctorado en estudios Medievales y Renacentistas de UCLA. Ha servido como Post-Doctoral Fellow en el Centro de

2015-04-24 7:00:00

El 23 de abril, el Día de San Jorge, marcó el paso de 451 años desde la fecha de nacimiento de William Shakespeare (1564-1616).

Al final de casi medio-siglo, Shakespeare ha mantenido la magia punzante y la belleza de su lenguaje en su presentación de valores que siempre admiramos y que se prestan todavía a interpretaciones que reflejan los problemas y celebraciones de nuestra vida pública y nuestra vida más íntima hasta hoy.

Por siglos, entonces, autores y poetas han “prestado en homenaje” la belleza, el horror y la instrucción que presentó Shakespeare en sus propios tiempos. Pensamos en los elogios de Christopher Marlowe, Ben Jonson, John Dryden, Alexander Pope, Voltaire, Pushkin y un sinfín de genios que bebieron en el riachuelo de la riqueza de lenguaje y la examinación de relaciones de poderes en las obras de Shakespeare. Él ha captado, para siempre, nuestras imaginaciones y corazones.

Sus obras, hasta hoy —esta semana— están presentadas por todo el mundo: no solamente en Londres, Nueva York, París, toda Europa, Estados Unidos, El Salvador, Islandia, Rusia, África (y hasta la tragedia de Hamlet fue presentada en un aterrizaje de helicópteros en Iraq durante la Guerra del Golfo allí) con actores profesionales y con principiantes. Las óperas proclaman adaptaciones de sus obras en forma musical: el mundo necesita a Shakespeare para descifrar la realidad y proclamar los valores, las bellezas e instrucciones morales que se esconden debajo de las apariencias de la realidad.

Hemos elegido talvez el más famoso —entre muchos— de los protagonistas para celebrar su natalicio este año. Es el joven príncipe Hamlet, un estudiante, parte del gobierno de un país importante, y alguien que nos puede revelar —así como en la obra de Shakespeare que lleva su nombre— y no esconder las verdades de un gobierno. Porque la corte de Dinamarca es el gobierno de un país que, según Hamlet, pide clarificación y justicia.

He aquí, entonces, el interlocutor entre 1608 y 2015: el príncipe Hamlet, joven estudiante adolescente y apasionado, se presenta a nosotros para saludar a El Salvador en el día del cumpleaños de su autor. Al repasar esta tragedia podemos considerar si estamos solamente en Londres o en un lugar que conocemos bien en el siglo XXI. Aquí presentaremos su bello y terrible instructivo para Inglaterra y para el mundo de este siglo también, con sus temas de usurpación, engaño, vida, muerte, venganza y reconciliación.

Al comenzar la obra, presentada en Londres entre 1594 y 1605, Gertrudis, Reina de Dinamarca, la viuda del Rey Hamlet, quien había muerto repentina y recientemente, se ha casado con el hermano del Rey Hamlet, su cuñado, Claudio, en menos de dos meses después del fallecimiento del Rey Hamlet el Padre, su esposo.

Eso llama mucho a la atención al gobierno (corte) del país como un hecho raro de indiscreción o falta de sentimiento—o peor. Claudio, el nuevo esposo y nuevo rey de su país, era tan diferente que el Rey Hamlet el Padre en las cualidades de su persona y su mente. Claudio es una persona desgraciada en su apariencia física y su disposición bien fea y de mal modo.

Hay sospechas que Claudio mismo había asesinado a su propio hermano para casarse con su viuda y así usurpar al trono de Dinamarca para marginalizar y excluir al hijo joven del Rey asesinado quien, también se llama Hamlet, y es príncipe quien debería llegar al trono después de su padre.

El joven Hamlet quería mucho a su padre fallecido hasta casi creer que era un dios, tan bueno que era. Hamlet, el hijo, queda sumamente impresionado y deprimido y, como tiene un alto sentido de honor, desaprobó el comportamiento de su madre en contraer e matrimonio casi incestuoso con tanta prisa. Hamlet sufre una melancolía tremenda y pierde interés en sus libros, su novia, todo; pues, todas las cosas características de su juventud ya no le interesan. Dice que piensa que el mundo es un jardín descuidado con flores venenosas y malas yerbas—nada de esperanza. No es tanto su preocupación para su herencia legal al trono que lo preocupa, si no que la vulgaridad de su madre tan ingrata quien olvidó tan rápidamente a su esposo para cambiarlo por un hombre que no era ni la mitad de digno como su propio padre.

Es que no han pasado ni dos meses después de la muerte del Rey Hamlet, esposo de Gertrudis, la Reina, cuando se casa con su cuñado, Claudio, en una manera escandalosa, casi ilegal e incestuosa, y, por cierto, impropio, por la relación del parentesco que llevaban por la prisa indecente con que se casó con su cuñado, Claudio. Por todo eso, el espíritu del joven Hamlet se nubló fuertemente y no fue por la pérdida del reino (él debería, legalmente, heredar el gobierno, la corona, al morir su padre). Lo que lo molesta es el comportamiento vulgar de su madre.

Gertrudis y Claudio intentan “entender” al joven Hamlet, quien, sin embargo, siempre usa un traje negro profundo de luto por su padre hasta en su asistencia a la boda de su madre y nunca asiste a ninguna fiesta ni diversión.

El Rey Claudio proclama la mentira de que el Rey Hamlet, su hermano, fue picado por una serpiente, pero Hamlet no lo cree y piensa que quizás Claudio mismo era la serpiente quien lo mató para ganar la corona de Dinamarca.

En las noches, cuando las guardias cuidan las torres del castillo de Elsinore, sede del gobierno, a la orilla del mar nórdico en Dinamarca, un fantasma en forma del antiguo Rey Hamlet, el padre del Príncipe Hamlet, aparece a los soldados exactamente en la hora de medianoche. La figura del Rey usaba el traje de armadura desde la cabeza hasta los pies. El compañero de clases de filosofía de Hamlet, Horacio, es testigo a este evento y cuenta a Hamlet que el rostro del fantasma, que parecía al padre de Hamlet, era pálido menos de tristeza que de coraje, y que no contestaba ninguna pregunta cuando Horacio intenta hablar con la figura del fantasma, que se desvanece al momento que canta el gallo en la hora del amanecer del día.

Así que, después de estos eventos espantosos, el Príncipe Hamlet, el hijo, va a pasar la noche con los soldados en las torres del castillo para intentar hablar con el fantasma en compañía de Horacio y Marcellus, un soldado. Y, de hecho, aparece la fantasma e indica que quiere conversar con su joven hijo adolescente Hamlet.

Horacio y Marcellus intentan disuadir a Hamlet cuando sigue el fantasma diciendo que puede ser un espíritu malo quien lo llevaría a caer desde la torre hasta el mar en la noche de neblina—o quitarle la razón al joven príncipe. Pero Hamlet lleva la determinación a seguir el espíritu, ya que no le importa nada perder su vida para hablar con el espíritu de su padre para saber la verdad de su situación.

El fantasma del Rey Hamlet, el padre, cuenta a su hijo, Hamlet (una vez que están a solas) que su hermano, el ahora Rey Claudio, lo había asesinado cruelmente para ganar a su trono y a su esposa cuando el viejo Rey dormía en la tarde en su jardín después de su almuerzo. Claudio vierte un veneno líquido en el oído del Rey Hamlet y el accionar del veneno hizo hervir a su sangre y causar una especie de ampollas en su piel, parecida a la lepra en el momento de su muerte.

El fantasma de su padre encomienda a su hijo la venganza para su muerte y lo hace jurar que va a vengar a su muerte. El viejo fantasma lamenta la caída moral de su esposa, la madre de Hamlet e instruye a su hijo no causar ninguna violencia a su madre, si no dejarla a la justicia divina y las espinas de su propia conciencia. Hamlet acepta vengar a su muerte y no hacer daño a su madre: jura dejar todas sus diversiones, sus libros, su novia, toda su vida para cumplir con la venganza. Estos planes los cuenta solamente a su amigo, estudiante de la filosofía estoica, Horacio, y al soldado Marcellus bajo el juramento de que guardarán todo en secreto.

Hamlet, para despistar a su tío y a su madre, decide aparentar que había perdido la razón—que se había vuelto loco para no causar sospechas. Quería que su tío pensara que fuera incapaz de ningún proyecto serio y dejarlo actuar en secreto para cumplir con la venganza. Usa vestuario desordenado, como un loco, altera su comportamiento a propósito de que hasta su manera de hablar causan que su madre y tío-padrastro piensan que, de veras, se había vuelto loco a causa de la tristeza por la muerte de su padre —o por el amor desmedida a su novia, la Niña Ofelia—pues ellos no saben del fantasma.

Pero, por cierto, antes de todo eso, Hamlet estaba, de veras, enamorado de la Niña Ofelia, hija de Polonio, Canciller del gobierno, y le mandaba cartas y anillos de compromiso porque la quería demasiado. Ella, por su parte, correspondió el amor de Hamlet y también se siente abandonada cuando Hamlet ya no platica con ella durante este período de aparentar la locura como zorro [“I am but mad north-north-west. When the wind is southerly, I know a hawk from a handsaw”].

Ahora, ella, sí, entiende que no es nada en contra de ella, y cree que es una enfermedad emocional o mental que sufre Hamlet. Ofelia, habla, en la obra, de las cualidades excelentes de Hamlet y lamenta como ha cambiado, y lo compara a las bellas campanas de una iglesia que producen música linda y exquisita, pero cuando no están en harmonía consigo mismas, producen un ruido poco placentero y discordante. Hamlet no es inconsciente de que está descuidando sus atenciones a Ofelia y le escribe una carta manteniendo la apariencia de locura y alteración mental, pero expresando afecto y cariño para darla a entender que todavía la ama. A la misma vez, ocupa, en la misma carta, unas metáforas algo raras para disfrazar sus verdaderas intenciones y así engañar a Gertrudis, Claudio y Polonio.

Como una señorita honrada e hija obediente, la Niña Ofelia enseña la carta a su padre, Polonio, quien, a su vez, la enseña al rey y reina. Esta carta confirma, en sus percepciones, que Hamlet ha perdido la mente porque está enamorado—exactamente lo que desea Hamlet, para despistarlos de sus planes de venganza. Está funcionando el plan de Hamlet. La madre, Gertrudis, traza un plan para que Ofelia pudiera ayudar a Hamlet a volver a la normalidad y así recuperar la honra de la familia en la corte. Pero Claudio sospecha algo y lo manda a Inglaterra—o sea, fuera de Dinamarca.

Hamlet, de otro modo, sigue pensando que cada momento de demora en la venganza es una violación del juramento que ha hecho a su padre y así, cada demora constituye un pecado. En realidad, Hamlet no quiere matar a nadie y no quiere hacer mal a su madre tampoco; por lo tanto, pasa indeciso y deprimido. Comienza a dudar si el fantasma era de veras su padre o si era un demonio tentándolo a cometer un crimen como homicidio. Hamlet contempla el suicidio en la agonía de sus dudas e indecisión: “Ser o no ser, esa es la cuestión”… [“To be, or not to be, That is the question…”].

Mientras tanto, llega un grupo de actores ambulantes a Elsinore, el castillo del rey, sede del gobierno de Dinamarca, donde se lleva acabo todo el accionar de la tragedia. Sale que los actores son amigos de Hamlet y él los pide presentar una obra sobre la muerte de Príamo, Rey de Troya y la tristeza de su reina, Hecuba—o sea, el tema de la Ilíada de Homero. Como la representación teatral ante la corte se trata del asesinato de un rey viejo y la destrucción de su pueblo y ciudad por incendio y la alteración por tristeza de la reina vieja, descalza, casi desnuda (Hecuba), muchos de la audiencia de la corte en Dinamarca al ver la representación comenzaron a llorar. Hasta el actor comienza a llorar recitando los acontecimientos del drama.

Además, Hamlet ordena la presentación de una obra de teatro parecida a la situación en el jardín donde el fantasma de su padre dice que fue asesinado. Eso lo hace Hamlet con la intención de atrapar, según Hamlet, la conciencia y emociones del Rey y de todos de la corte —el gobierno— y ponerlos a pensar en lo que realmente pasó con su padre y la consecuente usurpación, por engaño, del gobierno.

Al presentar la obra, el Rey Claudio no aguanta la insinuación y sale, huyendo, del salón del teatro. En este momento, Gertrudis, su madre, manda a llamar a su hijo a su dormitorio para regañar a Hamlet por haber ofendido a ella y a Claudio. Gertrudis, por aparte, ordena a Polonio estar presente (detrás de la cortina) como testigo para escuchar la entrevista.

Hamlet regaña fuertemente a su madre, por su comportamiento en casarse lujuriosamente con su cuñado y Gertrudis grita por ayuda; responde Polonio, escondido, a la petición de ayuda de Gertrudis. Hamlet, sin pensar dos minutos, mata al viejo canciller detrás de la cortina, pensando que era Claudio. Ahora Polonio es padre de Ofelia, a quien, sabemos, Hamlet ama.

Ofelia se vuelve loca y se suicida en el río con flores. El Rey Claudio confecciona una intriga en un juego de espadas (esgrima, que es supuestamente solamente un deporte inocente) y pone veneno mortal en la punta de la espada del hermano de Ofelia, contrincante de Hamlet. Gertrudis, agitada, toma el vino envenenado por Claudio (que era, en realidad, preparado para Hamlet). El hermano de Ofelia, Laertes, muriendo, explica a Hamlet el complot confeccionado por Claudio e informa a Hamlet que él mismo morirá por el veneno en la punta de la espada con que Hamlet está herido. Hamlet, agonizando, toma la espada envenenada y, al fin, mata a Claudio.

Horacio, el estudiante de filosofía estoico, amigo cercano a Hamlet, declara que él desea suicidarse por toda la decepción y muerte que ha dejado el escenario del teatro lleno de cadáveres. Pero Hamlet pide a Horacio no matarse, si no, le pide de favor “respirar un rato más con dolor en este mundo” para contar la verdad de la situación del gobierno al público.

Horacio encomienda el espíritu de Hamlet a los coros de ángeles a quienes Horacio implora acompañar el alma al cielo, un príncipe muy querido por sus cualidades nobles que, sin duda, hubiera sido el rey incomparable, jefe del gobierno para Dinamarca si no hubiera muerto por engaño y traición.

FIN