Si tienes en cuenta estas ideas, podrás mantener una discusión sana con tus hijos. Los principales aspectos que debes conocer al mantener una discusión son: concéntrate en el conflicto original, trata de mantener la racionalidad y determina si se trata del momento oportuno.
Elegir el momento adecuado no implica el “momento perfecto”, dado que esos momentos no existen. Si alguien tiene prisa, está cansado o ha tenido un día largo y frustrante, debe esperarse un momento de mayor tranquilidad para plantear el conflicto.
En lo que respecta a concentrarte en el tema, basta con afirmar de manera racional que no quieres apartarte de la cuestión original y que el nuevo “conflicto distractorio” puede ser abordado en otro momento.
Por último, no hay que permitir que sean las emociones las que guíen la discusión. Sin duda pueden ser un factor en el conflicto, pero cuando permites que las emociones se pongan al volante, el vehículo se desvía con facilidad.
Ahora bien, los siguientes son los motivos por los te recomendamos discutir:
1. Discutir nos une
Por lo general, cuando pensamos en discusiones asumimos que las personas involucradas no se están relacionando. Sin embargo, discutir es tan importante como saber cuál es la película favorita de tus hijos.
Se aprende a ceder y a comunicarse con el otro en situaciones muy estresantes. Eso es útil para la mutua comprensión y aumenta las probabilidades de que se empiecen a mantener discusiones en lugar de peleas.
2. Discutir ayuda a tomar decisiones difíciles
Cuando los hijos deben tomar una decisión difícil, lo mejor que podría pasar sería que pidieran su opinión a los padres. Es maravillo tener cierta influencia sobre los hijos en lo que respecta a sexo, drogas, elección de universidad, opciones de autos o cualquier problema que pueda surgir.
Eso significa que en el pasado has respetado su capacidad de resolución de problemas y que ellos, a su vez, respetan a sus padres y valoran su opinión.
3. Discutir demuestra que nos importa
A la pregunta de qué es lo opuesto al amor, la mayor parte de la gente contesta que es el odio. Pero al menos con el odio se presta atención a la otra persona. La verdadera respuesta es la indiferencia.
Si se ignora el problema, se ignora a la persona, y eso resulta en extremo doloroso. Simular que el problema no existe no lo hace desaparecer. La mejor manera de abordar un tema delicado es hacerlo con honestidad y genuina preocupación por la otra persona.
4. Discutir puede enseñarnos a resolver conflictos
Se predica con el ejemplo, y durante una discusión eres el ejemplo. Así les muestras a tus hijos la forma en que los adultos discuten con respeto, cómo se expresan las emociones y cómo se ejerce influencia en otros para conseguir lo que hace falta.
Es por eso que debes actuar como te gustaría que lo hicieran tus hijos. ¿Qué pasa, entonces, cuando perdemos por completo el control? Se crea otra oportunidad perfecta para enseñar a los hijos la forma en que un adulto se hace responsable de sus actos y pide disculpas por su conducta.
Quiero destacar que escribí “oportunidad” y no “tragarse el orgullo”. Es otra de las alegrías de ser un padre responsable. ¡Feliz discusión!