Muchos dicen que cuando llegas a los 30 años es para sentar cabeza, es decir, dejar atrás aquellos días donde no importaba otra cosa que hacer cosas nuevas, salir a todas partes y relacionarte con mucha gente, incluso, descuidar a la familia por todo aquello que querías experimentar.
A esta edad es cuando empiezas a tomar las decisiones más claramente y te das cuenta hacia dónde va el rumbo de tú vida, pero realmente ¿sabes si estás en el camino correcto?, ¿has realizado todo lo que te has propuesto?, ¿te has realizado como persona? Estas son algunas preguntas que te haces después de mirar atrás, ver tu presente y visualizar un futuro.
En este punto es cuando la familia se vuelve vital, pues a pesar de que ya eres una mujer adulta, aún te puedes sentir perdida y ellos son los que te den ese último empujón para conseguir lo que quieres y tomar decisiones acertadas acerca del rumbo de tu vida.
Nadie es eternamente joven
Aunque pareciera extraño, en los últimos tiempos los 30 se han convertido en la segunda juventud para la mayoría de las personas. Lo que importa es disfrutar de la vida, del momento, sin preocuparse por el mañana, “total aún soy joven”, lo cual es un gran error.
A esta edad es cuando deberías tomar conciencia de lo que quieres no sólo en el futuro, sino del presente que vives. No está mal disfrutar de las cosas buenas de la vida, pero también hay que tener conciencia que los años pasan y la posibilidad de formar una familia se va desvaneciendo.
Este descontrol pone alerta a nuestros familiares, que son los primeros en tratar de orientarte, tal cual como cuando eras niña, pero sueles rechazar estos comentarios porque te sientes adulta, aun cuando ni siquiera sabes qué hacer con tu vida.
La familia toma el rol importante en ese momento, trata que rectifiques el camino, te hace ver lo errores que has cometido, procura que sigas persiguiendo lo que tanto anhelabas, que salgas de ese bache donde te hundes cada vez más comprometiéndote contigo misma.
Toma el control de tu vida, fijando una dirección
Después de analizar lo que sucede en tu vida, es momento de tomar el control de ella poniendo metas a corto, mediano y largo plazo. No sólo es decirlo, planearlo o pensarlo, si no hacerlo en verdad y si es necesario, apoyándote en la familia y amigos.
Si tienes una pareja, con mayor razón hay que tomar el control de la situación, más si hay una intención de formalizar la relación. Una vez que sabes qué quieres hacer, hay que ponerlo en marcha, dejar la zona del conformismo y la comodidad para poner a trabajar todo eso que no hemos desarrollado por miedo al fracaso.
Hay que caer y volver a levantarse, tantas veces como sean necesarias, recuerda que la familia siempre estará ahí.
La madurez para tener responsabilidad
Superar etapas en la vida es reconfortante cuando no te quedas con las ganas de hacerlo, pensando en ¿qué hubiera pasado si…? Arriesgarse tiene sus recompensas, la satisfacción es muy grande y al mirar atrás te das cuenta que valió la pena.
Al principio puede ser complicado comprometerte contigo misma, familia y pareja, pero al final es arriesgar un poco para conseguir lo que quieres y sobre todo crecer como persona.
Ahora con las metas y objetivos claros, lo que nos queda es reforzarlo formando nuestra propia familia, crear el vínculo con esa persona que escogimos para caminar por esta nueva etapa de nuestra vida y posteriormente ayudar a nuestros hijos a encontrar su camino, así como lo hicieron con nosotros nuestros padres.