El Salvador: 25 años de una historia entre guerra y esperanzas

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Pascal Drouhaud es especialista en relaciones internacionales. Desde su juventud ha ofrecido múltiples conferencias en El Salvador y otros países.

Por Por Pascal Drouhaud *

2015-03-14 8:00:00

Quién hubiese podido pensar que iba a ser un testigo de la historia contemporánea de El Salvador de estos últimos 25 años.

1988-2015. Tantos años, tantas fases de una historia contemporánea que cambió El Salvador, país con carácter y emoción tanto como mi vida, dándole un rumbo que siempre será firme a los valores que han forjado mi país, Francia.

¡Cuánto habrá cambiado mi querido El Salvador que acaba de elegir a sus nuevos diputados y alcaldes! ¡Cuánto se habrá transformado el mundo desde la caída del Muro de Berlín, el 11 de noviembre de 1989, hasta la emergencia de China en los años 1990, tanto como el actual conflicto contra el integrismo islamista!

En 1988, Napoleón Duarte era Presidente de El Salvador. En los 80, la democracia cristiana había ganado el espacio político en América Latina y Fidel Chávez Mena era candidato Presidencial de 1989, tanto como Roberto d’Aubuisson y Alfredo Cristiani, quien fue elegido en este año tan importante para El Salvador.

Las armas resonaban en Centro América, en Morazán, tanto como en las noches de San Salvador.

Ronald Reagan era Presidente de los Estados Unidos, Mikhail Gorbachev, primer secretario del partido comunista de la Unión Soviética, que cayó frente al soplo que representó en los años 1980 la glásnost y la perestroika.

Recién diplomado de la universidad francesa, tenía que prestar dos años de mi vida a la cooperación francesa.

El azar, unos dirán que con generosidad el destino quiso que fuese nombrado en El Salvador.

Fue una bendición, fue un despertador que ha influido mi vida en su más grandes raíces. Soñaba por servir a mi país lejos, lo más lejos posible. No fui decepcionado.

Cuántas emociones, imágenes, cuántas realidades nuevos iba a descubrir en este periodo tan crucial que fueron para El Salvador los años 1988-1991.

Del Liceo francés, en el que serví como profesor de historia y que se ha vuelto desde entonces como el más importante de la región centroamericana y centro regional de exámenes con el famoso “baccalauréat”, hasta la Embajada de Francia, en la que trabajé junto con el entonces agregado cultural y lingüístico, he participado en acciones de promoción cultural de Francia, dando conferencias en la Universidad Nacionales (UES) hasta la UCA. Además, en escuelas militares hacía programas de radio con un buen amigo, Carlos Bautista, en la RCFM o YSU. Cuántas experiencias nuevas, apasionantes, inéditas y que fueron un acelerador de descubrimiento de una realidad histórica.

En la época en la que aún no existían los grandes centros comerciales de Antiguo Cuscatlán, muchas veces, después de nuestros programas de radio, era controlado por el ejército en la calle, camino al lugar donde vivía en Santa Tecla. Pero eso no impedía que cumpliera con mi deber.

En Centroamérica, los presidentes de la época buscaban los medios de favorecer un diálogo de paz regional para llegar a un cese de fuego que permitiera un acuerdo político:

Esquipulas I, Esquipulas II, dentro de varias otras plataformas de diálogo, ilustraron estas cumbres, en las que personalidades como Vinicio Cerezo (Guatemala), Napoleón Duarte (El Salvador), Daniel Ortega (Nicaragua), Óscar Arias (Costa Rica) y Azcona Hoyos (Honduras) sobresalían.

El FMLN y el ELN luchaban en el marco de un conflicto de guerrillas. En Nicaragua, Ronald Reagan tuvo que enfrentar las revelaciones de las operaciones llevadas a cabo contra los sandinistas por “las contras”.

En Guatemala, la URNG llevaba su guerra. El Salvador había sido declarado eje central de una guerra caliente Este-Oeste, en el istmo centroamericano.

El ejército recibía un apoyo operacional de los Estados Unidos, y sus batallones especiales actuaban sobre el terreno, mientras se preparaba la ofensiva final “Febe Velásquez vive-Hasta el tope”, de noviembre de 1989.

De manera paralela, aprendía día tras día lo que los salvadoreños sabían, es decir, que la vida sigue, incluso bajo las balas o riesgos de atentados como el de la Zona Rosa en 1986. Me conectaba con mi país de adopción y con su pueblo en una época en la que el teléfono celular no existía y menos el internet.

¿Cómo hacíamos ? Ni quiero pensarlo… Conocí salvadoreños que me impactaron por su generosidad de corazón, comprometidos con su país, su familia, con un ideal de un porvenir que tenía que ser mejor que el presente.

Unos no los vieron o conocieron poco los tiempos de guerra: pienso en esta figura tan relevante de la comunidad franco-salvadoreña que era Roberto Kahn. Quiero pensar en los padres de familia del liceo francés que me ayudaron a montar una fantástica tropa de teatro, como Ana Lucía Espitia, Balthasar y Luciana Llort, Pierre y Lorena Cahen, Gloria Montenegro, Lilian Muñoz, Sonia Vargas y Vilma Sicuteri. Pienso en estos inmensos anónimos que todos conocían en el liceo francés como Eduardo Gómez, del cual generaciones de alumnos pueden hablar.

Todas nuestras actividades me parecieron con los años como burbujas mágicas, mientras “en el exterior”, es decir en la realidad, El Salvador elegía su nuevo Presidente, Alfredo Cristiani, candidato por ARENA; mientras Radio Venceremos difundida, desde “las zonas liberadas” los discursos de Schafik Handal, Nidia Díaz, Guillermo Ungo y Joaquín Villalobos.

En octubre de 1989, Fenastras sufrió un terrible atentado en el cual murió su secretaria general, Febe Elizabeth Velásquez.

Unos pocos meses antes, el ministro de la presidencia, hombre de mayor confianza del nuevo Jefe de Estado, José Antonio Rodríguez Porth, era asesinado a la puerta de su casa. Y el 11 de noviembre, el FMLN atacó la capital por el volcán.

Cómo transmitir estos días de guerra absoluta, de sonido constante de las armas, el ruido de los helicópteros, muchos de estos traídos de Vietnam, de los aviones C 47, mientras las colonias de Mejicanos, de Soyapango y la Escalón tenían fuertes combates en las calles.

Y qué decir de la noche del 15 hasta el 16 de noviembre, cuando fueron asesinados los jesuitas de la UCA y sus empleadas, acto que dio un giro al conflicto armado. Seguimos las noticias por la radio, y la televisión, en la que Susan Bulnes presentaba lo sucedido en los noticieros de la noche.

El Presidente Cristiani apareció en la televisión afirmando que la verdad, toda la verdad, sobre estos actos de violencia extrema sería conocida. Washington restringió su apoyo técnico y financiero, mientras la caída del Muro de Berlín y la presión de los Estados unidos, tanto en Afganistán como en Europa, obligaba a Moscú a buscar una forma de receso.

La cumbre de Malta, en diciembre de 1989, demostró que los tiempos estaban cambiando rápidamente.

En El Salvador, militarmente el FMLN tuvo que retroceder. Políticamente, la presión para ambas partes era tal que una nueva fase se abrió: de 1990 hasta 1992, se buscaban los fundamentos de un nuevo contrato social, de una paz que no podía nacer hasta que los temas de “depuración”, en las fuerzas armadas, y de “entrega” de armas por la guerrilla, no hubieran sido explorados en fondo.

El canciller en esta época era Óscar Santamaría, quien jugó un papel fuerte, siendo muy respetado en el escenario internacional. Negociadores como David Escobar Galindo, el “Chato” Vargas, Salvador Sánchez Cerén, Joaquín Villalobos, Schafik Handal y Nidia Díaz entre otros, lograron bajo los auspicios de Javier Pérez de Cuéllar, entonces Secretario General de las Naciones Unidas, establecer una paz firmada en enero de 1992.

Y fue El Salvador que ganó. Esta realidad debe ser recordada siempre. Los años 1990 fueron también los años en los que en África del Sur, una etapa nueva se abría con la liberación de Nelson Mandela y su llegada a la cabeza de este gran país.

Mientras se acababa mi tiempo en El Salvador y me tuve que ir en agosto de 1990, desesperado, pero con la confianza y apoyo de mis amigos salvadoreños, apareció un maravilloso artículo que había publicado Erwin Larín: “Pascal Drouhaud se va pero ama El Salvador”, y hasta unos alumnos me acompañaron al aeropuerto de Comalapa, donde llegue en un helicóptero… Daniel Cahen, Melany Vargas, Cecilia Carbonero hasta Erick Mejía o Iván Márquez.

Regresé a Francia teniendo aún en la cabeza, la melodía de canciones que me encantaron, como “la incondicional”, de Luis Miguel; “Mía” o “lluvia” de Eddie Santiago, sin olvidar a Gloria Estefan y Timbiriche.

Nunca imaginé que iba a volver más de 80 veces a El Salvador en el transcurso de estos últimos 25 años.

Nunca pensé que la vida me iba a dar la oportunidad de involucrarme en su política nacional: a raíz de estos años, con miles de esfuerzos diarios, de pasión y una dosis de chance, pude ser encargado de las relaciones internacionales del partido del Presidente Chirac, que vino a El Salvador en noviembre de 1998. Enlazamos fuerzas políticas latinoamericanas con europeas en el marco de la UPLA (Unión de Partidos Latinoamericanos), que dirigió durante años el expresidente de Colombia, Andrés Pastrana, y que lidera ahora el expresidente Armando Calderón Sol.

Miraba desde afuera El Salvador construyendo, reforzando, practicando la paz y la convivencia democrática: Armando Calderón Sol (1994-1999), Francisco Flores (1999-2004), Antonio Saca (2004-2009), y la llegada al poder del FMLN con Mauricio Funes (2009-2014) y ahora con el Presidente Salvador Sánchez Cerén.

Tantas evoluciones políticas que acompañaron cambios estructurales como en el ejército, en el sector agropecuario o de maquilas, tanto como la llegada de una nueva complejidad en los temas de seguridad pública y de justicia con las maras.

En los años 1990-2000, siempre pude contar con la fidelidad y afección de mis amigos salvadoreños, famosos y menos famosos, que son grandes personas como Enrique Altamirano, Gloria Salguero Gross, a quien conocí cuando era presidenta de la Asamblea Legislativa; a periodistas tan voluntarios para entender el mundo como fue Mauricio Vásquez y lo son Rolando Monterrosa, Eduardo Torres, Ricardo Chacón y Diana Verónica Ramos. Figuras y grandes artistas: Rosa Mena Valenzuela, Licry Bicard y el historiador Pedro Escalante.

Nunca me decepcionó El Salvador y fue al “rendez vous” de la paz mientras el mundo cambiaba: la Unión Europea volvió como el primer contribuidor al desarrollo de Centro América, Violeta Chamorro ganó contra Daniel Ortega en febrero de 1990, quien volvió encabezando Nicaragua, años después, con una nueva figura socialdemócrata. George Bush, Bill Clinton y George W. Bush dirigieron los Estados unidos antes de que Barack Obama fuera, finalmente, el símbolo de los imposible, que lo vuelve posible y gana en 2008.

China popular logró su entrada protagónica en el concierto de las Naciones, la Unión Europea se amplió a 28. El conflicto contra el jihadismo islamista se ha vuelto actualidad diaria. Tantos cambios que acompañaron estos 25 últimos años mientras El Salvador sigue de pie, en una Centroamérica que debe dar un nuevo impulso al ideal de su integración.

El Salvador pudo reinventarse, lanzándose en una transformación social y lograr su desafío histórico más grande y que parecía imposible de alcanzar hace 25 años: la paz.

* Pascal Drouhaud es especialista en relaciones internacionales, politólogo y autor de numerosos artículos sobre el proceso de paz y democrático de El Salvador y Centroamérica en las revistas de política exterior francesas. Fue candidato a diputado para los franceses del exterior (América latina-Caribe) en las elecciones legislativas francesas de 2012.