Cuando era soltero hacía muchas cosas: salía con amigos, iba a fiestas, a la escuela, trabajaba, emprendía proyectos y era muy feliz. Desde que me casé las salidas con amigos fueron menos frecuentes, pero no desaparecieron y lo mismo pasó con las fiestas.
Seguí yendo a la escuela, trabajando y emprendiendo proyectos, pero lo mejor de todo es que soy más feliz. Pronto cumpliré diez años de haberme casado. Es la primera vez y ha sido toda una aventura. Me han pasado cosas desagradables, he tenido que atravesar amarguras muy severas; también he sido el culpable de muchas preocupaciones y lágrimas de mi esposa.
Sin embargo, también he podido probar las mieles del perdón, la reconciliación y el logro de proyectos en conjunto, así como descubrir nuevas capacidades en mí que no creía tener.
No te daré la típica lista de por qué es genial la vida de casado, solo voy a compartir contigo lo que más me gusta o aquello que me ha impresionado del matrimonio.
1. La intimidad
No lo oculto, una de las cosas que más disfruto de estar casado es la intimidad conyugal. Es increíblemente liberadora la sensación de saber que puedes expresar libremente y sin resentimientos, dudas o miedos el amor en el plano físico. La sexualidad es un terreno maravilloso que potencia la unión en muchos más niveles y aspectos de los que parece beneficiar.
2. Mi crecimiento personal
Cuando me casé llevaba dos años avanzando muy lentamente en mis estudios profesionales, luego en un año terminé mis créditos y poco tiempo después pude obtener mi título. Me sorprendió ver cómo mi capacidad de concentración se incrementó gracias a la influencia emocional que implica una relación estable y formal con mi esposa.
3. Mi gusto por la cocina
Quizás esto sea lo más romántico que logro ser, pero me gusta ayudar a mi esposa; quien entre el cuidado de los niños y el estudio o el trabajo, a veces no se da abasto. Así que hemos tenido temporadas enteras en las que soy yo el que cocina y… ¡me gusta!
4. Nunca estoy solo
Sé que muchos solteros dirán que valoran infinitamente su soledad. Les aclaro que (como el conde Drácula) yo también protejo mi derecho a mis ratos para “estar a solas con mis pensamientos”.
Pero cuando hay alegrías, entusiasmos, proyectos nuevos o cumplidos; o cuando hay ratos difíciles, duelos, desafíos, enfermedades, tristeza o enojo, siempre tengo a mi esposa que me recibe en casa, me habla, me escucha, me consuela, me anima y hasta permite que me quede dormido entre sus brazos.
5. Soy más seguro
Por alguna razón, saberme amado y necesario, saber que alguien confía en que dé lo mejor de mi, que alguien me espera en casa, que participa de mi felicidad y puede sostenerme en mis dificultades me hace ser un hombre más seguro.
Todas las personas que me conocen se han sorprendido de cuanto he cambiado para bien desde mi matrimonio. No es que yo haya sido un monstruo o un criminal, pero sí ha sido muy evidente cómo el matrimonio ha sido el eje rector de mi vida, dejando en el paso del tiempo muchas más cosas buenas que malas, porque incluso las desagradables se han escrito en el Libro Sagrado de la Experiencia.
Debo reiterarlo: no ha sido fácil, pero esta es la más profunda de mis reflexiones sobre el matrimonio. Lo más satisfactorio que me ha pasado es vivir con una chica hermosa que me sonríe, que me ha confiado su vida, su salud, su bienestar, felicidad, y que cree plenamente en mi capacidad para honrar esa confianza. Así ha sido hasta hoy, definitivamente el matrimonio me ha sentado muy bien. ¿No se animan?
Rafael Vázquez. Familias.com