Por Nancy Moncada
La más pequeña de la familia Moreno revolucionó su hogar con su pasión por la cocina. Con solo 11 años, Renata Moreno ya vendía ñoquis por encargo a algunos restaurantes. Ella aprovechaba navidades y vacaciones de verano para hacer delicias que compraban sus familiares y amigos. “Mi mamá me apoyaba y mi papá me prestaba la casa para inventar lo que yo quisiera”, recuerda.
Tras graduarse del colegio, Renata estudió diseño gráfico en la Universidad Don Bosco y artes culinarias en Scarts. Lo hizo simultáneamente porque era lo que le “encantaba”.
“No sabía cómo se iba a mezclar todo”, reconoce. “Al ser emprendedora, a veces los fondos son bien escasos. Yo misma me hacía el mercadeo”.
Tras sacar ambas carreras y hacer unos cursos en Roma, Renata se fue a España a cursar una maestría. “Regresé y tenía que ver cómo salía adelante para pagar un préstamo de estudiante”, cuenta.
Renata, la menor de cuatro hermanos, comenzó a producir semilla caramelizada para la Navidad de 2011. Pero la tarea emprendida no fue sencilla: “Con amigos y familia, tocando puertas, empezamos a vender en unas tiendas pequeñas esa misma Navidad. A veces resurgía la venta y luego volvía a bajar. Comenzamos a ofrecer galletas y jaleas hasta que como hace dos años y medio me metí a trabajar de lleno en Tuco & Tico”, dice orgullosa.
El negocio, nombrado como las famosas urracas parlanchinas, fue creciendo poco a poco. Con el apoyo de su novio, ahora su esposo, y de sus padres, Renata de Flamenco se puso manos a la obra. “Monté una cocina industrial en el comedor de la casa de mis papás”, cuenta sobre sus inicios.
Tuco & Tico siguió captando más mercado. “Introducimos las tortas, los pasteles. Poco a poco fuimos añadiendo lo salado: las tajaditas, los sándwiches. Cubríamos ‘coffee breaks’ en eventos pequeños. La gente me encargaba los sándwiches para las piñatas de sus hijos”, recuerda.
La demanda de sus productos hizo que Tuco & Tico creciera y abriera su primera sucursal detrás del centro comercial Balam Quitzé. “Somos siete personas. Maquilamos a restaurantes. Tenemos unos 20 puntos de venta en tiendas, salones de belleza, consultorios de doctores y tiendas especializadas”, cuenta con orgullo.
Sobre la forma en la que equilibra su vida personal y su labor de empresaria, Renata explica que lo hace con ayuda de su equipo de trabajo. Se consigue al encontrar “gente buena que esté dispuesta a trabajar y que tenga la misma pasión que uno”.
La joven empresaria afirma que su visión es ayudar a su país al generar empleos. “Creo que esa es una buena forma de ayudar al país. Vemos que hay oportunidades, que hay que luchar para salir adelante. Ese es el tipo de gente que yo tengo en mi equipo. Vemos para adelante. Hay familias detrás de todos nosotros”.