El mapa de las pandillas

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/ Foto Por EDH/Archivo

Por Por Mario Vega*

2015-02-12 5:00:00

El Diario de Hoy publicó recientemente un gráfico de la ciudad de San Salvador en el que se estampan las zonas que son controladas por las dos principales pandillas del país. Existen lugares donde la frontera territorial entre pandillas contrarias es marcada por una calle importante, como es el caso de la 49 Avenida Sur y la Carretera a Comalapa. Pero, en el resto de la ciudad, los límites son amorfos. A veces siguen el trazo de las calles y avenidas pero, otras veces, las fronteras siguen su propio sentido sin relación a la cuadrícula vial. ¿Qué es lo que define a esas fronteras caprichosas y no lineales? La respuesta se descubre cuando el gráfico en cuestión se compara con un plano de la ciudad de San Salvador. Se observa que existe una relación muy estrecha entre los territorios de las pandillas y el curso de las quebradas que cruzan la ciudad.

Por ejemplo, el corredor aparentemente caprichoso del Barrio 18, que va desde la 49 Avenida Sur hasta la Terminal de Oriente, por el sur de la ciudad, corresponde al calco con el curso del Arenal Montserrat y el río Acelhuate. La extensión hacia el norte de la ciudad del territorio de esta pandilla va siguiendo el curso del Arenal Tutunichapa. En el caso de la zona del Estadio Cuscatlán y alrededores el territorio se extiende a los lados del Arenal San Felipe. En las colonias San Benito y Escalón los territorios siguen a las quebradas La Lechuza y La Mascota, respectivamente.

No es casual que los territorios de control de las pandillas sigan el curso de las cuencas de la ciudad ya que es al lado de las quebradas donde se instalan los cinturones de miseria. Personas en extrema pobreza que se aferran a las barrancas como último espacio para construir sus viviendas precarias y donde las oportunidades se visualizan muy lejanas. El mapa de distribución de las pandillas confirma de manera gráfica la estrecha relación que existe entre exclusión y violencia. Una relación que no significa, como a veces se interpreta, con mala intención o sin ella, que la pobreza es equivalente a la violencia, sino que la pobreza es un factor de riesgo que combinado con otros conduce a la violencia. Las zonas marginadas reúnen esa combinación crítica de factores de riesgo que eclosionan en la agresividad y la violencia.

Llama la atención la ausencia de control territorial definido en las zonas del Bulevar Constitución, Colonia Miramonte y Bulevar de Los Héroes. Pero son las mismas áreas en donde la quebrada El Sirimuyo se encuentra cubierta de bóvedas que no permiten a los marginados instalarse en su cuenca. La distancia a las quebradas es mayor y eso dificulta el control de esas zonas. No obstante, en la medida en que las personas se alejan de los sectores peligrosos pueden ir cediendo el territorio a las pandillas. Tal como ocurre en el centro histórico de la ciudad que ha sido abandonado al comercio informal. Algo parecido pudiera ocurrir en la Colonia Miramonte y otros sectores de la ciudad si no se toman decisiones audaces que permitan el desarrollo humano de las personas que moran en condiciones urbanas precarias. Cuando la sociedad tenga una mejor oferta que la de las pandillas, los niños dejarán de sentirse atraídos por los réditos de la violencia.

*Colaborador de El Diario de Hoy.