Las estanterías vacías y los precios disparados son los resultados de esta práctica, contra la que los hongkoneses ya han organizado tres campañas de protesta.
El pasado 15 de febrero, cerca de 200 manifestantes lograron que numerosas tiendas de un centro comercial de la zona suburbana de la ciudad echaran el cierre mientras pedían a los consumidores chinos que volvieran a la parte continental a hacer sus compras.
Era la tercera protesta de esta iniciativa que arrancó en 2015 y que en menos de dos meses ya ha provocado enfrentamientos con la policía, comerciantes y ciudadanos chinos en varios puntos de la ciudad.
Quienes se quejan dicen estar hartos de que cientos de personas, en su mayoría chinos, inunden a diario centros comerciales y el transporte público de Hong Kong para hacerse con productos de todo tipo con los que luego comercian en el gigante asiático.
Los “langostas”, como son llamados despectivamente en Hong Kong, trabajan de forma organizada: van en grupos de seis ocho personas, provistos de maletas y cruzan la frontera terrestre entre Hong Kong y China varias veces al día cargadas de productos que no declaran y que luego venden en la parte continental a precios más caros.
Así, muchos artículos deben reponerse a diario en las estanterías de los comercios de Hong Kong.
Si bien este comercio podría verse como una fuente de ingresos extra para la economía de la ciudad, son las grandes marcas y los promotores inmobiliarios quienes salen únicamente beneficiados, alegan sus críticos.
La alta actividad comercial ejercida por los chinos se ha hecho notar en los precios de los alquileres de los locales.
Más de 47 millones de turistas de China llegaron a Hong Kong en 2014, un 16 % más que el año anterior.
Frenar la llegada de los vecinos turistas supondría enfadar a industrias clave de Hong Kong, como la hotelera o la comercial, por lo que la población está dividida.
Mientras tanto, la saturación que provoca el “comercio paralelo” está agotando la paciencia de cada vez más hongkoneses, insatisfechos con un gobierno al que han venido reclamando más protagonismo de sus ciudadanos en el quehacer de la vida diaria. —EFELos “langostas”, como son llamados despectivamente en Hong Kong, trabajan de forma organizada: van en grupos de seis ocho personas