Estimado 2014, aunque tristemente no es el mismo caso para muchos, para mí has sido un buen año. Estoy sana, estoy viva, mi familia y amigos también lo están.
Sea lo que sea que escriba a partir de esta línea, solo con eso habrás valido la pena y tendré lo suficiente para sonreír al recordarte. Por supuesto que podrías haberme dejado no sólo habiendo perdido las diez libras que te pedí a finales del 2013, sino además sin las cinco libras adicionales con que te despides.
Pero también tengo otras cosas menos banales que agradecerte. Por fin el tráfico de nuestra querida ciudad volvió a la ‘normalidad’. Terminaron las obras de recarpeteo, y aunque habían anunciado nuevas para fin de año creo que ya no serán tu problema. Esperemos que tu último mes, diciembre, nos trate bien, y los conductores puedan mantener la cordura mientras intentan cobrar el cheque de su aguinaldo, comprar el último pavo y los regalos imprevistos.
Te agradezco también que haya pasado la euforia del Mundial, lo cuál significa que tendré a mi marido presente en cuerpo y mente durante los próximos cuatro años, hasta que vuelva a perderlo por un mes completo en el 2018.
Me llena de inmensa alegría también que haya pasado el bombardeo constante de la campaña política y los varios circos políticos montados desde tus inicios. Aunque francamente no nos diste un respiro entre las elecciones presidenciales y las legislativas y municipales. Tanta foto de los candidatos almorzando tortilla y queso fresco en los mercados que ya me están dando antojos.
Te agradezco que a la fecha (y ojo que escribo la siguiente línea con una mano mientras cruzo los dedos con la otra) me has librado de los dolores y la fiebre de la chikungunya, y que nuestro pulgarcito esté libre del ébola, por lo menos mientras las autoridades de Salud descifran cómo ponerse esos ridículos trajes.
Te agradezco que haya terminado un invierno de lo más extraño y que oficialmente hayan llegado los vientos de octubre… en noviembre.
Te pido que acabes sin estarme sacando cada dos noches despavorida a la calle en pijama gritando “¡terremotoooo!”.
Aunque te agradezco que a pesar de a haber tenido unos buenos “samaqueones” aún no nos llega ‘el grande’. Doy gracias también a todas las almas caritativas que se encargan de postear en Facebook y Twitter la magnitud, duración y epicentro de cada temblor como si trabajaran para el SNET.
Te agradezco también por las innumerables páginas de humor salvadoreño, los doblajes salvadoreños en youtube y los memes que circulan en las redes sociales, que día a día me hacen sonreír.
Te agradezco por los hashtag #nambechele #soloensivar y por la reinvención de la Rana René. Pero principalmente por que a pesar de la realidad que vivimos, en la que cada noticia es más triste y violenta que la anterior, todavía encontramos las fuerzas y determinación para seguir riendo.
Le pido a tu hermano -el 2015- que nos traiga muchos más motivos para sonreír.
Por Marcela Gutiérrez (marsgu@hotmail.com)
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