“Sí, les pago a mis hijas para que se porten bien”, pero antes de que tomes una postura voy a contarte cómo comenzó todo.
Mis hijas tienen 9 y 5 años; físicamente casi idénticas, pero sus personalidades no podrían ser más opuestas. La mayor derrama dulzura y devoción al prójimo, la tarea más difícil para ella es poner su felicidad antes que la de los demás. La más pequeña, es astucia, una mezcla de dulzura y picardía con la habilidad de conquistar a cualquiera, pero con la desventaja o ventaja, para algunos, de poner a los demás antes que a ella misma.
Para muchos, la diferencia se debe a la edad, y cuando crezcan las dos tendrán personalidades similares. Para mi, son diferentes y siempre lo van a ser. Ambas con grandes atributos y con debilidades, con cosas para aprender y cosas para enseñar, pero ambas únicas.
Pero, ¿cómo se hace cuando una de las dos daría todo por la felicidad del otro mientras la otra siente simpatía por los demás, pero sin embargo, parece siempre buscar sólo su propia felicidad?
La situación llegó a un punto en donde la más pequeña conseguía lo que quería, y siempre estaba pidiendo por algo más. La más grande, por su parte, siempre decía que estaba bien que su hermana recibiera más cosas que ella. Pero no estaba bien y nunca lo estará.
Cada cosa que traté terminaba en la más pequeña llorando y la más grande diciendo: “está bien mamá, yo no necesito eso, puedes dárselo a ella”.
Un día entre una discusión en la que supuestamente yo tenía que comprarles otro juguete más, fue cuando se me ocurrió preguntarles algo muy simple que hubiera deseado habérselos preguntado mucho antes: ¿Saben cuanto tengo que trabajar para cómprales eso? ¿Saben cómo mamá consigue el dinero?
Hasta ese momento, el dinero era sólo una palabra abstracta para ellas. Se trataba de un número con un símbolo gracioso a su lado. Pero, ¿de dónde venía? Allí comenzó todo.
Tome las próximas horas explicándoles el valor del dinero y cuanto dinero mamá recibía por cada hora de trabajo. Cómo ese total debía ser dividido para cubrir todos los gastos de la familia y cómo si lo gastaba mal, nos faltaría dinero para cubrir las necesidades básicas.
Nunca vi sus ojos abrirse más grande, y podía ver a través de sus miradas sus pequeñas mentes trabajando. En una podía ver la simpatía y una cierta culpa por haberle pedido a mamá por tantas cosas; en la otra podía ver comprensión y un cierto nivel de decepción: ‘por qué mamá tardó tanto tiempo en contarme el secreto del dinero’.
En ese momento pensé en que para ayudarlas a comprender cómo funcionan las cosas en el mundo real, la idea de asignarles tareas extras, y ciertas expectativas en cuanto a sus comportamientos, entre otras cosas, ofreciéndoles un pago monetario a cambio sería una buena enseñanza.
Llena de dudas y con miedo me embarqué en esta nueva aventura. Los resultados por ahora han sido tremendamente positivos. Les cuento alguna de las cosas que aprendieron:
1. Que la paciencia es tu mejor amiga cuando el objetivo es grande.
2. Que ahorrar es unas de las tareas más difíciles para los seres humanos.
3. Que si tu hermana quiere comprar algo que no le alcanza con su dinero, tú le puedes prestar, y hacerla feliz te hace feliz a ti. (La más chica finalmente domina la idea de compartir y de que haciendo felices a los demás, ella también es feliz).
4. Que si no quieres esperar tanto tiempo para llegar a la cifra deseada puedes pedir por trabajo extra cuando esté disponible.
5. Que cuando no haces lo que te comprometiste a hacer no recibirás el pago, pero tu hermana si lo hará si ella cumplió con su parte.
6. Que a veces puedes ayudar a mamá a pagar por el pan y la leche.
7. Que trabajar por lo que quieres cuesta y que a veces no tienes ganas de hacerlo.
8. Que un día puedes caminar hacia tu madre y decirle, “gracias mamá, ya no tienes que pagarme más, por que aprendí la lección y sé lo que te cuesta que tengamos todo”.
Lo que yo aprendí es que a veces no llegamos a comprender que nuestros hijos tienen la capacidad para entender absolutamente cada principio que les enseñemos, que no hay que buscar excusas para justificar por que les damos o dejamos de dar algo, o por que las reglas de la vida son como son, que lo más sabio es tratar de encontrar un vocabulario y un método acorde a su edad para explicarles la verdad de cada cosa, que no hay que perder el tiempo para enseñar algo, y que de los errores también se aprende.
Ahora sí, ya sabes por que les pago a mis hijas, tal vez no sea la mejor forma, tal vez sí es una buena estrategia, lamentablemente no lo sabré hasta que el tiempo me lo diga. Ahora sí, puedes tomar tu postura.
Mariel Reimann, Media Manager de KSLespañol.