El Muro, una generación después

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Foto Por edhdep

Por Por Eduardo Torres*

2014-11-10 5:00:00

Caminando una tarde de septiembre de 1991 por Manhattan, en un ambiente de tensa calma, le pregunté a David Escobar Galindo (uno de los tres que acompañó al Presidente Cristiani a Nueva York), qué pensaba sobre la negociación de la paz que a ese momento había entrado en etapa de resolución. Mi tono de voz, cuando mínimo, le habrá reflejado ansiedad, ya que con su habitual tranquilidad me respondió: “No se preocupe, que es el FMLN el que ha venido a Nueva York a negociar con nosotros (la delegación gubernamental), y no nosotros los que hemos ido a Moscú (hacía poco había caído el Muro de Berlín) a negociar con ellos”.

Unos días antes, sin saber que el arquitecto estadounidense de la política hacia Latinoamérica se había reunido con su contraparte ruso, recibí una llamada telefónica de Casa Presidencial, en la que se me pedía ir a Nueva York, donde durante dos días debería “apoyar al Presidente en asuntos de prensa” en la reunión que tendría lugar en la sede de la ONU. Pregunté si mi jefe, el Embajador en Washington, tenía conocimiento de lo que se me decía, a lo que se me respondió que recién había terminado una reunión en la que se le había pedido a él que me llamara. Que por favor se lo comunicara al Embajador y que cualquier duda le hablara (el Embajador Salaverría) al Presidente.

Con la venía de mi apreciado y recordado je- fe –“Don Mike” fue un hombre excepcional, que me dejó como legado el trabajo en equipo– partí en “el shuttle” hacia Nueva York, con ropa para dos días de trabajo y, por la confidencialidad existente en el proceso de negociación, sin saber lo que se estaba tratando en la mesa. Se utilizó la diplomacia pendular, del hotel hacia la sede de la ONU y viceversa, convirtiéndose los dos días en diez pero saliendo de ahí el “acta de Nueva York”. Tres meses después se obtuvo el acuerdo definitivo de paz.

Veinticinco años después de la caída del “Muro de Berlín”, celebrados durante el fin de semana, es mucho lo que se ha dicho y escrito sobre tan memorable hecho histórico. Compitieron en Alemania, como en las Coreas, la libertad y la democracia (capitalismo) contra la opresión y el totalitarismo (comunismo). Tras la reunificación de Alemania un par de años después de la caída del Muro, fueron billones de dólares los que se tuvo que invertir en la” Alemania oriental” (empobrecida y esclavizada), ya que fuera de su temible “Stasi” –su criminal servicio de inteligencia–, todo lo demás terminó en ruinas. Literalmente hablando.

La revista británica The Economist, en su ar- tículo “La puerta abierta”, cita el último libro de Mary Elise Sarotte, titulado: “El colapso”. La autora, que pasó once años investigando crímenes perpetrados por “la Stasi”, dice que para mucha gente “fue la apertura del Muro las que nos trajo la libertad”, pero fue completamente al revés, asegura: “Primero peleamos por nuestra libertad; siendo entonces, y sólo entonces, que cayó el Muro”. En especial en los Estados Unidos, afirma la autora, la gente creyó que Ronald Reagan volvió inevitable el proceso cuando en 1987 le dijo desde Berlín al líder soviético: “señor Gorbachev, derribe este Muro”.

Dicha percepción se fortaleció, afirma la autora, porque las reformas políticas y económicas, Glasnot y Perestroika, que precedieron la disolución del imperio soviético, debilitaron a los regímenes orientales, algo que ella acepta. Pero no hubieran caído estos regímenes, dice Sarotte, si no hubiese habido actores –verdaderos héroes, habremos de decir– que trasladaban información (como en Gdansk, repartiendo hojas volantes del fondo de un abrigo hacia otro, en el frío astillero, cuna del sindicato “Solidaridad”), pastores, artistas, estudiantes, periodistas y amas de casa que se reunían semanalmente, en iglesias por lo general, los que poco a poco fueron minando estos regímenes.

El sacrificio de miles y miles de personas que cayeron en la lucha por la libertad, le evitó a la generación de nuestros hijos, los coletazos de la “Guerra Fría” que sus padres vivimos. !Imperecedera gratitud!

*Director Editorial de EL DIARIO DE HOY.