Una de las imágenes inmortales de Marilyn Monroe es aquella escena donde el aire impulsado por una rejilla de ventilación del metro de Nueva York le levantaba su falda. Pertenece a “La Comezón del séptimo año”, filme de 1955 cuya temática giraba en torno a la famosa crisis de pareja tras los primeros siete años de casados.
La comezón del séptimo año (The Seven Years Itch) no es un mito creado por Hollywood. Existe. Está comprobado científicamente. El psicólogo Robert Taibbi escribió en la revista Psychology Today que “la duración promedio de los matrimonios en Estados Unidos para las parejas que se divorcian por primera vez es de 7 u 8 años”.
Asimismo, una encuesta de Ingresos y Participación del programa de la Oficina del Censo del año 2009 demostró que las parejas que se separaron, lo hicieron en promedio alrededor de los 7 años de matrimonio y, finalmente se divorciaron un año más tarde.
Las bodas de lana, como también se le conoce, son difíciles para muchas parejas. Suelen haber muchos distractores que quitan tiempo para compartir juntos. Generalmente ya hay uno o dos niños en edades tempranas que requieren mucho del tiempo de mamá. Se viven desvelos, excesos de trabajo, compromisos familiares, etcétera.
Todos, en más de una ocasión, pensamos en darle un giro a nuestra vida, evaluar las cosas que dejamos de hacer y los logros que necesitamos obtener. Es la etapa en que pensamos en emprender un negocio, empezar un máster, aprender un idioma, ir a un gimnasio para perder el peso ganado.
Y el poco tiempo para compartir en pareja se utiliza para hablar de problemas, pagos, compromisos y cosas del día a día.
Para resolver conflictos, se hace más fácil si abordamos un problema a la vez, sin pasar de un problema a otro sin encontrar solución para ninguno. Debemos buscar un lugar tranquilo y neutro para conversar de forma adecuada.
Para lograr superar el séptimo año lo mejor es darle forma a la relación para que los pequeños conflictos unan y no separen. Lo fundamental es siempre mantener el diálogo: decir las cosas de frente ayuda mucho, aunque en el momento genere un disgusto. Es preferible eso y resolver el problema y no a ir acumulando frustraciones. Finalizada una discusión, supérala.
Retomar discusiones anteriores solo generará más ira. Por eso es importante aprender a cerrar capítulos. También es clave mantener viva la relación de pareja, sexualmente hablando.
Compartir los problemas también es una solución. Tampoco está demás recurrir a ayuda profesional o libros de autoayuda para determinadas crisis, ya que muchos otros han pasado por la misma situación. Algo que nunca falla es reservar un día de la semana para salir en pareja, como en los tiempos de novios, y tratar de que nada altere ese ritual.
Otro detalle que ayuda a fortalecer la relación es siempre sorprender a su pareja: un regalo, un viaje, un ramo de flores, un gesto inesperado o simplemente una sonrisa pueden cambiarlo todo.
¿Sabías que?
Las crisis son marcadas en nuestro reloj biológico. No es casualidad que las crisis de pareja ocurran en etapas de 5, 7 ó 10 años. Podemos poner como ejemplo la llegada del primer hijo, ya que hay que ajustar los tiempos a la llegada del bebé. La madre tiene nuevas tareas hasta ese entonces desconocidas y debe enfrentar nuevas situaciones que pueden causar temor.
Está la crisis de mediana edad en donde esperamos cumplir metas dejadas en el olvido, poner un negocio, lograr un estatus laboral. Al no lograrlo podríamos experimentar frustración y culpar a nuestra pareja por ello. La clave es enfrentar juntos esos retos y sacarlos adelante.
Háganse un tiempo para compartir al menos una vez a la semana. no hablen de problemas, ni de los niños, ni de la economía. Recuerden momentos juntos y disfruten de su actividad favorita.
Retomado de la Revista Hogar & Familia