Desde el momento en que te enteras de que te convertirás en madre todo mundo te felicita, te dan consejos (algunos útiles para los primeros meses y otros francamente innecesarios e imprudentes), lees libros sobre qué esperar durante el embarazo, cuidados especiales, alimentación sana y los primeros días con el pequeñito en casa.
Más adelante, las revistas y blogs te bombardean con artículos sobre cómo disciplinar a tus hijos, criar niños educados y otros imposibles, pero nadie te dice la verdad: ser madre es lo más difícil que harás en tu vida.
Seguro te llenará de momentos inolvidables y te traerá una felicidad incomparable, pero no deja de ser el trabajo más duro del mundo.
Nadie te dice que meterás la pata, cometerás errores, la primera papilla te quedará horrible, tu hijo tendrá cólicos y llorarás con él de impotencia y desesperación, y sobre todo nadie te dice con una palmadita en el hombro lo más importante: No pasa nada.
Primero te enfrentas a los nueves meses de gestación que – si tienes suerte- serás de esas mamis que “brillan” durante el embarazo, su pancita apenas se hace notar y su cuerpo se mantiene intacto.
Pero si eres como la mayoría de las mortales, desde las primeras semanas irás viendo en el espejo cómo tu cuerpo se convierte en una máquina imparable de tragar, te cambiará el cutis, tu pelo, las uñas, conocerás las estrías y la celulitis (mis viejas amigas) pasarás más tiempo en el baño de tu oficina que en el escritorio y tu nariz se pondrá del ancho de tu cara. Pero no te asustes, como todo en esta vida pasará.
Luego vendrá el parto, no te preocupes que no entraré en detalles, solo te puedo decir que eso que dicen que en el momento en que tomas a tu bebé en brazos se olvida todo, es mentira.
Los primeros días en casa serán como una aventura en la selva porque no comerás, no dormirás, no te bañarás y sólo escucharás alaridos de hambre. Pero al fin y al cabo una aventura inolvidable.
A medida que pasen los meses recuperarás una porción de tu vida, volverás a dormir no sé si ocho pero al menos seis horas corridas, retomarás tu rutina con una maravillosa nueva compañía y así llegarán los pequeños logros de todos los días: la primera palabra, el primer paso, el primer día de kinder, el último día de kinder, el primer día de escuela y todo habrá valido la pena.
Serán los dos años más emocionantes y extenuantes de tu vida y una vez más comprobarás que eso que dicen que desearás no hubieran pasado tan rápido también es mentira. Al final la maternidad como el matrimonio (ese es otro tema) son un largo camino de aprendizaje, en el que ambas partes, hijos y padres, aprenderán algo nuevo cada día, cometerán errores, una y otra vez y ¿adivina qué? No pasa nada.
La belleza de todo este proceso recae precisamente en las metidas de pata que se convertirán en anécdotas que te harán reír a carcajadas cuando mires hacia atrás y recuerdes aquellos días que jamás regresarán.
No podría contar con los dedos de las manos las veces que me he sentido totalmente incompetente como madre. Empezando por mi apariencia. Desde que me convertí en madre no puedo decir que me he descuidado, pero mi rutina de belleza definitivamente ha cambiado.
Ahora paso un mes entero sin pisar un salón de belleza, a veces veo mamis con tacones de 15 centímetros cargando a su bebé en un brazo y tomando de la mano al otro, con su cabello perfectamente estilizado, maquillaje, manicure y pedicure impecables, y sólo puedo preguntarme ¿cómo lo hacen? Yo tengo apenas una hija y hay mañanas que parezco salida del manicomio.
Ni qué decir de la vez que olvidé recoger a mi hija del campo de verano. Mientras me medía la chaqueta blanca que había estado mirando por meses y que finalmente estaba en rebaja en un reconocido almacén, la maestra me llamó para recordarme “gentilmente” que el horario de salida era a las 12 del mediodía y mi hija tenía más de 45 minutos de estarme esperando.
Cabe mencionar que jamás volví a inscribir a mi hija al mismo campo de verano, principalmente por la vergüenza de ser juzgada por la maestra y por las otras madres.
NADIE ES PERFECTO
Lo cierto es que serás juzgada. Es una parte inevitable de la maternidad. Ya sea por tu madre, tu esposo, tus amigas e incluso por desconocidos. Toma consejos pero no te dejes intimidar por estos juicios. Haz lo que te haga feliz y funcione para tu dinámica familiar. Tendrás que aprender a discernir entre qué opiniones tomar en cuenta y cuáles descartar.
Al final sigue tu instinto, aquel que sólo las mujeres tenemos y al convertirnos en madres desarrollamos a su máximo potencial y jamás, pero jamás, te compares ni con otras madres ni con la tuya propia. Esta es tu historia y sólo tú, con la ayuda de tus pequeñines, podrás escribirla.
Sí, es el trabajo más duro del mundo. Pero no lo cambiaría por nada. Mi hija es el motivo de mi existencia y una fuente inagotable de energía (literalmente) y amor que me llena con cada sonrisa. Le ha dado un significado a mi vida que jamás creí posible y es mi máxima inspiración para ser mi mejor versión como mujer, madre, esposa, hija y amiga y en los días en que no logro serlo… ¡exacto, adivinaste! No pasa nada.
POR AMOR
“Cuando se es madre, nunca estás realmente sola en tus pensamientos. Una madre siempre tiene que pensar dos veces, una vez por sí misma y otra vez por sus hijos”. Sofía Loren
“En el momento en que un niño nace, la madre también nace. La mujer existía, pero la madre, nunca. Una madre es algo absolutamente nuevo”.
Marcela Gutiérrez
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