“A la mayoría de las mujeres nos gustan desde muy pequeñas las cremas, el maquillaje, los peinados… Por eso pensamos en generar un evento spa para tu fiesta de cumpleaños, ‘pijama party’ o reunión con amiguitas”, invita una de las empresas que, junto con tantas otras, encontraron mercado en Argentina, Colombia, México y también en países europeos como España o Alemania, invitando a las más jóvenes a unirse al mundo de la belleza.
Por lo general, lus pequeñas clientas tienen entre ocho y nueve años, aunque hay quienes atendieron hasta niñas de tres. El servicio muchas veces se hace a domicilio.
“Cada niña tiene su propio set: su espejo, su tina para sumergir pies y manos, su colchoneta para relajarse. Después de la limpieza de cutis y de los masajes, las maquillamos, les pintamos las uñas y las peinamos”, cuenta Gabriela de GlamourSpa, que ofrece el servicio en Buenos Aires. “Para cerrar se hace un desfile con accesorios como bufandas de plumas, disfraces, todo para modelar sobre una alfombra roja”.
Aunque esta tendencia no es bien vista por todos “Me peleo una y otra vez con los padres que contratan esto sin reflexionar”, dice Alejandra, madre de una niña de cinco años. “El pepinito en los ojos después se convierte en la crema para no tener arrugas. Insertan a los niños en un camino de consumo relacionado con una estética que no tiene que ver con la salud, sino con el consumo. Los inician en la compra de algo que están muy lejos de necesitar y además les machacan un perfil de género desde pequeños. De pronto las niñas están preocupadas por maquillarse y por no tener arrugas”, lamenta.
La Asociación Psicológica de Estados Unidos (APA), país en el que los concursos de belleza de las más pequeñas han causado polémica, redactó en 2010 un informe que alertaba sobre la sexualización de las niñas a través de este tipo de prácticas.
“Los cosméticos muchas veces son asociados con el deseo de generar atracción sexual, un deseo que parece estar fuera de lugar en niñas preadolescentes”, advierte el informe, que no deja de señalar las consecuencias sociales que puede tener la instauración de parámetros estéticos que requieren de inversión.
Empresas como Princelandia (España), Pink Princess Spa (México), Le Petit Spa (Chile), Krisalidas (Colombia) son algunos ejemplos de esta nueva moda. Pese a que en estos espacios prácticamente todo se ambienta en color rosa (las paredes, las sillas, las batas en las que se enfunda a las niñas y a veces hasta los “tragos de bienvenida”), todo bajo el prometedor lema de hacer sentir a las agasajadas “como princesas”, sus promotores dicen no ensalzar siempre la efímera belleza.
“Nosotros trabajamos mucho con familias ensambladas”, cuenta Tamara de Princesslandia, un spa argentino. “Muchas veces vienen mujeres con las hijas de sus nuevas parejas. “No se trata de quemar etapas, sino de ofrecer un espacio lúdico para que muchas nenas puedan compartir esos momentos con sus mamás”.
(Agencias)