Aparte del murmullo de los devotos y del olor a incienso, las matracas se encargan de poner ese ambiente ceremonial a la liturgia del Jueves y Viernes Santo.
Este ruidoso tablero de madera ha sido anexado a los símbolos de la cuaresma y su principal función es pregonar la entrada y salida de las diferentes procesiones, siendo el Vía Crucis y Santo Entierro las de mayor importancia.
La matraca como se le denomina a este instrumento, es parte del folclor religioso y ha adquirido protagonismo con el paso de los años, tanto así que los matraqueros son instruidos para mantener el ritmo durante el desfile procesional.
Su nombre es de origen árabe “mitraqa”, que significa martillo, y de “táraq”, que significa golpear y las hay en diferentes diseños. Las más comunes son las de tablero de madera al que se le unen unos martilletes móviles, que pueden ser de madera o metal y se encargan de golpear el cuerpo de madera de lado a lado, otros como las mexicanas tienen una manivela.
Antonio Chávez, matraquero desde los 3 años y presidente de la Hermandad Servidores de Cristo de la parroquia de San Sebastián Mártir de Ayutuxtepeque, explica en la época de la España Medieval se empleaba para el momento de recogimiento, enmudecimiento o para guardar un silencio prolongado.
La tradición religiosa también cuenta que el sonido de este instrumento anunciaba el paso de un preso indigno y en lugar del repique de las campanas, la vibración de las trompetas o fanfarrias romanas.
“Por tradición resuenan durante el jueves Santos a partir de la institución de la eucaristía, cuando ya la iglesia comienza a conmemorar la Pa sión de Cristo, que es el Triduo pascual, el cual inicia el jueves, viernes hasta sábado por la noche”, comenta Chávez.
El historiador Ismael Sermeño afirma que estas expresiones de folclor se han incrementado para hacer más llamativos los festejos religiosos y recrear algunos acontecimientos de la pasión y muerte de Cristo.
Existen distintos tipos de matracas, pero las comunes son las de madera. Los matraqueros las mueven a gran velocidad y luego bajan el ritmo de forma paulatina para darle connotación de solemnidad a las procesiones.
Aparte de enmudecer a la gente en los días de la Pasión, en los monasterios se acostumbraba tocarlas para despertarlos a la medianoche, que era la hora más temprana del amanecer que servía de rezo en la iglesia católica romana, cuando no se podían usar las campanas.
Días de duelo
Durante la cuaresma, estas se escuchan todos los viernes, pero el día Jueves Santo es donde rompen el silencio para pregonar que Jesús es cautivo y ha sido sentenciado a muerte.
En estos días, las campanas enmudecen y el sonido de las matracas las sustituye, por esa razón estas son llamadas “Los sonido huecos del olvidado”.
Su uso también se extiende al Oficio de Tinieblas que se realiza el Viernes Santo después de la crucifixión de Cristo. En ese momento suenan con mayor intensidad para recordar el hecho que narra las escrituras sobre una repentina lluvia y un terremoto que sucedió justo en el momento que el Nazareno moría clavado en la cruz.
Chavez, quien ha crecido en un ambiente sacramental, sostiene que sonar las matracas lo hacen vivir momentos de agonía al traer a memoria el dolor que padeció Cristo.
De igual manera, evoca el impacto del clavo y el martillo sobre las manos y pies del Señor Jesús. Por ello, sonarla con fuerza durante un minuto, significa silencio y luego se dejan intermedios de tres minutos para volverla a sonarla.
Por tradición, indica Antonio Chávez, los únicos que pueden tocarla son los hombres, ya que se requiere de mucha fuerza para alcanzar el sonido que las caracteriza.
Al igual que la iglesia San Sebastián Mártir, dice el presidente de la hermandad, otras parroquias del país, motivan a los fieles para darle continuidad a la tradición.