Cicerón tan viejo y tan actual para entender la riña razón y fuerza

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elsalvador.com

Por Por Ricardo Chacón *

2014-03-22 5:00:00

Recuerdo mis tiempos de estudiante, cuando “por obligación” tenía que leer a los clásicos de la filosofía y la política; uno de ellos fue Marco Tulio Cicerón, con quien tuve que “encontrarme” en varias ocasiones. Ojo no me refiero a que coincidí temporalmente con un hombre que vivió en el 106 antes de Cristo, nacido en la ciudad latina de Arpino, sino porque en historia antigua era obligatorio estudiarlo para entender el período crucial y tormentoso de Roma, tras el asesinato de Julio César, cuando Marco Antonio pretendía hacer prevalecer los principios de la república pero usando la tiranía como método, lo que lo convertía en un dictador.

Para conocer los principios y la práctica de la oratoria Cicerón es un personaje clave; la mayoría de los escritos que ahora conocemos, gracias a Ático, sus fiel asistente, editor y promotor del arpinate, fueron discursos dichos ante el senado o ante la clase política de la época. Es más, tal como lo dice el catedrático de la Universidad de Barcelona, Pere J. Quetglas, en la introducción del libro Filípicas, que recoge parte de la obra de Cicerón, no queda ninguna duda de que se trata fundamental y básicamente de un orador; tanto por formación como por actividad: es un orador que ejerció de político gracias al apoyo que le prestaron siempre sus cualidades y su formación oratoria. “Las Verrinas lo elevaron al primer puesto entre los oradores, “Las Catilinarias” le sirvieron de apoyo para alcanzar la cima política y, al tiempo, acabaron acarreándole el destierro, “Las Filípicas”, en fin, fueron su sentencia de muerte política y, consecuentemente, también física, al haber perdido toda su fuerza y poder”.

También adentrarse a los temas políticos, a la teoría política, de una u otra manera hay que conocer a Cicerón; es interesante el nacimiento y la muerte de la República romana, caracterizados por el poderío militar y la riqueza de las colonias conquistadas pero fiel a las leyes y los cargos que provenían del pueblo y del senado.

En tiempo de juventud, Cicerón, al igual que otros grandes pensadores, era una fuente de estudio, por momentos aburrido y sin visualizar su trascendencia; en cambio ahora, encontrar a Cicerón es una experiencia que ilumina la realidad actual.

Esto surge luego de leer un amplio artículo de Luis Antonio de Villena, publicado el viernes pasado en el periódico español “El Mundo”, sobre la nueva edición de las “14 Filípicas de Cicerón”, elaborada por el catedrático de Salamanca, José Guillen Cabañero, en las que denuncia el intento de Marco Antonio de instaurar una dictadura en Roma.

Y es que con el nombre de Filípicas han llegado hasta nuestro tiempo catorce discursos pronunciados por Cicerón entre el 2 de septiembre del año 44 y el 21 de abril del 43, en los que pretende desenmascarar y poner coto a los intentos hegemónicos de Marco Antonio.

¿Por qué Filípicas sí eran contra Marco Antonio?, simplemente se debe a una sugerencia que, en son de broma, le hizo Cicerón a su amigo Ático, y que hacía referencia a los discursos pronunciados por el orador griego Demóstenes (Siglo IV antes de Cristo) contra el rey Filipo II de Macedonia, por sus intentos expansionistas sobre Grecia; por lo menos esta es la versión de Quetglas.

Pero no nos perdamos, el punto central de la nueva versión, publicada este año en España, es que como dice de Villena Cicerón tiene gran relevancia y actualidad porque se hace las preguntas de fondo: ¿Se pueden proclamar las libertades de la República y al tiempo erigirse como un rey autócrata o un déspota? ¿Se puede invocar la legitimidad del pueblo y a la vez imponerse a su voluntad con métodos dictatoriales? ¿Es lícito recurrir al pan y circo para distraer a ese pueblo e ignorar su opinión? Estas interrogantes son las de antes y de las hoy, por eso Cicerón, se enfrentó con valentía racional a la tiranía de Marco Antonio y si estuviese ahora lo haría contra las “dictaduras democráticas”.

Ya no tenemos a Marco Antonio sino a gobiernos que se dicen revolucionarios, libertarios, amantes del cambio, sin embargo actúan bajo un populismo autoritario, incluso olvidan los métodos de trabajo de su pasado inmediato para coartar las libertades básicas so pretexto de preservar el poder…

En fin, tanto ayer como hoy, Cicerón sigue haciendo las preguntas fundamentales que ponen en definitiva frente a frente a la razón y la fuerza: ¿Qué prevalece? Más bien ¿Qué prevalecerá en El Salvador?

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com