Vivo bastante lejos de mi mamá, para ser específica a más de 1,700 kilómetros de distancia. Sin embargo, todas las mañanas nos tomamos una tacita de café mientras conversamos por teléfono. Pero el otro día no la encontré en su casa. Según mi papá, ella había salido con su amiga Teresa. Esta vez no habían ido de compras o a la iglesia, ni tampoco a una cita médica, sino a la sala de un juez en la corte del pueblo donde viven.
Esa tarde mi mamá me contó que había sido la testigo del inesperado y rapidísimo matrimonio de Teresa, una unión casi “secreta” y no porque la novia estuviera embarazada a sus 55 años de edad, sino porque se volvía a casar con el mismo hombre de quien se había divorciado tres años atrás. Y pensar que ella juró que jamás volvería con este hombre, quien siempre le prometía que cambiaría su manera de ser.
Tras escuchar esta noticia, lo primero que me pasó por la mente fue que esta mujer sufrió de tanta soledad que pensó: “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Pero me llevé la sorpresa de que su marido había cambiado y de que estaban más felices que nunca como pareja.
Y digo sorpresa porque generalmente la gente no cambia. “Voy a cambiar” es la frase favorita de los hombres cuando se trata de pedir perdón y una nueva oportunidad. Seamos sinceras, ¿cuántas veces has escuchado a un hombre decirte que si vuelven a estar juntos, él cambiará? Apuesto que en más de una ocasión, pues todas las mujeres hemos caído alguna vez en “la trampa del cambio”. Y es que a primera vista es más fácil estirar el amor y confiar en una promesa, que ser fuerte y decir: “hasta aquí llegó nuestra relación”, quedándote sola y con el corazón partido.
En una ocasión conversé sobre este tema con una sicóloga experta en parejas y jamás olvidaré sus palabras: “No escuches lo que él dice que cambiará, mejor observa hacia dónde van sus pies”.
En otras palabras, cuando alguien te diga que va a cambiar no creas sus palabras, sino fíjate bien en qué acciones está tomando para lograr ese cambio. Precisamente, esto fue lo que hizo Teresa. Tras el divorcio, su ex marido reconoció que necesitaba hacer modificaciones en su vida y visitó un terapeuta de familia. Él logró sanar heridas de su infancia y aprendió a modificar el comportamiento hacia su esposa.
Pero, recuerda que nadie puede cambiar porque su pareja se lo pida, más bien tiene que nacer en esa persona un profundo deseo de hacerlo, primero por su propio bienestar y segundo por el de su pareja y su familia.
La próxima vez que alguien te pida una nueva oportunidad, haz una lista de los conflictos que hicieron tu relación fallar y cómo se podrían evitar en un futuro. Si aún sientes que hay verdadero amor, conversa con tu pareja lo que ambos deben modificar y dale un corto tiempo para que él pueda comenzar su plan de acción y cambios. Si notas que todo se queda en palabras, se sincera y di “Lo siento, pero no hay más oportunidades. No creo en promesas, sino en acciones”. Si esa persona realmente te ama, comenzará a trabajar en sus cambios, regresará a ti súper enamorado y te hará más feliz que nunca… Igual que le sucedió a Teresa.