¿Amigos o enemigos? A lo que se enfretan las mujeres

No es ningún misterio, todos sabemos que a través de los siglos la sociedad ha favorecido al sexo masculino. Mientras las mujeres nos enfrentamos a pequeñas torturas con el fin único de vernos mejor.

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2014-03-26 10:00:00

Por Marcela Gutiérrez

Y no me refiero a asuntos tan trascendentales como el derecho al sufragio o la libertad de expresión, sino a las pequeñas torturas a las que nos hemos sometido las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad con el fin único de vernos mejor.

Si bien con el paso del tiempo los estereotipos de belleza han ido evolucionando, liberándonos de crueles enemigos como el corsé, en tiempos modernos somos víctimas y esclavas de terribles verdugos y rituales a los que, seamos sinceras, amamos odiar.

LOS TACONES

Estoy segura de que la prisa de volver a casa de Dorothy en el Mago de Oz y de Cenicienta a medianoche era para llegar a quitarse los tacones. Y es que la que me diga que caminar a veinte centímetros del piso sobre un palito que tiene medio centímetro de grueso, sean de la marca que sean, es “cómodo” entonces jamás ha tenido el inmenso placer de usar “flats” o unas cómodas “flip flops”.

Me atrevo a afirmar que todas hemos sucumbido alguna vez ante el inexplicable poder que te dan estos pequeños instrumentos de tortura, y que en múltiples ocasiones hemos aguantado hinchazón en los pies, ampollas, dolor de espalda, rodillas y pantorrillas, todo por esos quince centímetros adicionales. ¿A qué mujer no le gusta entrar a una habitación sintiéndose alta y estilizada, cual ángel de Victoria’s Secret en plena pasarela, sabiendo que todo mundo la mira? (o al menos creyendo que todo el mundo la mira).

Por otra parte, que me diga una mujer si hay algo más rico que llegar a la casa al final del día y quitarse unos incómodos tacones.

LA CARTERA

Hay un lugar oscuro y profundo en el universo adonde se va todo lo que se pierde, hablo del fondo de la cartera. Aquel lugar donde por más tiempo que busquemos y revolvamos todo decide desaparecer en el momento justo en que lo necesitamos, lapicero,las llaves, el celular, el tiquete de parqueo, etc.

Este bulto misterioso que la madre naturaleza olvidó incorporarnos va aumentando de peso y tamaño a medida que crecemos. Recuerdo aquellos días en los que todo lo que llevaba en la cartera era un brillo de labios y un billete enrollado. Ahora son las toallitas húmedas, el gel antibacterial, un paquetito de galletas para mi hija, por si acaso le da hambre (y es que la cartera está llena de “por si acasos”), papel y crayolas para entretenerla, una blusa de cambio, unos flats, un abanico, ganchitos de ropa, ganchitos de pelo, hules extra, y el cargador de celular entre otros son infaltables.

¿Qué me dicen de aquellos veinte segundos en que escuchamos el celular sonar y sonar, y en un intento desesperado por encontrarlo, terminamos dándole vuelta a la cartera esparciendo sobre el piso nuestros más oscuros secretos sólo para que cuando finalmente lo encontramos, deje de sonar?

Ni qué decir cuando mi esposo me dice ¿me puedes meter esto en tu cartera? Lo miro caminar con sus dos brazos libres y cuando le pido ayuda me pregunta ¿y qué andas aquí, por qué pesa tanto?

LOS BA??OS PÚBLICOS

Si hay un lugar en el que todos los factores se alinean en contra nuestra, ese es el baño público. Desde la enorme cola para entrar, el cierre de la puerta averiado, la taza salpicada, la pequeña ranura por la que te ven desde afuera, los malabares que hacemos para sostener la cartera, la posición de rodillas semi flexionadas, hasta el rollo vacío de papel higiénico y el sensor automático averiado. Ir a un baño público es una verdadera odisea y la prueba máxima de nuestra superioridad y destrezas.

Hay artes que sólo una mujer es capaz de dominar, ya sea por vanidad, placer o necesidad; y para las que se requiere de habilidades extraordinarias y exclusivas a nuestro sexo. Pero no puedo negarles que pagaría obscenas cantidades de dinero por ver a los hombres andar en tacones, usar cartera, maquillarse cada mañana y usar un baño público con la misma maestría que nosotros lo hacemos.

EL MAQUILLAJE

Cada mañana nos levantamos y después de nuestro obligado ritual de limpieza de rostro, aplicamos con máximo cuidado y dedicación lo que a mi me gusta llamar “la máscara”.

Aplicamos con detalle y maestría capas y capas de bases, correctores, polvos, labiales, máscara de pestañas y todo tipo de menjurjes. Cualquiera diría que no tiene ningún sentido si lo retiraremos dentro de ocho horas. Lo cierto es que el efecto del maquillaje es bastante parecido al de los tacones, es como una inyección instantánea de seguridad y autoestima; más efectiva y menos dolorosa que el botox.

Por supuesto que existe tal cosa como la belleza natural, y dichosas aquellas que pueden ir por la vida sin maquillaje; pero a las que si lo necesitamos un “repellito” nunca cae mal.

Marcela Gutiérrez. www.lartdevivreblog.blogspot.com