La táctica de la izquierda es reclutar gente de escasos recursos con escasa educación porque son más fáciles de convencer y manipular a través del estómago además de involucrar chusma, personas que viven en los linderos del delito. La idea es concientizarlos, organizarlos y convertirlos en dependientes del Estado mediante regalías, para luego exigirles que defiendan con el voto la continuidad de “sus conquistas sociales”.
Parte de esa chusma electoral son los pandilleros, por cierto la famosa “tregua” no es ninguna casualidad concertada por el exministro de Seguridad y Justicia. Se dice que la finalidad era echarse al bolsillo cerca de 100,000 antisociales para utilizarlos como grupos de choque para defender la “revolución del buen vivir”.
El chavismo venezolano ha venido a demostrar que el populismo y las regalías disfrazadas de programas sociales calan profundo en esta clase de personas, que debidamente organizadas e indoctrinadas, tienen capacidad para manipular la democracia para sus propios fines. Alguien acertadamente dijo “la izquierda quiere utilizar la democracia para destruir la democracia”, en otras palabras utilizar la democracia para montar un gobierno de corte socialista del Siglo XXI.
Cuando en Venezuela los ciudadanos que han tenido la oportunidad de cultivarse y tienen capacidad de distinguir lo que les conviene o no les conviene, se percataron de la estratagema de la izquierda ya era tarde porque por andar de atenidos e indiferentes, les comieron el real del mandado y les arrebataron el poder, no para mejorar y hacer progresar el país, sino para destruir su economía, provocar escasez de alimentos y artículos de primera necesidad, acentuar la inflación a más del 50%, promover más inseguridad ciudadana, alinearse en contra de lo que ellos llaman “el Imperio” y allanar el camino para el surgimiento de una oligarquía de izquierda, lujosa, especializada en hablar mucho, instrumentalizar las instituciones y desperdiciar los recursos.
La experiencia de Venezuela no debe desaprovecharse y los candidatos de la derecha deben alertar a la población, informarla y ponerla al tanto del riesgo que significa votar por un militante ortodoxo obsesionado por ideologías espurias. Así como están las cosas en el cielo salvadoreño se cierne un enorme nubarrón negro que solamente presagia tiempos peores y calamidades ante la posible instalación de un gobierno de corte chavista.
Los ciudadanos salvadoreños pensantes y preocupados por el país, no deben caer en el abstencionismo e indiferencia sino participar activamente para sacar a flote el país.
*Dr. en Medicina.
Colaborador de El Diario de Hoy.