Odisea por paro en las fronteras, baños de río y ansiedad en el furgón

La carretera se ha convertido en sus hogares temporales

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La única opción de los transportistas es conversar, comer y descansar a la espera de una evolución positiva en la situación fronteriza, la cual tiene a El Salvador en una difícil situación comercial. FOTOS EDH / MARVIN RECINOS

Por Juan José Morales negocios@eldiariodehoy.com

2014-01-14 9:00:00

Un costarricense, un hondureño y un salvadoreño sudan en exceso. Son las 3:00 de la tarde y el sol desespera. Fronteras como El Amatillo tienen fama de ser lugares sofocantes, casi inhóspitos donde el teoría solo hay que pasar de un país a otro, sin complicaciones. Pero desde hace cinco días para unos es un hogar, para otros el centro de la polémica o simplemente un varadero de olores repulsivos y la cama asfáltica sin solución.

Pero Melvin Arauz, José Martínez y Carlos García resuelven con pragmatismo su desesperación. Ataviados con una vieja camisa bajan a la ribera del río Goascorán y, sin pensarlo dos veces, se lanzan en un acto de aseo personal, no de diversión. Pasan más de una hora, entre gritos, algunas bromas y varios silencios. Todo sigue igual.

Del otro lado del país, en el paso de La Hachadura, la escena se repite, una, dos, muchas veces en el río Paz. Y la única sombra se encuentra bajo los contenedores, el descanso en las hamacas y el alimento en las mismas mercancías perecederas o la cajas de galletas que no pueden ingresar desde Guatemala.

“Ya se nos está terminando el dinero de los viáticos. Mi familia está en Costa Rica, quedé de verme con ellos el lunes y con este atraso no se si me pagarán el viaje. Es una situación incómoda y ya nos desesperó”, destacó Arauz, en El Amatillo.

Mientras él y sus colegas se refrescan, un furgón ocasiona un problema sanitario. Cuero y carne en descomposición son la raíz de la pestilencia debido a que el sistema de refrigeración se quedó sin combustible para su operación. Y ni el motorista mucho menos las autoridades de salud hondureñas hacen algo.

Ocho furgones adelante de una fila de cinco kilómetros, los esposos Gómez-Henríquez mecen en una pequeña hamaca a su hijo, Mario Ezequiel, que ríe ante la adversidad del lugar. Todos, de nacionalidad costarricense, partieron el domingo desde San José porque, por un problema de vivienda, tuvieron que viajar juntos, sin imaginar lo que encontrarían al llegar a un paso de dejar Honduras atrás.

“Mi hijo y ella (la esposa) viajaron conmigo porque no tenían donde quedarse a vivir en estos días. A los traileros nos pagan mal y no podemos costear los gastos de nuestra familia, al menos una vez al mes me acompañan por la difícil situación”, relató, consternado Jaime Gómez, quien no entiende el sistema de rayos X y se opone al pago de $18.

Aunque el escenario es bastante paupérrimo, las risas, aunque esporádicas, son el bálsamo de los conductores que con música norteña, cigarros y naipes matan la incertidumbre. Es interesante ver como convergen las nacionalidades, quizá el único gesto de integración centroamericana en tiempos donde los sistemas aduanales fallan.

“En mis 20 años como camionero nunca había pasado tanto tiempo en una frontera. Los gobiernos dicen que trabajan para que nuestros países estén unidos pero eso es pura mentira. Hoy debo esperar porque voy hasta Nicaragua con mi furgón vacío y con poco dinero”, reflexionó Denis Contreras, que dejó en Escuintla, Guatemala, con papel para reciclaje.

En el peor de los casos, varios traileros que están al final de la fila, confirmaron que la noche del lunes fueron asaltados por la falta de seguridad, aunque los policías hondureños dicen que la situación es “normal” y está bajo control.

“Esta frontera siempre es lenta, si ellos (los salvadoreños) deciden cerrar nosotros no podemos hacer nada, aunque estamos a la espera de alguna orden superior”, fue la respuesta de un agente de la delegación de El Amatillo. Así, las aguas de los ríos fronterizos reciben sin cobro a los traileros, sus familias y hasta a aquellos que por azares del destino surcan el Istmo en la búsqueda del pan, mientras todo sigue en el limbo de la frontera y su odisea.