Dolor de una familia da esperanza a otra

Los cadáveres de dos jóvenes fueron hallados en La Paz. Más parientes de desaparecidos llegaron buscando a los suyos

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Amparo de Cortez, madre de uno de los fallecidos carga la pala con la que desenterró a su hijo en una fosa clandestina, en San Pedro Masahuat. Foto EDH / Huber Rosales

Por Diana Escalante sucesos@eldiariodehoy.com

2014-01-15 7:00:00

La noticia de que los familiares de dos supuestos pandilleros localizaron sus cadáveres, la tarde del martes, en un cementerio clandestino en el cantón San Marcelino, de San Pedro Masahuat, en La Paz, se regó en cuestión de horas en los municipios aledaños.

Movidos por la esperanza de que en ese mismo lugar podría estar sepultado Neftalí Domínguez Recinos, de 31 años, sus familiares llegaron ayer por la mañana a la finca Darío para salir de dudas y acabar con la incertidumbre con la que viven desde hace tres meses, cuando él desapareció.

Domínguez salió de su casa en el cantón El Achiotal, de la misma jurisdicción, la mañana del 21 de octubre, tras despedirse de su compañera de vida y de su hijo de 11 años. Junto a varios vecinos, el hombre se desplazó unos cuatro kilómetros hasta la playa Las Hojas a trabajar como “tortuguero” pero al caer la tarde no regresó.

Un día después, los parientes de Neftalí salieron a buscarlo a los lugares donde sus conocidos lo vieron con vida por última vez, pero lo único que encontraron fueron dos prendas con las que vestía.

La ropa, una camisa y una sudadera estaban tiradas en una calle polvosa cercana a la finca donde ayer desenterraron los cadáveres de Juan Antonio Cortez De León, de 25 años, y su sobrino Sergio Javier Cortez Rosa, de 16.

Estos dos jóvenes, según sus allegados, salieron de sus casas el sábado pasado a trabajar como cortadores de caña. Como no regresaron, su familia se organizó para salir a buscarlos “vivos o muertos” en los potreros y fincas del cantón.

La búsqueda terminó la tarde del martes cuando descubrieron que los cadáveres estaban sepultados en una zanja que divide dos terrenos.

Las autoridades informaron que a Juan Antonio lo apodaban El Pequeño y a su sobrino se le conocía como El Inocente, ambos integrantes de la mara 18, el grupo delictivo que delinque en la zona donde estaban enterrados.

La Policía fue alertada del hallazgo esa tarde del martes, pero fue hasta ayer por la mañana que delegados de la Fiscalía llegaron a hacer el reconocimiento de las víctimas.

Mientras las autoridades procesaban la escena, decenas de familiares de los Cortez esperaban conmocionados, bajo la sombra de unos árboles, a que los padres de las víctimas que entraron a identificarlos les llevaran noticias.

Cerca del grupo había un pick up donde estaban los ataúdes para las víctimas. Cuando una pariente de Neftalí Domínguez los observó se sorprendió y exclamó: “Ellos hasta las cajas (ataúdes) tienen ya, nosotros aún tenemos la esperanza de que nos digan que él está vivo”.

Minutos después, un hombre de unos 70 años, con expresión ansiosa, llegó hasta la zona casi arrastrando los pies de tanto caminar, bajo el sol de mediodía, para saber si en la finca habían más cuerpos.

El hombre necesitaba corroborar si entre los muertos estaba su hijo Javier Alcides Rosales Belloso, de 21 años, quien ayer cumplió ocho días de estar desaparecido.

“No sabemos dónde está, la mamá y la esposa han andado gastando combustible buscándolo por todas partes; él no era ni vago ni bolo”, expresó el señor, quien agregó que su hijo desapareció en la zona de San Luis La Herradura.

“Mi hijo sabe la verdad, no podemos mentirle”

La compañera de vida de Neftalí y la familia de este no han querido ocultarle nada sobre su paradero al hijo que engendró hace 11 años.

“Él sabe que su papá está perdido, no le podemos mentir porque va creciendo y no puede estar creyendo que puede volver”, dijo con voz seca la pareja de Domínguez.

Mientras ella, sus suegros y el padre de Javier Alcides hablaban de todas las vueltas que han dado en su afán por hallar a sus parientes, un policía les dijo que habían indicios de que en el zona habrían otros cuerpos, por lo que los dejaría entrar para averiguar.

Más tarde, cuando salió el carro de Medicina Legal con los cadáveres de los Cortez, los familiares de Neftalí y Javier Alcides caminaron hasta la fosa clandestina, pero minutos después salieron con cara de frustración.

“Habían unos bultos en la tierra que ellos (los policías) creen que pueden ser tumbas, pero ya bastante viejas; nos dijeron que si queríamos excaváramos, pero después dijeron que ya no”, sostuvo un pariente de los desaparecidos.

Una habitante de la zona se acercó a uno de los hombres y le recomendó ir a donde un “brujo de los buenos” de Izalco, Sonsonate, para que le diga dónde está su familiar.

“Una muchacha se perdió por aquí hace un año y la familia, después de buscar y buscar, fue a donde uno (brujo) y él les dijo que se fueran a una cueva que está en Apopa… Cabal hasta allá la habían ido a enterrar”, les dijo la mujer.