Pues bien, las vacaciones terminaron y nos preparamos para enfrentar el nuevo año. Como siempre, se sintió que volaron; pero fue un período de paz en que tratamos de sustraernos de los problemas cotidianos y enfocarnos en cosas distintas. Evadimos la realidad por un momento pero, como el estudiante que está de vacaciones pero que sabe que tiene tareas pendientes, en nuestro subconsciente sabíamos que este nuevo año traería desde el comienzo retos ineludibles.
El año inicia con expectativas pero también con incertidumbre. Hay elecciones a las puertas y eso implica tensión. Vamos en la recta final y la propaganda política recrudecerá. No deja de dar tristeza pensar que lo que se ha invertido y se invertirá en esta campaña sería suficiente para reparar una buena porción de las escuelas públicas del país o mejorar las condiciones de muchos asilos de ancianos. Pero así son las cosas en el trópico, donde se ahorra en lo que no debería ahorrarse y se gasta en cosas que se disiparán como el humo. Así que mejor asimilarlo y prepararse estoicamente para la dosis diaria de propaganda.
Pero como la idea no es amargarse hay que encontrar el lado positivo de las cosas. En mi caso trato de ver los aspectos interesantes de las elecciones. Me gusta observar las conductas grupales pues siempre tienen cosas curiosas, y me entretiene también seguir y analizar las encuestas. Tengo inclinación por las estadísticas y aunque sé que entre las ciencias numéricas es la más sujeta a error me atrae esta disciplina que intenta encontrar orden a partir de elementos con frecuencia volátiles.
Como toda ciencia, la Estadística busca descifrar la realidad. Y en ciertos usos intenta, en base a probabilidades, determinar tendencias y sondear el futuro. Son como una bola de cristal pero con más limitaciones. Por ello las encuestas están entre las cosas que mueven más interés y curiosidad en los procesos electorales.
Ya tuvimos la oportunidad de ver algunos resultados y a estas alturas ya tenemos cierta idea de cómo van las cosas. Existe una competencia de encuestas pero nos hemos ido formando un criterio de a cuáles ponerles atención y cuáles descartar. Entendemos que, como principio, nadie paga para que lo engañen y, como público, intentamos no engañarnos a nosotros mismos. En teoría se confía más en casas encuestadoras con buena trayectoria, las que se juegan el prestigio –y su supervivencia– con cada contrato y por lógica prefieren mantener su buen nombre a quedar bien.
¿Se puede engañar con las estadísticas? Por supuesto, involuntariamente o con intención. Hasta hay un libro que así se llama: Cómo mentir con estadísticas, de Darrell Huff e Irving Geis. La intención del libro no fue enseñar a engañar sino a no ser engañados, a ser más críticos. Existen sesgos de muchos tipos y factores intangibles. Se atribuye a George Gallup la frase: No todo lo que puede ser contado cuenta, y no todo lo que cuenta puede ser contado.
Hay quienes no creen para nada en las encuestas y manifiestan que la única válida es la del día de las elecciones. Puede ser cierto pero, aparte de quitar la emoción prestidigitadora que entrañan, para ese día ya no se necesitan.
La ciencia de las encuestas, aún con sus bemoles, ha alcanzado en algunos países un alto nivel de exactitud, que pueden incluso predecir en qué Estado o provincia se decidirá una elección. Veamos qué pasa aquí.
*Médico psiquiatra.
Columnista de El Diario de Hoy.