Para las sabias leyes no existen razas ni géneros

Se dice que han disminuido los asesinatos, pero no se conocen las cifras exactas de los desaparecidos, al mismo tiempo que han venido incrementándose las extorsiones

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Los siniestros por cortocircuitos son muy frecuentes. Foto EDH / Archivo

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2013-07-21 6:02:00

La raza de una persona no debe ser razón para perseguirla (como los nacional-socialistas de Hitler y los judíos) ni para torcer la justicia para favorecerlos. La ley, se reitera, es igual para todos y se debe aplicarse según la letra y su espíritu, no partiendo de fobias o hacer de ella un instrumento de venganza.

En el caso del adolescente negro muerto al atacar a un vigilante voluntario en Florida se esconden hechos y pruebas que demuestran el pasado delictivo del joven, mientras se hace aparecer al acusado como racista y violento. Pero tan fuerte fue la evidencia en contra del muerto, Treyvon Martin, que el jurado no vaciló en absolver a Zimmerman, el hispano acusado.

El caso se ha vuelto una causa célebre, nublando el entendimiento de los activistas de color y de muchos en Estados Unidos. De haberse tratado de una agresión de un chino contra un holandés nadie habría montado la tremolina.

Además una cosa es ser miembro de un jurado y tener acceso a la mayor parte de la información alrededor del caso, sopesarla, interrogar a fiscales y defensores, valorar pruebas y entonces decidir, y otra partir de supuestos y de emociones para condenar o liberar.

Martin no era un adolescente sano, pues hay fotos de él con armas y textos donde habla de sus peleas en la calle. El joven había sido arrestado varias veces por poseer drogas, por robo y mala conducta. La semana cuando ocurrió la tragedia, Martin estaba suspendido al encontrar la policía joyas robadas en su mochila.

Al ser atacado, Zimmerman pidió auxilio por los golpes que le estaba propinando Martin, pero no le ayudaron. Fue entonces, para no ser él el muerto, que Zimmerman disparó contra Martin

Las pandillas de barrio y los jóvenes en Estados Unidos

Es imposible que por el clamor de cien marchas se desconozca el fallo de un jurado y se condene a Zimmerman. Pero es grave que un público agitado que ignora las minucias del caso y que además rehúsa informarse al respecto, intente echar infamia sobre alguien que actuó en defensa propia, un derecho fundamental al que no siempre se recurre.

Literalmente, al desconocer los procesos legales que liberaron a Zimmerman, los grupos que se identifican con Martin pretenden lincharlo, poniendo en peligro la vida del vigilante de barrio.

En cierta manera, mutatis mutandis, es lo que sucede en nuestro país, que corre peligro de transformarse en “pandillolandia” como lo califica el Fiscal General: la llamada tregua al igual que los oscuros arreglos con las bandas criminales pasan encima de la ley en grave menoscabo de la seguridad general.

Se dice que han disminuido los asesinatos, pero no se conocen las cifras exactas de los desaparecidos, al mismo tiempo que han venido incrementándose las extorsiones, pese a la doctrina oficialista que las justifica como un modus vivendi de esos grupos para sostenerse.

Lo primero que comienza a derrumbarse es el Orden Jurídico, lo que no debe suceder en ningún país organizado y que no va a suceder en Estados Unidos pese a la presión de masas que el caso Martin ha alentado.

Lo que los grupos negros deben plantearse no es la culpabilidad o no de alguien, sino el porqué de la existencia de pandillas y el atractivo que tienen para tantos jóvenes adolescentes.