A pesar de que en un inicio las empresas comenzaron a ejecutar sus programa de RSE sin tener noción de las prácticas que realizaban, con el tiempo han mejorado su manera de trabajar incluso estableciendo alianzas con sus similares privadas o con sectores públicos.
“A niveles macroeconómicos hemos visto cómo ha ido mejorando los esfuerzos públicos y privados en América Latina para trabajar en RSE”, comenta Marina Pol Longo, de la fundación estadounidense “Strategy Group”.
Cuando se empieza a investigar si el desarrollo económico está impactando de forma positiva en la gente, si se traduce en progreso real para la población y si este no se da de forma equitativa, aparecen las protestas, el descontento y eso genera inestabilidad en los países, sus instituciones y el engranaje del desarrollo.
“El gran desafío es traducir esa mejora económica de las empresas en progreso real para las familias, ya que un país no puede desarrollarse si esa relación está dispareja o trabajan divorciados”, dice la especialista.
En América Latina hay señales muy interesantes y se ve la intención de querer reducir esa brecha, sin embargo aún hay mucho que avanzar.
Lo importante es hablar de manera abierta de las oportunidades de que las empresas pongan en marcha prácticas de RSE y que conozcan las oportunidades que se abren.
Además que las empresas estén conscientes que los temas sociales también les competen y entender que hay que buscar el dialogo entre gobierno y empresas.
“Por ejemplo, El Salvador no puede crear una prosperidad sostenible sin mejorar las condiciones sociales”, afirma la ponente.
La competitividad del sector privado esta ligada estrechamente al desarrollo de las condiciones sociales.
Para que una empresa eche a andar su propia estrategia debe tomar en cuenta su visión, misión, enfoques y objetivos estratégicos, medición, mantener una cultura de desarrollo y sobre todo tomar en cuenta las alianzas.
Los cambios a gran escala
Una empresa que se proponga la innovación en materia de RSE debe tomar en cuenta puntos clave para que todos los participantes tengan una visión compartida del problema social.
Así la medición de resultados de forma coherente entre todos los involucrados asegura que los esfuerzos permanezcan alineados.
Las actividades que se realicen deben ser diferenciadas sin dejar de ser coordinadas; se requiere comunicación constante entre todos los actores; genera confianza, esto se da sobre todo en las empresas más pequeñas, donde a pesar de que los recursos son limitados se puede lograr que todos se sumen.
Manejar un impacto colectivo requiere una organización que haga eco entre los colaboradores, que permita coordinar la participación de diferentes organizaciones, esto forma parte del reconocimiento que la solución de las problemáticas requiere la actuación de diferentes actores y programas.