“No hacerse la diálisis es una gran tranquilidad”

El joven esperó más de dos años para que le realizaran el trasplante de riñón en el Bloom Jorge estuvo cinco años en tratamiento sustitutivo; cuatro de ellos en diálisis ambulatoria Tras un mes de la cirugía, tanto él como su madre dicen estar felices; él quiere retomar estudios

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No hacerse la diálisis es una gran tranquilidad

Por Yamileth Cáceres nacional@eldiariodehoy.com

2013-07-06 8:00:00

El 22 de mayo llegó el momento que Blanca Sandoval y su hijo, Jorge Zelada, esperaban con ansias desde hacía más de dos años. Ese día por la mañana ambos entraron a los quirófanos del Hospital de Niños Benjamín Bloom, en San Salvador.

Blanca le donó uno de sus riñones. Su hijo Jorge fue diagnosticado con insuficiencia renal al año y seis meses de edad, pero fue a los 15 años cuando inició su tratamiento sustitutivo en ese centro médico.

Ese miércoles marcó un cambio de vida en la familia, Jorge ha dejado de depender de un tratamiento por medio del cual se limpiaba los tóxicos del cuerpo.

Su rutina se iniciaba a las 5:00 de la mañana y terminaba a las 11:00 de la noche. La terapia se la practicaba cinco veces al día; por 30 minutos. De eso dependía su vida.

Permaneció cuatro años en el programa de diálisis ambulatoria, una terapia que le permitía estar fuera del hospital.

Tras la operación, su calidad de vida ha mejorado y será mejor conforme concluya el tiempo de reposo y de mayor cuidado para proteger el órgano que su madre le dio.

“Para mí ha sido algo maravilloso, uno se siente satisfecho de poder seguir ayudando a sus hijos. Darle la oportunidad de que tenga una mejor vida”, manifestó Blanca.

Es lunes 24 de junio, ambos han llegado a control médico en el cuarto nivel del hospital Bloom, al Servicio de Nefrología. En el pasillo, Blanca comentó que su hijo está contento porque cuando pasen los días críticos podrá retomar sus estudios y trabajar.

Debido a su enfermedad, el joven abandonó sus estudios de séptimo grado.

“Esa es la ilusión de él, está contentísimo, yo también porque él pudo tener esa oportunidad, recibir algo tan especial como un órgano para que pueda sobrevivir”, dijo la señora.

Un mes después del trasplante, Blanca confiesa que siempre existe la preocupación de que pueda pasar algo, que se pueda dañar el riñón.

Algo que disfruta Jorge, después de la cirugía, es beber agua, al día se toma tres litros, antes solo podía ingerir 50 cc.

Blanca frecuentemente escuchaba: ¡Mamá quiero agua. Tan rica que es!

Jorge también disfruta comer fruta, manzanas, peras, uva y papayas. El apetito se le ha abierto. Antes comía poco o ponía peros a lo que su madre le cocinaba.

“No hacerse la diálisis es una gran tranquilidad”, comentó la señora.

Pero llegar a ese momento no fue fácil. En mayo del año pasado llegaron al Bloom para la operación, pero el día de ingreso los regresaron. La operación no se realizó, así pasaron 21 meses más.

Perdían la esperanza

Blanca dijo que hubo momentos de desilusión, en el que pensaban que no se haría la operación.

“Hasta cuando uno va para el quirófano surgen las dudas, uno se pregunta ¿y si algo pasa?, ¿a saber si lo van a suspender? Uno se pone nervioso, bien tenso, pero cuando uno sale del quirófano se siente satisfecho”, añadió.

Ese día que le suspendieron el trasplante se retiraron tristes del hospital.

A partir de esa fecha, escucharon varias veces que estaban por hacer la intervención quirúrgica, pero nada estaba claro. El programa de trasplante atravesó una serie de problemas, aún esperan recursos y apoyo para poder continuar con los procedimientos. Ellos se tuvieron que repetir cinco veces los exámenes, porque unos tenían tres y cinco meses de vencimiento, tres de ellos son de histocompatibilidad.

Padecimiento

El joven pasó cinco años en tratamiento sustitutivo; en ese periodo no sufrió ninguna infección, él tenía mucho cuidado con el catéter, algo que le permitía tener cierta tranquilidad, expresó su madre.

Sin embargo, no puede olvidar aquel día en el que el médico le dijo que su hijo de un año y seis meses tenía dañado sus riñones. “Que le digan a uno que (su hijo) tiene esa enfermedad es un impacto grande, llorar, llora y no termina de llorar. Cuando pasa el tiempo uno se acostumbra a sufrir, pero cuando le dicen va a llegar a diálisis uno no quisiera, pero ni modo se llega”, manifestó Blanca.

La enfermedad se produjo por una malformación en una uretra.